Al Zócalo, disputa sobre T-MEC; AMLO dejará a su sucesor los costos de un revés anunciado

Francisco Garfias Arsenal
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Llevar al Zócalo la controversia con Estados Unidos y Canadá sobre la política energética de México no sólo es un acto de populismo del presidente López Obrador, sino el anuncio de que no habrá acuerdo con nuestros socios en el T-MEC.

El tabasqueño convocará al pueblo la noche del Grito en el Zócalo y el 16 de septiembre, Día de la Independencia, va a fijar su postura sobre la controversia.

Más claro ni el agua.

Ya sabemos lo que va a decir: México no viola el T-MEC y la nación tiene el dominio sobre los hidrocarburos. Llamará “traidores” a los que no compartan su postura.

*En Estados Unidos saben de las nulas posibilidades de llegar a un arreglo en la etapa de consulta, primero, y en los paneles de solución de controversias que seguirán después.

“Dado que es probable que el proceso dure de seis meses a más de un año, las consecuencias reales de la disputa serán abordadas por el sucesor de López Obrador en 2024”, escribe Carlos Petersen, consultor del Grupo Eurasia.

La consulta se centrará en la famosa Ley de la Industria Eléctrica –avalada por la SCJN por un voto–, que prioriza el despacho de energía eléctrica a la red desde la CFE sobre empresas privadas. Las demoras, denegación y revocación de permisos a empresas de EU y Canadá para operar en México, así como la incapacidad de Pemex para cumplir con los requisitos de contenido máximo de azufre, integran también la parte medular de la disputa.

A partir de que Katherine Tai, representante de Comercio de Estados Unidos, solicitó las consultas –el pasado 20 de julio–, hay un máximo de 30 días para instalarlas y de 75 días para llegar a una solución.

Si en ese lapso no hay arreglo, se establecerá un panel de controversias en octubre. Los panelistas tienen hasta 180 días para llegar a una resolución.

Si México pierde, tiene 45 días para satisfacer los cambios que demandan sus socios comerciales. De lo contrario, los demandantes tienen derecho a ponerle aranceles a exportaciones mexicanas en una cantidad de productos hasta equiparar el daño ocasionado.

Hablamos de exportaciones de azúcar, tomate, aguacate, automóviles y autopartes… El daño podría ser hasta de 30 mil millones de dólares, calculan los expertos.

“La sanción es contra el exportador mexicano”, nos dice el diputado federal, Ildefonso Guajardo, nombrado por Peña Nieto como jefe del equipo mexicano durante la negociación del T-MEC.

Guajardo recuerda que en el TLCAN, México ganó un panel de Estado a Estado, cuando Estados Unidos no quería cumplir lo del transporte de carga. “Les pusimos aranceles. Gracias a eso se sentaron a negociar”, destacó.

*Estados Unidos intentó resolver las diferencias a través de los mecanismos del T-MEC. No se pudo. Ni John Kerry, representante de Estados Unidos para el Clima, ni el embajador Ken Salazar, tuvieron éxito en las negociaciones directas con AMLO.

Petersen, el consultor de Eurasia, coincide con la administración Biden, ve pocas esperanzas de progreso a través de la diplomacia y está adoptando un enfoque más conflictivo.

“Este esfuerzo tiene un respaldo político notable en Estados Unidos, dada la acusación de que México está discriminando a las empresas de energía no estatales y las energías renovables.

Biden disfruta de una libertad relativamente amplia para presionar sobre el asunto”, puntualiza.

*La formalización de este conflicto está agregando una capa de complejidad a la relación bilateral. Hasta ahora, los problemas se habían tratado a través de canales diplomáticos.

“El carácter formal y de confrontación de este proceso podría abrir la puerta a enfrentamientos en otros temas como el comercio o la inmigración”, advierte Petersen.

Señala: “La relación entre Estados Unidos y México no ha mejorado mucho bajo el mandato de López Obrador. Su relación transaccional con el presidente Trump ha dado paso a una casi inexistente con el presidente Biden.

“La disputa energética sugiere que López Obrador no está dispuesto a hacer a un lado una política energética estatista a favor de vínculos comerciales o de inversión más profundos, a pesar de las oportunidades de “localización cercana” que brinda el T-MEC y la guerra comercial entre EU y China”, concluye.

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