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Diálogos en la Atlántida

José Elías Romero Apis

José Elías Romero Apis

           Para Gabriel Sarmiento, en esta mala hora.

 

Ha llamado mi atención el tema de un diálogo entre el gobierno y los grupos armados. Me parece como algo quimérico que se diera en el texto de una novela de ficción, ubicada en otro lugar, en otro tiempo o en otra dimensión. Me pareció un surrealismo entre Remedios Varo y René Magritte. Pero que no creí posible que se debatiera aquí y ahora, tan cerca de nosotros.

Sin embargo, lo importante no es cómo me pareció a mí sino que se convirtió en tema durante algunos días. Las sobremesas abordaron el asunto con el particular punto de vista de cada comensal. Saludo que la Secretaría de Gobernación haya dejado en claro que no habrá tal diálogo. Es un tema muy inexplorado y casi no imaginado. Lo que se haya dicho, en cualquier sentido, creo que fue bien intencionado.

Pero me sorprende el debate que se generó. En política, ya casi nada me sorprende desde el ángulo del bien y del mal, ni de lo legal y de lo ilegal, ni de lo moral y de lo inmoral, ni de lo político y de lo impolítico, ni de lo inteligente y de lo tonto, ni de lo conveniente y de lo inconveniente, ni de lo sano y de lo insano.

Tan sólo me sorprende desde del ángulo de lo posible y de lo imposible. Estoy convencido de que el logro de un acuerdo entre el gobierno y los grupos armados no está en la posibilidad de la política. Siempre he creído que la fórmula aritmética de la política es la suma de todo lo que queremos hacer menos la resta de todo lo que no podemos hacer. Si de esa operación algo queda, eso se llama política. Si no queda nada, no tenemos nada.

Primero, ese acuerdo me parece imposible porque a los malos no les interesaría un armisticio porque han demostrado que son más poderosos que los buenos. Me parece imposible porque hay funcionarios oficiales que nos les interesaría porque son muy corruptos. Es decir, ni unos quieren la paz porque no la necesitan ni otros quieren la legalidad porque no les conviene.

Segundo, ese acuerdo me parece babeliano porque no tendría fijada una litis, ya que las partes no pretenden lo mismo. Ese acuerdo me parece babeliano porque no tendría una moneda de pago. Lo que pueden dar los buenos no les interesa a los malos. Y los malos no pueden dar nada como no fuera desocupar sus espacios para que los ocuparan otros grupos armados. Ese acuerdo me parece babeliano porque ninguno tiene legitimación. Los buenos no están facultados para celebrarlo y los malos, tampoco lo están.

Tercero, ese acuerdo me parece inútil porque no recibirían nada seguro. Nada les garantiza el cumplimiento ni tienen a quien recurrir para obligar al cumplimiento. Es como quien paga un soborno en falso, ¿ante quién puede quejarse? Ese acuerdo me parece inútil porque un cártel sucede a otro. Si se compromete y se apacigua el cártel amarillo, su lugar de operación lo ocupará el cártel verde y todo seguiría igual. Ese acuerdo me parece inútil porque, al igual que a los cárteles, a un gobierno lo sucede otro y, en la práctica mexicana, con deseos de desconocer lo que acordó el anterior.

Es más fácil instalar una mesa de negociación con Estados Unidos para la recuperación de Texas que una mesa de regateo para la eliminación del crimen. Allí, las dos partes disputarían lo mismo y las dos podrían comprometerse.

Si nos salimos de la Atlántida y nos ubicamos en México, veremos que la realidad nos obliga a pensar en que la justicia no puede triunfar a medias ni por convenios. Cuando se pactan beneficios procesales se logra la cooperación del delincuente para que éste obtenga una sentencia benévola. El Estado triunfa, parcialmente, porque obtuvo una sentencia fácil. El acusado triunfa, felizmente, porque obtuvo una sentencia blanda. Cuando la justicia triunfa a medias quien ha vencido, en realidad, es la injusticia.

El fondo de la realidad es que, en la lucha de la ley contra el crimen, la cuestión fundamental no es ganar o perder. Esas son tan sólo las consecuencias de la lucha. Lo esencial no es ganar o perder sino es luchar o rendirse.

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