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La conspiración

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

No hay héroe sin villanos y, si éstos no existen, habrá que inventarlos. Además, ser la víctima perenne de las fuerzas oscuras que maquinan, a todas horas y sin escrúpulos, para detener a quien se le ha dado la indeclinable misión de liberar al pueblo de sus poderosos opresores da cuenta de valentía, honestidad y compromiso con los más desprotegidos. Parece guion de película infantil y quizá, por eso, aunque sea racionalmente insostenible y no haya manera de probarlo, resulte tan efectivo, al menos para que lo crean y repliquen los fieles devotos que, por cierto, no son pocos.

La abrumadora propaganda oficial trabaja intensamente para acomodar la realidad a esa historieta, empezando por el protagonista y Presidente que, diariamente, la reitera en sus conferencias en Palacio Nacional y en sus videos de fin de semana. En sí, es la continuación de su narrativa opositora, de la larga campaña en la que machaconamente insistió en la supuesta lucha que libraba contra una mafia que defendía ofensivos privilegios.

Ningún crítico se salva de ser puesto entre los conspiradores e, incluso, expusieron al desgaste y descrédito al vocero en la pandemia, el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, quien señaló un delirante contubernio de prestigiosos medios internacionales, coBEmo el New York Times, Wall Street Jornal y El País, para desmentir sus cifras.

Si le funcionó a Andrés Manuel López Obrador como opositor es porque la sencillez facilita la comunicación y el relato, no obstante sus inconsistencias, contradicciones y mentiras, tiene partes sensibles de verdad que son irrebatibles: los agravios a la población ocasionados por excesos y corruptelas de políticos y potentados en ejercicio de su ostentosa impunidad, así como el desamparo en el que viven amplios sectores de la población en una sociedad marcadamente injusta y desigual.

Desde los videoescándalos en 2004 recurrió al complot y el juicio de desafuero terminó favoreciéndolo porque le dio verosimilitud a su victimismo: el poder quería hacerlo a un lado de la sucesión.

Desde entonces, utiliza el mismo atajo para zanjar cualquier cuestionamiento, algo que no cambió con su arribo a la presidencia. Para él, gobernar es comunicar y lo hace como si fuera el mismo candidato que, en lugar de ejercer con amplia discreción sus facultades como mandatario y tener que rendir cuentas por ello, asegura seguir enfrentando conspiraciones malévolas por parte de intereses inconfesables.

Si supo jalar los hilos del resentimiento y crecer navegando en la polarización que él mismo provocaba para por fin ganar la elección presidencial, ahora los usa para escribir su propia apología, pensando en que si logra establecer una nueva hegemonía política a partir de su liderazgo, la narrativa que le sirve para descalificar moralmente a sus adversarios y justificar su marginación del poder será parte de la historia oficial, en donde se le verá como el héroe que venció un sinfin de conspiraciones, las cuales deberán darse por sentadas con desparpajadas inferencias ante la imposibilidad de ser comprobadas.

El complot es un presupuesto dogmático de la Cuarta Transformación.

Por ello resulta curioso que Andrés Manuel López Obrador haya puesto a Jenaro Villamil a hablar sobre “infodemia” en la mañanera, lugar privilegiado de la posverdad y la difusión de noticias falsas, y que éste, además, alertara sobre teorías de la conspiración en internet, siendo que los principales panegiristas del régimen, y en ocasiones el propio Presidente, suelen señalar intenciones golpistas ante críticas de todo tipo que se hacen a la labor del actual gobierno, en lugar de refutarlas con argumentos.

No deja de ser divertido leer tuits de John M. Ackerman y Epigmenio Ibarra denunciando con histeria imaginarios golpes de Estado en ciernes por simples llamados de algunos ciudadanos a la renuncia del titular del Ejecutivo, siendo que ellos los hicieron de manera reiterada en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Pero, más allá de lo absurdo que resulta y el chiste que se cuenta solo, se sigue exacerbando el encono en la sociedad y eso es mal presagio, como también lo es que, quien alucina intenciones golpistas en la oposición, militarice como nunca antes al país.

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