Pandemias e incertidumbre

Javier Aparicio
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La semana pasada escribí en este espacio que para muchas personas puede ser difícil comprender las consecuencias de una enfermedad que se contagia a un ritmo exponencial. Frente a los primeros casos, en muchos países se observaron reacciones tibias por parte de sus líderes políticos. Hoy sabemos que el virus es realmente contagioso: muchos líderes han tenido que comerse sus palabras en tan sólo unas cuantas semanas.

La evolución a lo largo del tiempo de una epidemia depende de un sinnúmero de factores. Sin embargo, entre los factores más importantes que se utilizan en los modelos matemáticos para modelar epidemias destacan: la tasa de reproducción (comúnmente llamada R0), el periodo de incubación, el periodo de infección, la tasa de hospitalización y la tasa de fatalidad, entre otros. El investigador estadunidense Gabriel Goh ha diseñado una “calculadora de epidemias” en internet que es relativamente intuitiva. Aquí compartiré tan sólo dos ejemplos hipóteticos para ilustrar la incertidumbre con la que puede evolucionar una epidemia.

Supongamos un primer escenario hipotético “sin intervención” con las siguientes características: Una población total de cien millones de habitantes, una tasa de reproducción (RO) de 2.2 —ie, por cada persona contagiada se esperan 2.2 contagios adicionales—, un periodo de incubación de 5 días, un periodo de infección de 3 días, una tasa de hospitalización de 20 por ciento y una tasa de fatalidad de 2 por ciento. Bajo este escenario, el pico de contagios ocurriría alrededor de 150 días después del primer contagio y se habrían acumulado 6.8 millones de personas contagiadas. Tras 200 días, alrededor de 85% de la población se habría contagiado y, si bien la gran mayoría se recuperaría, habrían fallecido 1.5 millones de personas.

Supongamos ahora un segundo escenario hipotético con una “intervención radical exitosa”. Los parámetros iniciales serían los mismos del ejemplo anterior, salvo que ahora, tras 60 días de haberse detectado el primer contagio, una intervención logra reducir la tasa de reproducción a sólo un tercio del valor inicial —de 2.2 a 0.75 personas— y todo lo demás se queda sin cambio. Bajo este escenario, el pico de contagios y hospitalización no superaría a las mil personas y las muertes estimadas tras 200 días serían sólo 178 personas.

Las discusiones recientes sobre “aplanar la curva” se refieren, justamente, al reto de pasar de algo como el primer escenario ilustrado aquí a algo parecido al segundo. Como puede apreciarse, la estimación de contagios y fallecimientos es muy sensible a los parámetros o valores iniciales de la simulación hipotética, así como a la oportunidad y eficacia de cualquier intervención.

Los escenarios hipotéticos presentados aquí tienen supuestos importantes, por ejemplo: que todos los contagiados que requieren hospitalización, la conseguirán y que quienes se recuperan de un contagio se vuelven inmunes en adelante. El segundo escenario supone que la intervención tiene una eficacia absoluta al día siguiente de implementarse. Como sabemos, el mundo real es más complejo que las estimaciones de un modelo simple.

Al inicio de una nueva epidemia, tanto la tasa de reproducción como la tasa de letalidad pueden sobreestimarse, por ejemplo, si al inicio la población ignora que debe tomar precauciones, o bien si sólo quienes tienen los peores síntomas se hacen pruebas u hospitalizan. Por otro lado, una vez que está en marcha una epidemia, el número de casos confirmados suele subestimar la “cifra real” ya sea por el rezago implícito en el periodo de incubación, por el rezago en realizar las pruebas o diagnósticos, o bien por el número de casos asintomáticos o leves que nunca serán detectados por las autoridades.

A la fecha, se han contabilizado más de 470 mil contagios y 21 mil muertes en todo el mundo atribuidas a la COVID-19. Sin embargo, la curva de contagios no ha llegado a su pico y el epicentro está por mudarse de Europa a los Estados Unidos y el continente americano. En el caso de México, hemos tenido oportunidad de observar lo ocurrido en Asia y Europa, tomar medidas con mayor anticipación, reproducir la mejores prácticas internacionales, etcétera. En esta nueva etapa, hagamos lo que nos toca.

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