Fronteras compartidas, futuro compartido (I)

Gustavo Mohar
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El trabajo se desarrolló en 2016, antes de que Trump iniciara su sorpresiva y desconcertante carrera hacia la Casa Blanca. Tuvimos sólo tres reuniones presenciales y múltiples intercambios de mensajes, compartimos notas, lecturas y experiencias. El grupo fue convocado por el centro de investigación Center for Global Development, basado en Washington, nuestro objetivo se limitó a profundizar en la historia, las oportunidades y los retos que enfrenta el flujo de trabajadores migrantes que van a Estados Unidos con la idea de trabajar por un tiempo y regresar a sus lugares de origen.

Este tipo de migración circular prevaleció durante décadas entre nuestros dos países. Era parte natural de la complementariedad de los mercados laborales, en especial en el sector agrícola, donde la mano de obra mexicana iba siguiendo el ciclo de cosechas en California, Texas, Colorado y otros estados, para regresar a sus casas con unos dólares y volver al ciclo agrícola del año siguiente.

Se cruzaban la frontera entre los dos países sin problema, lo que llegó a conformar una especie de comunidad fronteriza fusionada. Los mexicanos se cruzaban para ir de compras o visitar a sus familiares, y los del otro lado, lo hacían para disfrutar de las playas o los centros de diversión donde los menores de 21 años podían beber, ya que prevalece hasta hoy en nuestro vecino del norte ese límite de edad para que puedan consumir alcohol.

El entendimiento para hacer los movimientos laborales de común acuerdo entre ambos países empezó en los tiempos de don Porfirio Díaz. Luego, en la Segunda Guerra Mundial se firmó el llamado Programa Bracero, vigente de 1942 a 1964, por el cual millones de mexicanos fueron a los campos del norte y muchos de ellos decidieron establecerse allá. Con Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo hubo algunos intentos de firmar un programa de trabajadores temporales, pero siempre Estados Unidos lo condicionaba a que se le concediera un acceso preferente al petróleo mexicano. En las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, el presidente Salinas dijo que quería “exportar productos, no gente”. Fox impulsó una iniciativa liderada por su canciller, Jorge Castañeda, para alcanzar un entendimiento que pusiera orden y legalidad a la migración entre los dos países.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 dieron al traste con ese intento y desde entonces Estados Unidos discute el tema como un asunto doméstico, sin considerar que México y millones de mexicanos son parte de este asunto y sus políticas los afectan de manera directa.

Hoy, Trump retoma este tema con un ánimo racista y agresivo que ha quedado documentado de manera extensiva por todos los medios. Estigmatiza a los migrantes mexicanos, a la frontera común y hace del tema uno de los pilares para lograr el apoyo de su base electoral. Hoy, como nunca, la retórica antiinmigrante de la que se ocupa la Casa Blanca ha provocado más daño y que se infrinjan más injusticias a nuestros paisanos.

Por ello, el informe adquiere relevancia y oportunidad. Es una contribución con un enfoque pragmático, técnico, que delimita las responsabilidades que cada país debería asumir, propone mecanismos bilaterales concretos de coordinación y comunicación para administrar futuros flujos temporales, de manera que ambas partes —empleadores y trabajadores— salgan ganando.

Busca la coordinación bilateral en contraste con la formulación unilateral de medidas que nuestros vecinos nos quieren imponer, en un tema que por su esencia compete a las dos naciones. En las leyes migratorias vigentes en ese país se prevé el otorgamiento de visas temporales para trabajadores agrícolas y de otros sectores no calificados. Hoy, cerca de 150 mil de esas visas se otorgan a mexicanos, sin conocimiento por parte de las autoridades mexicanas. ¿Se sabe si son reclutados por enganchadores inescrupulosos que los engañan y les cobran dinero sin razón? ¿Se respeta en sus condiciones de trabajo lo que marca la Constitución, la Ley Federal del Trabajo? ¿Los empleadores cumplen lo que les ofrecieron? ¿Se notifica a los consulados mexicanos de su llegada para que brinden la protección y asesoría pertinente?

La declaración hecha en Hannover por el canciller Luis Videgaray, en el sentido de que México tiene interés en alcanzar un acuerdo para trabajadores agrícolas temporales, pudiera ser el primer paso para iniciar una negociación con Trump y su equipo, y para que empiecen a entender que a Norteamérica no sólo le debe importar el comercio de bienes y servicios, sino el enorme valor de su gente, en el destino común que comparten. En mi próxima entrega abundaré en el tema.

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