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Zócalo, ego y sucesión

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Sin duda, fue masiva la manifestación del sábado en el Zócalo. Se dijo que se trataba de conmemorar un nuevo aniversario, el 85, de la Expropiación Petrolera, pero en realidad fue un acto de apoyo al presidente López Obrador, y una forma de poner a prueba la capacidad de movilización del aparato gubernamental, alejada de la espontaneidad y destinada a preparar la sucesión presidencial que se dará en el segundo semestre del año. Ahora todo fue rigurosamente vigilado, organizado, preparado: una magnífica escenografía en movimiento.

En el discurso del presidente López Obrador destacaron algunas cosas que no por repetidas dejan de llamar la atención, más allá de la constante descalificación de cualquier crítico que se convierte automáticamente en enemigo, dentro o fuera del país. El Presidente sostuvo que los ejes de su gobierno han sido lograr la autosuficiencia alimentaria y energética, y presumió que la segunda se logrará el año próximo porque, dijo, ya no importaremos gasolinas.

No sé qué se debe entender por autosuficiencia energética, pero ésta trasciende la importación o no de gasolina. No somos energéticamente autosuficientes: importamos enormes cantidades de gas y mientras el mundo avanza hacia las energías verdes, el gobierno está invirtiendo en energías fósiles. Tiene razón el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas: lo que se necesita no es construir refinerías a la vieja usanza, lo que se necesita es una nueva política energética. La inversión, enorme, más del triple de la planteada originalmente, en Dos Bocas, hubiera sido infinitamente más productiva en hacer llegar gas a toda la República para sustentar, por ejemplo, los proyectos de inversión y nearshoring.

Garantizar, si es que se logra, que no se importen gasolinas cuando el mundo avanza hacia los vehículos eléctricos o híbridos, no es una solución, es una mirada hacia el pasado. Con un agregado, en el mundo actual lo que se intenta garantizar no es la autosuficiencia de cada país, sino la de los bloques regionales. Y esta administración federal no puede terminar de asumir que nuestro bloque regional es América del Norte y que, como está planteado, antes en el TLC y ahora en el T-MEC, hacia donde tendríamos que avanzar es hacia un mercado común energético regional.

No hablemos de la autosuficiencia alimentaria. No sólo estamos muy lejos de lograrla, sino que sencillamente no tiene sentido. Lo importante es que produzcamos lo que nos hace competitivos y podamos consumirlo y exportarlo, mientras que compremos de nuestros socios los productos que beneficien a los consumidores. La autosuficiencia alimentaria es un objetivo de los años 60, que nada tiene que ver con el mundo actual. En todo caso, es algo en lo que se podría avanzar, ya en los hechos así funciona, en un mercado regional que logre abastecer a nuestros países. Iniciativas unilaterales como la prohibición de los productos genéticamente transformados o de la utilización de plaguicidas, como el glifosato, lo que está logrando es romper ese mercado regional, aumentar nuestra dependencia y deteriorar nuestra competitividad.

En el magno evento del Zócalo no se dijo una palabra sobre la inseguridad y sobre los 150 mil muertos que carga esta administración. Hubo expresiones en contra de la injerencia extranjera y contra los legisladores o políticos estadunidenses que reclaman, con razón o sin ella, mayores acciones del gobierno federal contra el crimen organizado, pero no hubo reflexión alguna sobre una estrategia que ha tenido costos brutales para la sociedad, mayores que en cualquier otro sexenio anterior.

Hubo sí, expresiones de intolerancia mayores a lo acostumbrado, como la quema de un muñeco personificando a la ministra Norma Piña o en la distribución de panfletos pseudorreligiosos amenazando con “desaparecer” a los periodistas enemigos de AMLO. El discurso de intolerancia escala en la misma magnitud que llega el fin del sexenio, en el que prácticamente ninguno de los objetivos fijados en diciembre de 2018 se ha logrado.

 

Medios y aniversarios, Payán

Este 18 de marzo hubo mucho para recordar. Excélsior cumplió 106 años, goza de una notable tradición y de un presente de transformación como parte de un conglomerado de medios, Imagen, que tiene como estandarte un Excélsior que forma parte de la historia del periodismo nacional. Pero también esta columna, Razones, cumplió, el domingo 19 de marzo, nada menos que 34 años de publicarse. Nació en 1989, en el viejo unomásuno y ha transitado por diversos medios (El Financiero y Milenio, entre ellos) para recalar en esta casa desde 2004, y esperemos pertenecer a ella por muchos años más.

También cumplió seis años ADN40, en donde participamos desde que se inició como Proyecto40. Un canal de noticias notable, donde podemos hacer televisión, investigación y opinión con el programa Todo Personal (que cumplió a su vez 14 años) con libertad y respeto. Es un orgullo ser parte de ese esfuerzo informativo.

El 17 de marzo falleció uno de esos periodistas que deben ser objeto del respeto de todos: Carlos Payán, el fundador y primer director de La Jornada, fue uno de los grandes del periodismo mexicano contemporáneo, reflejo de su generación y de nuestra transformación democrática, esa que algunos creen, ahora, que nació sólo con ellos. A Payán lo enaltecen su historia y su vida.

Y falleció también otro grande, el escritor chileno Jorge Edwards, el autor de Persona non grata, otro grande de la literatura latinoamericana.

 

 

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