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Elba Esther, justicia y política

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Elba Esther Gordillo quedó en libertad ayer en la madrugada. Fue absuelta de los dos cargos que aún pendían en su contra, fraude fiscal y delincuencia organizada. Estaba detenida bajo vigilancia en su domicilio de Polanco. La detención de Elba Esther fue política. Fue detenida a poco menos de tres meses de iniciado el gobierno de Peña Nieto y queda en libertad a poco más de tres meses de que concluya esta administración.

Fue detenida cuando se anunció la Reforma Educativa y queda en libertad cuando esa Reforma Educativa se anuncia que será, por lo menos, pasada a revisión. Fue detenida para romper su peso en el movimiento magisterial en un momento en el cual Elba Esther había entrado en abierto conflicto con Emilio Chuayffet, entonces secretario de Educación.

Fue detenida porque había sido aliada de Vicente Fox y de Felipe Calderón y, sobre todo, en sectores priistas y desde el movimiento que entonces comenzaba a pergeñar López Obrador, pedían su cabeza como símbolo de lo que consideraban la corrupción sindical, pero en realidad unos querían desembarazarse de una dirigente que, pese a haber tenido un papel protagónico en el apoyo a la campaña de Peña Nieto, consideraban un estorbo político y otros, porque así creían que vía la Coordinadora se podrían apropiar del sindicato magisterial.

A la administración Peña la detención le dio algunas semanas de popularidad, pero concluida la fiesta se demostró que, en todos los frentes, desde el judicial hasta el político, la detención había sido contraproducente.

En el camino murió Mónica Arriola, su hija y senadora, una mujer realmente querida por quienes la conocíamos, aquejada de una terrible enfermedad. En el camino se le terminó dando oxígeno político a una Coordinadora que era y sigue siendo el mayor obstáculo a cualquier cambio de fondo en la educación pública.

En el camino se perdieron bases, controles y el propio SNTE, apoyando la reforma, terminó poniendo distancia en diferentes ámbitos porque desde el gobierno no se le dio, ni antes ni después, el peso y la interlocución que el sindicato demandaba.

En ese mismo camino, Elba Esther terminó aliada con quien fue durante casi 20 años su mayor adversario:
López Obrador, quien de alguna forma la ha reivindicado con los suyos. Al final de ese camino, Elba Esther Gordillo
sigue siendo una de las mujeres más controvertidas, con enemigos y poco querida en muchos sectores sociales, pero también de las más poderosas en la vida política del país de los últimos 30 años.

Su detención fue política y su liberación también. Olga Sánchez Cordero, futura secretaria de Gobernación y exministro de la Suprema Corte, dijo ayer que la acusación contra Elba Esther tenía desde el inicio muchas deficiencias. Tampoco era viable la acusación porque el SNTE nunca presentó denuncia alguna contra Gordillo, ni antes ni después de su detención. Y las organizaciones sindicales son autónomas.

Que la liberación determinada por el Primer Tribunal Unitario en Materia Penal de la Ciudad de México se diera a unas pocas horas de que el Tribunal Electoral de Justicia de la Federación entregara la constancia de presidente electo a Andrés Manuel López Obrador, no es mera coincidencia. Se podrá decir que en esto no hay tiempos políticos, pero la verdad es que la justicia política la hemos visto en operación muchas veces en los últimos años, comenzando, por ejemplo, con el caso de Florence Cassez.

O, incluso, en la entrega de la constancia a Andrés Manuel porque pese a que nadie disputaba la legitimidad de la elección, en realidad el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tendría que haber esperado, por lo menos, dos días más para cumplir el plazo legal respecto a las impugnaciones que pudieran surgir después de la decisión del INE legitimando la elección.

Acortar el proceso en la Ciudad de México de la declaratoria de presidente electo políticamente es un buen paso, una buena señal, pero legalmente no se terminaron de cumplir las formas en el Tribunal, precisamente, por las prisas políticas.

Política y justicia también se cruzaron unas horas antes en Ciudad Juárez en el primer foro de seguridad y pacificación. Un gobernador que horas antes, en medio de una crisis de violencia que había dejado decenas de muertos apenas el pasado fin de semana, exhibía en las redes sociales a sus gatitos y que no decía nada sobre lo que estaba sucediendo en su estado, fue a recibir a López Obrador al aeropuerto cuando no estaba siquiera convocado, se invitó al foro, hizo uso de la palabra con la mala suerte de que los familiares de las víctimas lo increparan con toda dureza.

Un foro que, por cierto, demostró que en el tema de la seguridad y la pacificación hay buenas intenciones, pero que llevarlas a la práctica, aterrizarlas, será una tarea titánica donde falta, aún, casi todo por hacer. Comenzando por contar con una estrategia clara que, quizá, no tiene por qué tener un gobierno a 115 días de asumir el poder, pero de la cual tampoco se terminan de mostrar, claramente, sus principales componentes.

 

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