El poder de las mujeres

Javier Aparicio
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Las protestas de mujeres en contra de la violencia que padecen —feminicidios, violaciones, abusos sexuales, secuestros, acoso y un largo etcétera— realizadas en diferentes ciudades del país y de manera prominente en la Ciudad de México bajo la consigna #NoNosCuidanNosViolan el 16 de agosto pasado han desatado un importante debate público.

Lejos de discutir sobre las causas, motivaciones, estrategias y objetivos detrás de estas protestas —después de todo, si estamos hablando de un movimiento de mujeres en defensa de sus derechos, quizá sea mejor idea escuchar y dar mayor espacio a sus propias voces, testimonios y argumentos—, en esta entrega quiero hacer una serie de reflexiones a propósito de los hechos recientes.

En primer lugar, a pesar de que hay una larga tradición de protestas y manifestaciones en la Ciudad de México, vale la pena destacar el creciente número de movilizaciones convocadas por mujeres. Las manifestaciones de la semana pasada no son las primeras en su tipo, pero, vistas en conjunto, me parece claro que de un tiempo a esta parte estamos presenciando una nueva generación de un movimiento social.

Hay quienes dicen que no es casualidad que estas protestas ocurran cuando la ciudad más grande del país es gobernada por una mujer, Claudia Sheinbaum. Creo que es demasiado pronto para saberlo, toda vez que hemos tenido muy pocas mujeres al frente de las ciudades o entidades más grandes del país y, por otro lado, la violencia contra las mujeres es un problema a lo largo y ancho del país. Al mismo tiempo, muchas activistas han manifestado que esperan un trato y, sobre todo, soluciones distintas de la jefa de Gobierno. Está por verse si tales expectativas se cumplen. Por obvio que parezca, para saber si las mujeres gobiernan diferente que los hombres es necesario, en primer lugar, que ellas logren acceder a más y más cargos de poder.

Por otro lado, hay quienes dicen que estas movilizaciones pueden tener un tinte partidista: la típica suspicacia de intereses oscuros detrás de tal o cual protesta. De nuevo, me parece precipitado afirmarlo porque, como dije arriba, la violencia contra las mujeres es un problema de escala nacional y, de hecho, también ha habido protestas en otras entidades. En vez de ello, lo que me parece en verdad destacable es que, aunque la Ciudad de México pueda considerarse un bastión del partido en el gobierno, su sociedad civil, sus organizaciones y sus mujeres no tengan reparo alguno en protestar, alzar su voz y exigir respuestas a un gobierno por el que muchas de ellas quizás votaron.

Como se ha visto numerosas veces en otras latitudes, votar por un gobierno de un signo u otro no exime de exigirle resultados. Quizás simplemente no habíamos visto algo así en la capital porque es la primera vez que el partido del gobierno local coincide con el federal. Viendo más allá de la Ciudad de México, es posible que el cambio en el reparto del poder ocurrido en 2018 suscite diferentes tipos de movilizaciones en otras entidades.

La sociedad civil mexicana, tan a menudo menospreciada por la retórica presidencial reciente, no ha dejado de dar señales de creciente vigor. Como siempre, la sociedad va varios pasos delante de los gobiernos y partidos. A pesar de ello, también es un hecho que, lentamente, estamos observando cambios importantes en la representación y los gobiernos. Los congresos locales y federales tienen por primera vez una integración casi paritaria. Al mismo tiempo, tenemos una cifra récord de presidentas municipales en el país: aproximadamente uno de cada cuatro municipios del país es gobernado por una mujer. Todas las diputadas y presidentas municipales hoy en funciones podrán buscar la reelección a sus cargos. En los próximos meses se comenzará a implementar la más reciente reforma constitucional de paridad, misma que obliga a todos los gabinetes de gobierno a tener una integración paritaria.

El creciente papel de las organizaciones y colectivos de mujeres exigiendo mejores resultados de sus gobiernos y el cada vez mayor número de mujeres en cargos de decisión en diferentes ámbitos y niveles de gobierno tienen el potencial de cambiar la forma en que se hace política en México. Hago votos porque así sea.

 

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