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El infierno de los animales

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

El Zoológico de San Juan de Aragón lleva más de 55 años en operación, pretendiendo ser un espacio para la exhibición y la observación de diversas especies de fauna silvestre, sin embargo, a lo largo de los años se ha convertido en un verdadero infierno para todo animal encerrado ahí.

Durante poco más de tres años, de mayo de 1999 a diciembre de 2002, el zoológico permaneció cerrado debido a trabajos de remodelación que, supuestamente, servirían para que este centro de encierro animal pudiera cumplir con los objetivos de un zoológico moderno y fomentara la recreación, la educación, la investigación y la conservación.

La realidad es que su dirección ha pasado de una mano a otra sin dar buenos resultados, en especial en materia de trato digno y calidad de vida para los seres vivos no humanos que se encuentran bajo su cuidado.

Hace un par de días se informó sobre la muerte de Emily, una cebra de Grant de poco más de siete años de edad. A través de la Dirección General de Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre se detalló que la muerte se debió a un choque neurogénico relacionado con un cólico agudo que, en un lenguaje más sencillo, podríamos definir como el fin de funciones del sistema nervioso a causa de un fuerte dolor abdominal.

Emily había desaparecido días atrás de su espacio habitual en el Zoológico de Aragón y, al darse cuenta, activistas de la organización Abriendo Jaulas & Abriendo Mentes indagaron sobre su paradero y fue días después cuando se difundió la información oficial sobre su muerte.

Si se tratara de un caso aislado, la noticia no habría levantado ámpula, pero la realidad es que la cebra Emily se suma a las decenas y decenas de animales que han muerto en ese centro de encierro, en el que sólo de enero a noviembre de 2019 murieron más de 70 animales.

Las malas condiciones en las que habitan las especies ahí enclaustradas son evidentes y han sido expuestas por activistas y visitantes. En redes sociales circula una gran cantidad de fotos y videos que evidencian la situación deplorable en la que se encuentran los ejemplares de fauna silvestre del Zoológico de Aragón, muchos de ellos heridos, enfermos, desnutridos y algunos (como la cebra Karo) comiendo sus propias heces a falta de alimento. Basta ver sus rostros para darse cuenta de la tristeza y la miseria en la que viven estos seres vivos.

Es claro que un ser vivo que no se encuentra en su hábitat natural y que no se alimenta en los tiempos y de la manera que naturalmente requiere, verá disminuida su calidad y su esperanza de vida. Lo que no queda claro es hasta cuándo vamos a permitir que esta situación continúe.

Por convicciones propias y también en línea con los valores del partido al que represento, he buscado la suma de esfuerzos para lograr que los zoológicos dejen de ser lugares de encierro de seres vivos con fines de entretenimiento humano y se transformen en verdaderos centros de conservación, rehabilitación, investigación y protección de especies.

Pero, más allá de voluntad, hace falta acción y la intervención de todos. Se requiere que las autoridades lo promuevan, que el sector privado apoye y que se establezcan normas, presupuestos y programas específicos, pero, ante todo, se requiere un cambio de conciencia para acabar con este infierno para los animales; esto es lo más importante.

Si no evolucionamos la conciencia al grado de entender que estos seres vivos también sienten, tienen derechos y deben ser respetados y tratados con dignidad, será difícil que algún día podamos convivir armónicamente en sociedad, pues quien se atreve a lastimar a un animal, probablemente se atreverá a dañar a otro ser vivo, sin importar si es humano o no.

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