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Chile y las lecciones de América Latina

Javier Aparicio

Javier Aparicio

 

En las últimas semanas ha habido protestas y manifestaciones masivas en diversos países de América Latina: Bolivia, Ecuador, Haití, Nicaragua, Chile. En la mayoría de estos episodios ha habido diferentes niveles de represión gubernamental, una criminalización de la protesta y una denuncia oficial de conspiraciones de diferente origen. Tanto Sebastián Piñera como Evo Morales, por ejemplo, denunciaron intentos golpistas y acusaron provocaciones desestabilizadoras detrás de las protestas en sus calles: según esto, la derecha neoliberal quería impedir que Morales gobernara por un cuarto periodo, mientras que la izquierda chavista quería desestabilizar el gobierno de Piñera.

Quienes han puesto más atención a las protestas de Ecuador y Chile avizoran el final, ahora sí, de la vertiente latinoamericana de neoliberalismo. Quienes han puesto más atención en las protestas de Bolivia o Venezuela alertan sobre los riesgos de una vertiente latinoamericana de neopopulismo. Vistas desde nuestro país, hay quienes ven señales esperanzadoras en tales episodios: En México no habrá estas protestas porque finalmente ganó un gobierno popular. Otros ven señales desesperanzadoras porque temen que nuestra democracia se vea debilitada como la algunos de estos países, ¿será?

Un problema de ambos tipos de reacciones —el aplaudir las protestas contra los gobiernos opuestos ideológicamente y condenar aquellas contra gobiernos ideológicamente afines— es que ignoran o minimizan los muy atendibles agravios de los cientos o miles de personas que están allí, en las calles y plazas, arriesgando sus vidas para denunciar malos gobiernos de un signo u otro.

Me concentraré por un momento en el caso de Chile. Hay quienes dicen que las multitudinarias protestas de estas semanas son una respuesta al hartazgo social contra el neoliberalismo y la desigualdad de aquel país. Repasemos la historia política reciente. Tras el fin de la dictadura pinochetista, Chile ha transitado hacia un régimen democrático relativamente estable. Tres de los últimos cinco presidentes chilenos han provenido de coaliciones de izquierda: Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, quien gobernó dos periodos no consecutivos. ¿Acaso esos gobiernos no prometieron o pudieron terminar con el malhadado neoliberalismo? Tras el segundo mandato de Bachelet, Sebastián Piñera también repitió como Presidente. ¿Si Piñera es o fue tan mal Presidente, cómo pudo repetir en el poder?

Consideremos ahora el papel de la desigualdad. Es un hecho que ocho de los 20 países más desiguales del mundo se encuentran en América Latina, el resto están en África. Sin embargo, a diferencia de los países africanos, la desigualdad ha disminuido en mayor o menor medida en la mayoría de los países latinoamericanos. Las diferencias al interior de la región son importantes: la desigualdad en la distribución del ingreso de Chile es muy similar a la de México. Por un lado, Colombia y Brasil son aún más desiguales. Por el otro, Argentina y Bolivia son menos desiguales. Sin embargo, Chile es el país más rico de América Latina. ¿Si la desigualdad es una de las constantes de la región, y de Chile en particular, por qué es que hasta años recientes se observan protestas masivas exigiendo más redistribución y mejores servicios públicos?

Chile y México son similares en dos aspectos clave adicionales: su recaudación fiscal, como proporción del PIB, es de las más bajas de los países de la OCDE, menos de un 20 por ciento. Al mismo tiempo, la incidencia del gasto público —medida como el cambio en el coeficiente de Gini antes y después de impuestos y transferencias— es de las más modestas: ambos países gastan poco, y mal, en políticas redistributivas. Para mejorar la redistribución del ingreso, ambos países requieren mayores impuestos.

Es posible que detrás de las protestas de Chile exista una clase media que espera más de su sistema político: que protesta ante los precios del metro, sí, pero que lo hace masivamente ante la posibilidad de que su gobierno opte por la represión.

Hay insatisfacción con gobiernos de izquierda y derecha en América Latina. En el caso de Chile es muy probable que Sebastián Piñera deje el poder en dos años. Quizás antes. En el caso de Bolivia, no sabemos cuándo dejará el poder Evo Morales. Hay que estar atentos a las lecciones de la región.

 

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