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Trump, el narciso (IV y último)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Se especula si cumplirá lo que ofreció hacer durante su campaña, o si moderará su discurso y será “pragmático” en la toma de decisiones sobre temas tan complejos como la relación de su gobierno con China, Rusia, Israel, Corea del Norte, México, y si revocará el Acuerdo de París y los tratados de libre comercio.

También en el ámbito de su política interna nadie sabe si en verdad eliminará el sistema de salud pública (Obamacare) impulsado por su antecesor, deportará a “millones” de migrantes indocumentados, rebajará de manera drástica los impuestos a las empresas y con ello creará “millones” de nuevos empleos, impulsará las fuentes de energía tradicionales (petróleo, gas y carbón) en lugar de continuar con el apoyo al desarrollo de las energías renovables. Tampoco sabemos si seguirá con sus impulsos viscerales mediante tuits simplones.

En suma, estamos a unos días de que tome posesión del cargo y podamos conocer quién es en verdad este personaje que ganó la Presidencia del país más poderoso del mundo, no obstante que perdió el voto popular: de un total de 128,824,833 votos emitidos, Hillary Clinton obtuvo ¡2,865,075 votos más! La mayoría que alcanzó Trump en los llamados Colegios Electorales se decidió por no más de 77 mil votos en los llamados “swing states”, (¡el 0.06 por ciento del total de votantes!) son aquellos que no tienen una preferencia partidista definida.

No obstante lo anterior, cerca de 63 millones de personas lo prefirieron, ¿Buscará mantener su apoyo y reelegirse en cuatro años? Para lograrlo tendrá que responder con hechos a las expectativas que les creó ¿lo hará a base de continuar con un discurso y peor aún con decisiones que alimenten miedo, rencor, divisionismo, racismo, y misoginia?

Se piensa que una democracia madura como es la de EU tendrá la fortaleza de frenar los desplantes de Trump, que sus instituciones someterán a un escrutinio constante las acciones del nuevo Presidente para preservar los principios de legalidad, responsabilidad y rendición de cuentas que han caracterizado al gobierno de ese país durante décadas.

Sin embargo, hay un aspecto que pondrá a prueba lo anterior: el perfil sicológico-mental de Donald Trump. No pretendo contar con el conocimiento técnico para hacer un diagnóstico clínico, pero recurro a la Enciclopedia Médica que describe las características de una persona con trastorno de personalidad narcisista: “reaccionar a la crítica con sentimientos de rabia, aprovecharse de otros para lograr sus propias metas, tener sentimientos excesivos de egocentrismo, exagerar sus logros y talentos, requerir atención y admiración constantes, desdeñar los sentimientos de otros y tener poca capacidad para sentir empatía, tener un interés obsesivo en sí mismo”.

Si relacionamos esta larga lista con lo que hasta hoy conocemos sobre cómo piensa y reacciona el señor Trump, es fácil identificar similitudes. Por ejemplo: su obsesión por usar su apellido en todas sus construcciones habla de un enorme ego, decir que él es su “mejor asesor”, que sabe más que los militares sobre cómo acabar con el Estado Islámico, su obsesivo cuidado sobre su físico, en especial sobre su dorada cabellera, desdeñar y mentir sobre las denuncias y reclamos de las mujeres que ha abusado, ofender a los migrantes mexicanos sin sentir la menor empatía por su valor, trabajo y deseo de brindar a sus hijos mejores oportunidades.

Trump hace uso de adjetivos exagerados sobe su familia y sus colaboradores electos, ya que él sólo trabaja y reconoce a quienes considera sus iguales, es decir: acaudalados empresarios, ideólogos conservadores, dogmáticos antiinmigrantes, adversarios a las preocupaciones mundiales sobre el medio ambiente y belicistas creyentes en el uso de las armas como solución de los conflictos. En palabras de Trump, todos ellos son “fantásticos”, “grandiosos”.

Obama ha dicho que la realidad que vive quien ocupa la Oficina Oval de la Casa Blanca acabará por imponerse a las fantasías de Trump. Esperemos que así sea, pero como bien saben mis amigas y amigos sicoanalistas, el narcisismo es una característica muy difícil de cambiar y menos cuando se tiene 70 años.

Pero quiero terminar el año con un mensaje de aliento: hoy vivimos en una época en la que los dirigentes de todo el mundo cuentan con mucho menos poder del que ellos piensan, los ciudadanos, tanto en lo individual como organizados, han demostrado contar con medios y poder suficientes para hacerlos responsables de sus actos mediante denuncias en las redes sociales, en los medios y, de ser necesario, en los tribunales.

Me atrevo a prever que si Donald Trump persiste en actitudes de un narcisismo desenfrenado, se enfrentará a la opinión pública de su país y del mundo; a los que creemos en la legalidad, en la ética y en la dignidad de las personas; a los que queremos dejar a nuestros hijos un medio ambiente sano y un mundo en paz con una convivencia social basada en el respeto a los demás. En tanto conocemos lo que hará Trump en la Casa Blanca, pensemos que la democracia de Estados Unidos pasará esta prueba, por ello les deseo un feliz 2017.

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