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Privilegios

Fernando Islas

Fernando Islas

 

Hay de privilegios a privilegios. Visitar las colecciones de diversos museos, ya lo dijo un gran poeta, supone experimentar los privilegios de la vista. Ayudar a poblaciones vulnerables sin esperar nada a cambio provoca una satisfacción de verdad indescriptible que cuenta como privilegio. Las anteriores, ir a museos y ayudar al prójimo, son dos acciones que hablan directo al corazón y que recomiendo ampliamente.

Sin embargo, nunca faltan los mezquinos. Ser parte de una nómina sin hacer el mínimo esfuerzo siquiera es un privilegio que gozan algunos. Ya se sabe. En tanto el resto de los compañeros de trabajo siempre está al pie de cañón, los “aviadores” se la pasan a todo dar, con quincenas y prestaciones puntuales.

Entre los privilegiados se encuentran aquellos que no pagan impuestos millonarios. Se trata de beneficios inexplicables. En ese rubro podríamos ubicar a los que ganan contratos sin licitar. Hay gente que en su vida ha batallado por llegar a fin de mes o que desconoce el hambre. Ignora que es privilegiada. Emilio Lozoya abusó de su condición, se armó un escándalo y ahora duerme en prisión.

Están también, finalmente, en este veloz recorrido, los que pisan la cárcel, pero con privilegios. Hace un año, Jon Schaffer fue reconocido por sus seguidores cuando lo vieron en las imágenes del asalto al Capitolio. El señor Schaffer, guitarrista de la banda de heavy metal Iced Earth, que cofundó hacia finales de los años 80, eventualmente se entregó a las autoridades, que lo hallaron culpable de un par de cargos por los que permaneció encerrado “dos meses en el infierno”, según su propia descripción. En ese tiempo, debido a su “relevancia pública”, Schaffer fue separado del resto de los internos, privilegio del que muy pocos pueden gozar.

Resulta desconcertante que el principal privilegiado de ese ataque sea su instigador, que en el último año la ha pasado nada mal en sus lugares favoritos, los campos de golf, y que difícilmente veremos tras las rejas. Desde su posición privilegiada, Donald Trump envió un comunicado en el que acusa al hoy presidente de su país de usar su nombre “para tratar de dividir aún más a Estados Unidos(...). Este teatro político es sólo para distraer la atención del hecho de que Biden ha fracasado completa y totalmente”.

Como se ve, hay privilegiados con foro permanente. En mayor o menor medida, algo es cierto en la historia de Jon Schaffer. Su “relevancia pública” también le otorga ciertas licencias, como la de poner en duda la existencia de covid-19. Se trata, en sus propias palabras, de “una campaña de guerra sicológica contra la gente más que una pandemia grave”. 

Pero si hablamos de licencias en el contexto de la pandemia, qué le parece a usted la de Novak Djokovic, superestrella del circuito del tenis profesional, aislado en un hotel de Melbourne por no estar vacunado y recibir solamente una exención médica. El tenista serbio, número uno del ranking mundial, fue a Australia a defender el título que ganó el año pasado. Su caso ya puso en tensión a los gobiernos de la isla de Oceanía y el país balcánico, que demandó un trato de acuerdo a su categoría, esto es, un hotel de cinco estrellas. Privilegios en tanto las autoridades competentes resuelven su situación.

En el mundo deportivo está asimismo el caso de Kyrie Irving, basquetbolista que juega en los Nets de Brooklyn en la NBA, enemigo de las vacunas. La temporada inició en octubre, pero Irving debutó a media semana debido a las bajas que hay en el equipo, precisamente por casos covid-19, pero no podrá presentarse en Nueva York ni en Toronto, donde la vacuna es obligatoria, lo que significa que jugará menos de la mitad de los 82 partidos que cada equipo NBA debe disputar. ¿Excepción? ¿Privilegio? ¿Egoísmo? Kyrie Irving gana más de 33 millones de dólares al año.

 

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