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“No estoy satisfecho”

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

La declaración del presidente López Obrador debe haber caído como un balde de agua fría en los diputados que horas antes habían celebrado por todo lo alto la votación que permitía la creación de la Guardia Nacional en San Lázaro modificando varios artículos constitucionales. “No estoy satisfecho con lo aprobado”, dijo López Obrador. “Había un artículo transitorio que se propuso y fue eliminado del proyecto (...) Que durante un tiempo en lo que consolidamos la Guardia Nacional, puedan el Ejército y la Marina ayudarnos. Se quitó ese transitorio”, y la Guardia Nacional “prácticamente va a quedar igual como si fuera una reedición de la Policía Federal, que, como sabemos, no funcionó”. 

Y agregó, “tenemos que pedir respetuosamente a los senadores que se contemplen temas que fueron eliminados en la aprobación, sobre todo, con la participación de las Fuerzas Armadas en el proceso de capacitación, de formación y en la definición con claridad sobre la facultad de las Fuerzas Armadas para intervenir en asuntos de seguridad pública”. En otras palabras, el presidente quiere que la Guardia Nacional sea como él lo propuso: con mandos militares bien delimitados, por lo menos, en los primeros cinco años de funcionamiento.

El martes había hecho una concesión al decir que “administrativamente” esa Guardia Nacional podía depender de la Secretaría de Seguridad, pero que “operativamente” dependería de la Secretaría de la Defensa. Los diputados en el dictamen crearon un animal extraño, estableciendo su dependencia de Seguridad Pública con un Estado Mayor conjunto eminentemente militar, un mando dual que difícilmente podrá operar con eficiencia.

Escribíamos ayer en este espacio que comenzaba el periodo extraordinario y nadie sabía bien a bien cómo quedaría la iniciativa de la Guardia Nacional, porque tampoco nadie se había dedicado a explicarle a la sociedad y a los propios congresistas, que parecían tan confundidos como los todos los demás, qué es, finalmente, lo que se busca. Y esa confusión se puso de manifiesto en lo aprobado en San Lázaro y rechazado por el Presidente horas después, pidiendo al Senado que modifique la minuta de creación de la Guardia Nacional.

El presidente López Obrador ha puesto de manifiesto que sólo confía en los militares y quiere que ellos se encarguen de la seguridad pública y de la interior. Que eso sea responsabilidad de la Guardia Nacional, que absorbería así a la Policía Federal, y que el mando, por lo menos, durante todo su sexenio, esté en manos de la Defensa. Quienes pensaban que el Presidente se iba a echar para atrás se equivocaron. Quienes quisieron impulsar el “mando dual” (algo imposible de que sea eficiente en una institución de seguridad) también.

Insisto en un punto: no me parece mal la creación de la Guardia Nacional, incluso, con un mando militar, en los hechos así funciona, en buena medida, la seguridad del país. Pero no se podrá avanzar, con Guardia o sin ella, sin definir el modelo policial, y eso pasa por reformar de pies a cabeza las policías de estados y municipios. Es un error pensar que sólo se cuenta con los efectivos de la policía federal: en estados y municipios hay 380 mil elementos de seguridad, y se utiliza un presupuesto millonario en ello, pero salvo honrosas excepciones, de poco sirve si esas policías no están entrenadas, preparadas, equipadas, bien pagadas y no tienen un Mando Único, no nos sirven divididas en dos mil 600 corporaciones sin coordinación entre sí, balcanizadas.

La Guardia Nacional tiene que servir como modelo para encuadrar a todas las policías del país, y debe haber leyes que obliguen a estados y municipios a seguir ese modelo. Con todas las adecuaciones que sean necesarias, incluso manteniendo espacios institucionales para las policías municipales que estén certificadas y sean eficientes (las de San Pedro Garza García y Mérida son ejemplares en ese sentido) se debe avanzar en el mando único, en homologar procedimientos, equipo, armamento e incluso uniformes. Todos los mandos deben ser certificados no sólo por controles de confianza, sino provenir de una academia policial especializada, un símil civil de la Escuela Superior de Guerra, de donde salen los diplomados de Estado Mayor. Una Guardia Nacional transitoriamente encuadrada en la Sedena, como quiere López Obrador, podría servir en mucho para crear y consolidar ese modelo.

 

GERTZ Y LA FISCALÍA GENERAL

Están ya los nombres de los diez finalistas de donde saldrá la terna que el presidente López Obrador enviará al Senado para elegir al primer Fiscal General. Dos son los evidentes favoritos de este proceso: Bernardo Bátiz, quien fue procurador con Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México, y Alejandro Gertz Manero, actual fiscal en funciones. Gertz ha sido agente del Ministerio Público federal, oficial mayor de la Procuraduría General de la República, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal y del gobierno federal, primer Coordinador de la Campaña contra el Narcotráfico, y tiene el control de lo que fue la PGR. Por la coyuntura, por la experiencia y personalidad, me imagino que Gertz Manero deberá ser el próximo fiscal general.

 

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