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Asesinato de una familia y guerra contra los monstruos

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

El asesinato de nueve integrantes de la familia LeBarón es la gota que ha colmado el vaso. Una familia de origen estadunidense y religioso, que ha sido perseguida desde hace diez años –y a la que se le quitó la seguridad en el inicio de este sexenio–, fue víctima de lo que las autoridades aseguran es solamente algo así como mala suerte. Porque quedaron en medio de la lucha entre dos bandas criminales que literalmente controlan toda esa zona en la frontera entre Chihuahua y Sonora.

Nadie sabe si fue así, si simplemente se estaban moviendo por una región del país en el que las autoridades no tienen control o si fue una venganza más contra la familia LeBarón. Pero lo cierto es que fueron asesinados de una forma brutal: mataron a tres mujeres de la familia que se dirigían por tierra a Dakota, entre ellas una prima de Julián LeBarón, líder de la comunidad. La prima de Julián murió quemada junto con sus cuatro niños: dos gemelas de un año, una niña de ocho años y un niño de once.

Los tres tuits que en la mañana disparó Donald Trump, más allá de que hayan sido dirigidos a ese “gran presidente” (así se refiere a López Obrador), no pueden marcar más que una línea de ruptura con el gobierno mexicano.

Si hace dos semanas el subsecretario de Estado le explicaba  a la cámara de representantes, en Washington, que su gobierno no conocía la estrategia de seguridad de México y que les gustaría conocerla para apoyar en ella, ahora Trump, lisa y llanamente, plantea una intervención militar conjunta para acabar con el narcotráfico en nuestro país: “Si México necesita o solicita ayuda en la limpieza de estos monstruos, Estados Unidos está listo, dispuesto y capaz de involucrarse y hacer el trabajo de manera rápida y efectiva… los cárteles se han vuelto tan grandes y poderosos que a veces se necesita un ejército para derrotar a un ejército”. Y llamó “a declararle la guerra” a estos cárteles.

No es un problema ajeno a la Unión Americana. En este caso le tocó a una familia de origen estadunidense, pero, más allá de eso, existe en Estados Unidos una epidemia de opiáceos que ha ocasionado más de sesenta mil muertos por sobredosis al año, la mayoría de ellos por fentanilo, una droga que se está procesando e introduciendo a Estados Unidos desde México.

La tierra donde mataron a los LeBarón es una zona de control de narcotráfico, con áreas de cultivo de opiáceos y de laboratorios para heroína y drogas sintéticas. Muchos de los laboratorios de fentanilo, que no necesitan casi instalaciones, están, por ejemplo, en Culiacán, y quien los controla en esa ciudad son dos hermanos: Iván Archivaldo y Ovidio Guzmán, los multicitados hijos de El Chapo.

Resulta obvio que Estados Unidos, más allá del cuidado personal con el que Trump trató a López Obrador, no está de acuerdo con lo que se está haciendo y por primera vez, que yo recuerde, está ofreciendo abiertamente sus tropas para acabar con “estos monstruos”. No es algo que se resolverá con una simple llamada telefónica cuando termine la mañanera, como se dijo ayer.

El problema es de fondo y pasa por la negativa del gobierno federal de dar combate al crimen organizado. Es ridículo, por no decir lamentable, que el responsable de las áreas de información e inteligencia de la secretaría de seguridad federal informe que está utilizando lo que antes conocíamos como Plataforma México para perseguir a los bots que critican al Presidente o a la prensa y, para colmo, resulta que la mayoría de ellos terminan siendo manejados por Morena y sus operadores.

Pero más allá de eso, es sintomático que los recursos informáticos del Estado no se usen para perseguir al Mayo Zambada, al Mencho, a los hijos de El Chapo, a los cuarenta y siete presos que se fugaron de Culiacán, a los que tomaron durante horas las calles de esa ciudad, a los asesinos de la familia LeBarón, a los ochenta y un grupos criminales organizados que están asolando y expoliando al país, sino a los que critican al Presidente en redes sociales.

Y, para colmo, se ha llegado a conclusiones ridículas: que las mencionadas fábricas de bots están manejadas por un diputado panista que casi no usa redes, un exsecretario de educación (que ha librado siete inocuos tuits en todo un año) y un influencer que, se supone, es impulsado por un adolescente, el hijo de Felipe Calderón.

Por cierto, ¿no era que con los hijos no había que meterse, señor Presidente?.

Mientras tanto, pasan los días y las semanas, aumenta la violencia y la inseguridad y no hemos tenido, ni siquiera en la conferencia mañanera de ayer, marcada por el asesinato de la familia LeBarón, ni una palabra de verdadera condena a los narcotraficantes, mucho menos calificarlos de “monstruos” como hizo Trump.

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