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Venezuela: el gran pendiente de la OEA

Francisco Guerrero Aguirre

Francisco Guerrero Aguirre

Punto de equilibrio

La defensa de la democracia exige definiciones. No hay espacio para las “medias tintas”. Las vacilaciones y las excusas sólo han perpetuado la existencia del régimen criminal encabezado por Nicolás Maduro. En el marco de un gran debate internacional, existe una gran coincidencia: la crisis humanitaria que vive Venezuela se ha profundizado. La situación se agrava a pasos agigantados, produciéndose la mayor migración forzosa en la historia de la región.

En el arranque del 2020 ya se registran más de 5 millones de migrantes y refugiados venezolanos que han salido de su país. De acuerdo con reportes especializados, a finales de este mismo año esta cifra podría superar los 6 millones. La tragedia humana de Venezuela es, por su dimensión, el más grande pendiente de justicia y democracia que ha enfrentado la OEA durante toda su existencia.

David Smolansky, comisionado de la Secretaría General de la OEA para la crisis de migrantes y refugiados venezolanos, señala que Venezuela no solamente vive una dictadura, sino que, con el paso del tiempo, se ha trasformado en un Estado criminal que ha forzado a 5 millones de venezolanos a dejar sus hogares por escasez de alimentos, falta de medicinas, persecución, hiperinflación, cortes eléctricos e inseguridad. Los venezolanos son la población más desplazada del planeta sin haber tenido un conflicto bélico convencional ni una catástrofe natural.

Para dimensionar el tamaño de esta tragedia es importante considerar los siguientes datos:

Aproximadamente, 2.5 millones de los desplazados no tienen documentación o sus pasaportes están próximos a vencer.

Siete de cada diez mujeres que dan a luz en la frontera brasileña o colombiana son venezolanas.

Más de 1.5 millones de refugiados presentan algún síntoma o riesgo de desnutrición.

Al menos 1.1 millones de niños venezolanos refugiados necesitan atención médica.

Ante este escenario catastrófico, con el liderazgo incuestionable de Luis Almagro, la OEA ha sido el foro político donde se ha denunciado y evidenciado la tiranía del gobierno usurpador de Nicolás Maduro. Sin embargo, el régimen ha encontrado aliados interesados que le han permitido mantenerse en el poder de manera ilegítima.

Claramente, la labor de la OEA en torno a Venezuela sigue siendo una asignatura pendiente. La única salida a la crisis pasa, como lo ha señalado el Consejo Permanente de la Organización, por la realización de nuevas elecciones presidenciales con todas las garantías necesarias para un proceso libre, justo, transparente y legítimo, con la presencia de observadores internacionales.

Aquellas voces que sugieren relegar la solución de la tragedia venezolana a un segundo plano de atención, cobijados por un lenguaje diplomático, neutral y poco comprometido, se equivocan diametralmente.

Balance

Venezuela es el mayor reto para la vigencia de los valores fundacionales de la Carta Democrática Interamericana. No será guardando el tema debajo del tapete de las palabras huecas como se resolverá un asunto de tal trascendencia para nuestro continente. No existe otro camino que la condena firme e inequívoca para los usurpadores, haciendo todos los esfuerzos para exigir el retorno de la democracia en Venezuela.

Las dictaduras son indefendibles por principio, pero también por mérito propio. Una dictadura no genera oportunidades para la gente, las reprime. Una dictadura no combate la pobreza, la profundiza. Una dictadura no libera ni emancipa, destruye la dignidad humana. Los que viven bajo las dictaduras deben saber que no están solos, que cuentan con la OEA y que la complicidad y permisividad hacia las dictaduras, de donde vengan, no tienen cabida en la Organización.

No hay espacio para “neutralidades” a conveniencia. Como ha señalado, con razón, Luis Almagro, recordando a Desmond Tutu, “si eres neutral respecto a una injusticia, estás escogiendo el lado del opresor”. Los crímenes de la dictadura venezolana exigen justicia y es responsabilidad de la comunidad internacional hacerla llegar, sin excusas ni pretextos. Una solución integral a la tragedia venezolana sigue siendo el gran pendiente de la OEA.

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