Diálogos transfronterizos

Gustavo Mohar
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El puente que va desde el aeropuerto internacional de Tijuana y desemboca en territorio estadunidense es una clara expresión de la integración de esta región. Es extraño caminar por una instalación limpia y eficiente, que pasa por encima de la línea fronteriza, desde donde se puede ver la larga fila de automóviles que esperan hasta dos horas para cruzar las garitas migratorias y aduaneras, y la de personas que aguardan para presentar a los agentes estadunidenses la documentación que les permite “pasar al otro lado”.

En este evento académico expuse algunas ideas sobre cómo reiniciar el diálogo migratorio y fronterizo entre México y Estados Unidos, una vez que quede resuelta la elección presidencial en ese país.

Sostuve que, cualquiera que sea el candidato que gane la preferencia del electorado estadunidense, el tema migratorio y la política hacia la frontera con México son asuntos que ocuparán un lugar destacado en el programa de gobierno de quien ocupe la Casa Blanca.

En el último debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, este último insistió en su retórica antiinmigrante, en especial contra la comunidad latina, y reiteró su intención de construir una “enorme muralla” en la frontera con México para evitar que se internen a ese país “bad hombres” (sic).
      Por su parte, la candidata demócrata ha sostenido que si bien fortalecerá el control de la frontera, también promoverá una reforma migratoria para resolver la situación de ilegalidad y vulnerabilidad que sufren hoy millones de personas y para evitar separar a las familias.

Hoy en día, el tema que más interesa y preocupa en San Diego y Tijuana es la presencia de un gran número de haitianos que buscan entrar a Estados Unidos y que llevan semanas en los albergues del lado mexicano y en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración, rebasadas por su presencia. Estados Unidos autorizó el ingreso del primer grupo de haitianos que llegó a la frontera, pero ha cambiado su política ante el temor de que se genere un flujo masivo de migrantes desde la isla caribeña, que ha quedado una vez más devastada por el huracán Matthew, atraídos por la posibilidad de que se les permita su ingreso a ese país. La situación no se ha resuelto y la opinión generalizada en la región es que el gobierno mexicano no ha definido una política clara y consistente en relación con este grupo de migrantes.
      La opinión que prevalece entre los académicos, estudiantes, activistas, organizaciones sociales y funcionarios mexicanos con los que pude conversar es que el daño que Trump ha causado con su discurso xenófobo y racista no se desvanecerá, aun cuando pierda la elección. Reportan que se han presentado, de manera repetida, incidentes de agresiones contra personas por su simple apariencia, idioma o el color de su piel. En el mismo consulado, un empleado de origen mexicano fue golpeado con severidad por tres racistas, quienes además de lastimarlo le gritaban que se regresara a México.

Si analizamos estos temas en otras regiones del mundo, es fácil observar que lo que está sucediendo en nuestra frontera no es un caso de excepción. Las expresiones antiinmigrantes, racistas, construcción de muros, despliegues de policías fronterizos, deportaciones masivas son acciones que se reproducen de manera preocupante en todo el mundo. Demagogos como Trump encuentran una base de simpatizantes que nos parecen inverosímiles y que muchos nos preguntamos ¿quiénes son estas personas?, ¿dónde viven?, ¿a qué se dedican?

En el mismo San Diego hay ciudades como Escondido que favorecen la candidatura de Trump, no obstante que sus residentes son de ingresos muy altos, lo cual contradice la idea general de que sólo la clase marginada, desempleada resentida e inculta lo sigue.

La presencia de haitianos es otra expresión que el movimiento internacional de personas ha tomado por sorpresa a gobiernos y sociedades, a las autoridades de control fronterizo, de seguridad y de inteligencia. Estos haitianos llegaron a México desde Brasil, de donde fueron expulsados cuando se terminó la construcción de las instalaciones olímpicas. No es difícil imaginar las peripecias que tuvieron que sufrir para cruzar una parte importante del continente americano para poder llegar a la frontera sur de México, donde al parecer se les dio un permiso para permanecer
45 días en el país, mismo que aprovecharon para trasladarse a Tijuana. ¿Les dará permiso Estados Unidos para internarse? ¿Los deportarán a Haití? ¿El gobierno mexicano dará este tipo de permisos a otras nacionalidades provenientes de países devastados por desastres naturales o por guerras, como por ejemplo a sirios que buscaran refugio en nuestro país?

En suma, esta experiencia confirma que es urgente iniciar en nuestro país un diálogo amplio e incluyente para definir una política migratoria clara, tanto frente al nuevo gobierno de Estados Unidos, así como para la migración indocumentada proveniente del sur de nuestra frontera o inclusive de personas que tengan derecho a recibir los beneficios de protección por su condición de refugiados.

Los Diálogos Transfronterizos (XBC, por sus siglas en inglés), iniciados por el consulado general en San Diego, son un muy buen paso en esa dirección.

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