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Cuba y la lucha latinoamericana (II)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

En las dos semanas que transcurrieron entre mi colaboración previa del 1º de agosto y esta entrega, miles de personas se manifestaron en cuarenta ciudades cubanas demandando al gobierno respuestas ante la falta de alimentos, medicinas y la ausencia de apoyos para enfrentar una fuerte epidemia de covid-19. Tal vez lo más relevante fue expresar por primera vez, de manera abierta y masiva, su hartazgo por las restricciones a la libertad de expresión y de reunión.

En contraste con la proclama revolucionaria de Fidel Castro de “¡patria o muerte, venceremos!”, ahora la gente coreaba: “¡patria y vida!”.

Si bien las marchas transcurrieron de manera pacífica, en algunos lugares las fuerzas policíacas y grupos de civiles no identificados (tipo Los Halcones que vimos en esta ciudad en 1971, llamadas en Cuba “brigadas de respuesta rápida”) detuvieron a centenas de personas, quienes fueron llevadas a centros de detención no conocidos; hasta donde se sabe, la mayoría fue liberada horas después.

El presidente Miguel Mario Díaz-Canel declaró que se trataba de grupos subversivos que sólo buscan crear miedo en la población, acusó a Estados Unidos de estar atrás de este movimiento. Organizó, junto a Raúl Castro, una masiva manifestación de “reafirmación revolucionaria” en la cual aseguró que es mentira que el gobierno cubano “reprima a su pueblo”.

Por su lado, el presidente Biden reaccionó de inmediato con nuevas sanciones contra la Policía Nacional Revolucionaria y sus dirigentes, advirtió que tomará otras medidas si no se producen cambios “drásticos” en la isla. Se reunió con miembros de la diáspora cubana radicada en Florida, descendientes de tercera generación de los enemigos históricos que salieron de la isla al tomar el poder Fidel Castro y su ejército hace ya más de… ¡sesenta años!

El tono de sus palabras rompió con la mesura mostrada hasta ahora: “La situación en Cuba es intolerable a causa del fallido régimen comunista; ¡tomaremos las medidas concertadas para impulsar la causa del pueblo cubano, escuchamos sus voces y gritos de libertad…!”.

¿Qué alcance debemos darles a estas palabras? ¿Restringirá el importante comercio bilateral entre ambos países? ¿Mantendrá las medidas de acercamiento de su amigo el expresidente Obama cuando visitó la isla y saludó afectuosamente a Raúl Castro? ¿Convalidará la decisión de Trump de eliminar las medidas de Obama? ¿Se distanciará del influyente lobby cubano de Florida, estado donde Donald Trump radica y aprovechará este asunto para alentar sus bases y, eventualmente, reposicionarse?

El presidente López Obrador envió dos buques de la Marina con alimentos y medicinas, lo que calificó como un “acto humanitario” y de solidaridad con el pueblo cubano. Señaló que México es un país soberano y no tiene por qué consultar con nadie este tipo de acciones, declaró que “Cuba es un ejemplo de resistencia y merece ser declarado Patrimonio de la Humanidad”, calificando la política estadunidense como “medieval”.

No es nada nuevo que México y Estados Unidos discrepen sobre Cuba. Ha sido un valor entendido que ello no debe afectar la relación bilateral, es una especie de concesión mutua: para el gobierno mexicano ha sido una manera de congraciarse con los grupos políticos de izquierda, para el gobierno estadunidense es, en el fondo, un tema secundario, más ahora que durante los años de la llamada Guerra Fría donde les interesaba evitar la presencia soviética en esta región del mundo.

Sin embargo, Cuba no es el único país latinoamericano que se debate sobre su orientación política. En un gradual, pero constante, desarrollo regional, hoy Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Perú o Argentina tienen gobiernos con claras orientaciones socialistas; cada uno con sus propias definiciones y alcance, pero similares en tanto ser proclives a privilegiar las demandas de las mayorías marginadas, rechazando la llamada política neoliberal, entendida como aquella que busca el desarrollo económico en las fuerzas del mercado y, por lo tanto, una menor intervención de los gobiernos.

En próxima colaboración trataré de avanzar algunos posibles desenlaces de esta coyuntura regional de posible trascendencia para México y la región latinoamericana.

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