Para que gane la oposición el 2024

Fernando Belaunzarán
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En política no hay nada escrito. Además de circunstancias dinámicas e imponderables, lo que hagan o dejen de hacer los distintos actores –institucionales, sociales o emergentes– incide en la vida pública. En democracia los márgenes de incertidumbre son amplios y, a pesar de los retrocesos autoritarios, la elección presidencial en 2024 es una incógnita, no solo respecto a quienes serán los contendientes sino también al resultado de la contienda. El oficialismo puede ser derrotado.

La sucesión adelantada por el presidente López Obrador no solo respondió a la necesidad de detener la caída de su corcholata favorita, Claudia Sheinbaun, tras las derrotas de Morena en la CDMX. También genera la ilusión de que la disputa por la conducción del país se restringe a las opciones de su dedo índice, como si la oposición no tuviera oportunidad y, en consecuencia, las fallas, errores e insuficiencias de su gobierno solo pudieran ser resueltas por el tapado designado, tratando de evitar que la creciente inconformidad fortalezca al campo contrario.

La peor respuesta de la oposición a la precoz carrera sucesoria es el pasmo. En lugar de ser simples observadores de la lucha palaciega por el dedazo, quienes plantean enfrentar al bloque oficialista deben ocuparse en construir desde ahora el escenario ganador; no sólo para impedir que el imaginario social del cambio de gobierno sea dominado por el activismo de los suspirantes a la gracia presidencial, sino porque hay mucho por hacer para que la posibilidad de la victoria se concrete. Sobra decir que no será un día de campo.

La unidad lograda en 2021 con Va por México debiera ser el punto de partida para extenderla, profundizarla y fortalecerla; pero hoy no existe la seguridad de que se mantendrá para la elección presidencial. Mientras eso se define, los ciudadanos que rechazan el continuismo de la 4T no pueden conformarse con tronarse los dedos hasta que los partidos se decidan en los tiempos marcados por sus estatutos internos, siendo que el Presidente está dedicado en operar la sucesión con recursos del Estado, cargando los dados a favor de su facción.

Muchos ciudadanos sienten la urgencia de participar porque ven con preocupación la destrucción de instituciones, la restauración del presidencialismo autoritario, el deterioro de la vida pública, el agravamiento de los problemas, etc., y no encuentran el lugar ni los canales para hacerlo. Saben que el rumbo del país se determinará en las urnas y que no hay tiempo que perder. A eso responde la iniciativa del Frente Cívico Nacional.

El planteamiento es construir un espacio plural que se replique en las entidades del país y abrace las causas que hoy incomodan al poder como la libertad de expresión, defensa de derechos humanos, atención a víctimas, paz y seguridad, igualdad de género, medio ambiente, combate efectivo a la pobreza y a toda forma discriminación, transparencia y rendición de cuentas, federalismo, acceso a la salud y abasto de medicamentos. Una organización que incida tanto en asuntos locales como nacionales y elabore de manera horizontal un programa alternativo que responda a las necesidades de la gente en el presente y proyecte al país hacia el futuro.

Y, por supuesto, que sea acicate de la unidad, promoviendo un método democrático para que los ciudadanos elijan a la candidata o candidato presidencial de la oposición. Elecciones primarias que contrasten con el reciclado tapadismo oficial, donde sólo cuenta la voluntad de una persona.

El ánimo unitario se constata en la práctica, por eso no riñe ni compite con otros valiosos esfuerzos civiles que empujan hacia la misma dirección, como es el caso de Sí por México. Al contrario, pueden y deben complementarse, llegando unos a donde los otros tienen mayor dificultad para que, a final de cuentas, la opción opositora adquiera mayor fuerza y legitimidad social. Habrá coordinación.

Los partidos de oposición serían los más beneficiados con la irrupción ciudadana en la elaboración del programa y la definición de la candidatura presidencial. Una oportunidad para recuperar credibilidad y salvar la distancia que los separa de la sociedad. Confío que así lo entiendan.

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