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El discurso que alimenta el terrorismo

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Un joven, armado con un potente fusil de asalto escondido en su automóvil, conduce durante nueve horas desde su ciudad natal hasta una fronteriza con el objetivo de ingresar al principal centro comercial de esa ciudad, en un momento de máxima presencia de consumidores que están comprando, en su mayoría, artículos para el regreso a clases. Toma el fusil y va disparando dentro de la tienda no por ráfagas, sino uno por uno, apuntando y tratando de matar a sus objetivos. Trata de que sean, todos ellos, latinos.

No es el fruto de un ataque repentino de locura, ni siquiera puede ser considerado simplemente un crimen de odio. Es un acto de terrorismo, como bien lo definió el canciller Marcelo Ebrard. El atacante, igual que cualquier joven terrorista del Estado Islámico que dispara sobre un bar en las calles de París o Londres, está movido por razones ideológicas perversas y publica para justificar sus actos, como ISIS o Al Qaeda, un manifiesto. Habla de que Estados Unidos está siendo “invadido” por migrantes latinos y mexicanos y simplemente llama a la rebelión, al ataque armado para revertir esa invasión.

La palabra invasión es la que utilizan constantemente al referirse al tema de la migración el presidente Donald Trump y sus medios afines, como Fox News e innumerables portales de ultraderecha.
El linchamiento mediático constante contra los migrantes, las amenazas de redadas masivas, el cierre de las fronteras, los verdaderos campos de concentración donde se retiene a los migrantes antes de deportarlos, separando familias y menores de sus padres, el cambio de la política de asilo, catalizan los ataques terroristas contra la población latina y mexicoamericana en la Unión Americana. Es una progresión casi inevitable: un discurso construido desde los extremos ideológicos y racistas termina en una acción violenta y extrema que lo reivindica.

No es tampoco una acción aislada: el 22 de octubre del año pasado comenzaron a llegar cartas bomba de fabricación casera a personas y medios de comunicación que se oponen a la retórica antimigratoria de la Casa Blanca y que Trump había señalado como sus enemigos. El autor resultó ser un residente de Florida y fanático partidario del presidente que consideraba que su país era invadido por migrantes apoyados por los que Donald Trump denomina los medios liberales, sobre todo la CNN. Unos días después, el 27 de octubre, otro activo partidario de Trump se dirigió a la sinagoga Árbol de la Vida, en Pittsburgh, durante la ceremonia matutina y asesinó dentro del templo a once personas. También actuó, según publicó antes del ataque, porque no podía “quedarme sentado y ver cómo matan a mi gente” refiriéndose a las caravanas migrantes que amenazaban con “invadir” Estados Unidos. Donald Trump ha publicado aproximadamente dos mil 200 mensajes en Twitter y Facebook usando la palabra “invasión” desde mayo de 2018, según Media Matters, justificando con ello su intención de construir un muro en la frontera con México para detener el paso de los migrantes.

El atentado en El Paso es una acción terrorista contra migrantes y latinos, así lo ha calificado la cancillería y así debe ser considerado. No es una acción de locura, es un acto consciente, con un perverso contenido ideológico, alimentado por el discurso racista que se enarbola desde la Casa Blanca y sus medios afines. No se puede mantener el silencio: se debe exigir el castigo del responsable, e incluso, aunque sea poco viable, la extradición a México del mismo, pero también se debe levantar la voz en el ámbito político y diplomático. El terrorismo contra nacionales no puede tener el silencio como respuesta.

Ayer, Trump terminó condenando tímidamente el racismo y en algún mensaje se refirió a imponer mayores controles de armas, pero nuevamente lo condiciona a una ley migratoria que incluya el muro en la frontera, una frontera en la que México está realizando labores que no nos corresponden. México sí debe controlar nuestra frontera sur y tener una política migratoria que le permita tener control sobre los movimientos de personas y bienes, pero no tiene por qué impedir, por ejemplo, que alguien quiera tratar de ingresar a Estados Unidos y solicitar asilo, ni tampoco tendríamos por qué convertirnos de facto en un tercer país seguro.

Se puede y se debe colaborar con Estados Unidos en el tema migratorio porque es de nuestro propio interés, pero lo menos que se puede exigir en reciprocidad es que se acabe con un lenguaje xenofóbico y racista, con la retórica de la “invasión” que cataliza ataques terroristas contra los mexico-americanos, los latinos en general e incluso otras minorías, raciales o religiosas.

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