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Que hablen bien, que hablen mal, pero que hablen

Fernando Islas

Fernando Islas

¿Quién duda hasta el momento que Claudia Sheinbaum lleva la delantera en la carrera hacia 2024? En un periodo corto de tiempo, una entrevista amplia, y la portada, de El País Semanal, otra para la BBC de Londres y un ensayo de su autoría para The Economist (la revista que López Obrador calificó de “majadera y mentirosa”) colocan a Sheinbaum en boca de todos, esto es, de chairos y fifís. En el entorno de la jefa de Gobierno de la CDMX bien podrían citar una frase atribuida al pintor Salvador Dalí: “Que hablen bien, que hablen mal, lo importante es que hablen”.

El efecto que logró Sheinbaum es el síntoma de los críticos de la 4T, que lanzaron sus dardos sobre El País. Esos mismos críticos celebraron en grande la cobertura del importante periódico español en los primeros meses de la pandemia, en especial por las “graves contradicciones”, señalaron, a los informes diarios del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. El caso es que El País pasó, en cuestión de minutos, de ser un medio de referencia a “vender” la entrevista a la más que destapada candidata a la Presidencia, desde hace tiempo en descarada campaña, codo a codo con el Presidente en diversos eventos.

La semana pasada, en el marco de las revisiones de sedes del Mundial de 2026 que organizarán conjuntamente México, Estados Unidos y Canadá, durante una reunión con los comisarios de la FIFA, Sheinbaum dijo: “Quiero ofrecerles el primer partido aquí en la Ciudad de México, en el Azteca. Estoy segura de que será también aquí, en la ciudad, si nos lo permiten, el Congreso anual de la FIFA del 2026”. En realidad, lo que quiso decir fue: “Será un honor inaugurar el tercer Mundial que organiza México”.

A los colegas profesionales que se molestaron con El País habría que recordarles un famoso refrán: “Cuando veas las barbas del vecino rasurar, pon las tuyas a remojar”. Nota bene: Hay medios que han hecho propaganda de éste o de cualquier otro gobierno. Y gratis.

Sin embargo, es impresionante lo que uno ve en los diversos espacios. Ya no existe, decididamente, una sola postura y es posible autorrecetarse un coctel de opiniones. Por ejemplo, al escuchar a Claudio X. González considerarse “más de izquierda que de derecha”, en una charla con Carlos Loret de Mola, recordé una entrevista a René Avilés Fabila (1940-2016) publicada en estas páginas (en las que trabajó y colaboró durante unos 40 años) en septiembre de 2014: “Hace poco un alumno me preguntó: ‘Maestro, ¿usted es de izquierda?’. Dije: ‘No, yo soy marxista-leninista’. Ahora hay que diferenciarse de aquellos que dicen: ‘Soy de izquierda’. Marcelo Ebrard de pronto declara: ‘Yo soy de izquierda’. Yo me infarto”.

Los oportunistas en política no siempre se salen con la suya. Ahí está el caso de Ricardo Anaya, autoexiliado o, mejor dicho, prófugo de la cuestionada, y yo diría que “peligrosa” justicia de nuestro país. ¿Quién se siente seguro y confiado en un Ministerio Público o ante cualquier juez? Caso peculiar el de Marcelo Ebrard, de larga trayectoria en la élite del PRI, camachista converso al lopezobradorismo, eficaz operador de las relaciones exteriores de la 4T, como se ha advertido en los encuentros de Andrés Manuel López Obrador con sus pares Donald Trump y Joe Biden. Volviendo al inicio de este texto, todo apunta a que el canciller pagará la dolorosa factura de la Línea 12 del Metro, lo que no lo elimina, de facto, como aspirante a la candidatura de 2024.

El tercero en discordia es el senador Ricardo Monreal, quien ni se ofende ni se acongoja ante un escenario que no le favorece. Trae Monreal las dosis de veneno que cualquier drama requiere, lo que completa el escenario para esa gran puesta en escena, con Claudia y Marcelo, en los papeles protagónicos, pero ella con los reflectores encima.

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