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Nacho Trelles, un hombre lleno de luces

Fernando Islas

Fernando Islas

Apenas se sentó en un sofá de la sala de su casa de la colonia San Miguel Chapultepec, Nacho Trelles empezó a sobarse la pierna derecha, fractura provocada, inició su relato, debido a un choque en el pasto con El Pulques León, portero del Marte. Fue durante su primer partido con el Atlante, equipo con el que había firmado por dos temporadas, pero también fue su despedida de las canchas. Eso ocurrió en 1948, pero don Nacho se quejaba de esa dolencia como si hubiera ocurrido unos días atrás: “¡Y ni siquiera marcaron falta!”. Esa desafortunada acción lo condujo a su verdadera vocación, la de entrenador, profesión de la que fue uno de sus hombres fundacionales.

La entrevista fue en su cumpleaños 99. Gracias a las diligencias de su hija María Eugenia, Nacho Trelles nos recibió hacia la media tarde. A la cita acudieron Jesús del Muro, Aarón Padilla y el ingeniero José Luis Lamadrid, tres de sus antiguos jugadores, discípulos y amigos, además de quien esto escribe y Carlos Barrón, que en ese entonces prestaba sus servicios en esta casa editorial y ahora libra batallas en ESPN, el famoso canal de contenidos deportivos.

Del Muro le llevó de regalo un globo terráqueo: “Aquí lo puedes ver, nada más con ayuda de una lupa, para que te acuerdes de todos los lugares a donde hemos ido”.

Nacho Trelles tuvo una vida singular por el futbol y para el futbol. Nació cuando la Revolución Mexicana dejó de echar balazos y atravesó todo el siglo XX, convirtiéndose en un personaje fundamental de generaciones enteras de futbolistas, pero también de nuestra vida pública. Su muerte, ocurrida el miércoles pasado, a los 103 años, fue una triste noticia que se agregó a las novedades del coronavirus que tiene al planeta en vilo. Pero los hechos y los dichos de don Nacho vivirán en la memoria de un sinnúmero de emocionados aficionados. Nunca hubo nadie como él para explicar las características del balompié mexicano con elegancia, generosidad y convicción.

Aquella fue una tarde deliciosa, entre pasteles, vino tinto y una larga conversación al calor del futbol. Don Nacho contempló con curiosidad el globo terráqueo. Finalmente, el mundo es un balón: “De lo único de lo que me arrepiento es no haber aprendido a escribir a máquina. Me hubiera encantado dejar escritos de tantas cosas que viví, todos los lugares y personas que conocí”.

Un año después, ya con los preparativos para su fiesta de centenario casi listos, Nacho Trelles atendió la invitación de Excélsior. Llegó a la redacción de La Esquina de la Información antes del mediodía del 11 de julio de 2016. “Estoy impresionado con el periódico. No me lo imaginaba así”, expresó al tiempo que echaba un vistazo a las áreas de trabajo de redactores, editores y diseñadores que ya se encontraban en el diario. Avanzamos al sitio en el que habríamos de recordar el pasado para comprender el presente. Dos viejos balones de cuero y otro más de rugby le llamaron la atención, además de algunas fotografías de su época como entrenador pertenecientes al archivo de El Periódico de la Vida Nacional. Su vida en los banquillos fue tan notable como picante, de 1957 a 1969 al frente de la Selección Nacional.

Al escribir estas líneas me entero que, precisamente, su hija María Eugenia se ha dedicado a preparar un libro de la vida de su padre, Nacho Trelles, un hombre lleno de luces, a caballo entre la formación de jugadores y la polémica con los árbitros. Entre imágenes y palabras se puede mirar un partido, o varios, muchos de los cuales continúan jugándose en un tercer tiempo interminable. Don Nacho fue el mejor para descifrar las jugadas clave.

En medio de una crisis sanitaria global falleció Nacho Trelles, quien tendrá los homenajes que merece una vez que los estadios, en estos días esqueletos de multitudes, como escribió Mario Benedetti, vuelvan a llenarse para recordarlo.

Para el aficionado mexicano ha sido una extraordinaria aventura acompañar a Nacho Trelles, amante celoso del futbol, que en sus últimos años veía sin volumen. Le ponía “mute” al televisor: “Es que ahora los narradores de los partidos hablan de todo, ¡menos del partido!”.

 

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