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Federico Reyes Heroles

Federico Reyes Heroles

Sextante

 

                A la memoria del coronel D.E.M. Alfredo Valdez Rivas,               mexicano y militar cabal y muy orgulloso de su país.

 

Mancillar: “Causar perjuicio en la honra o el honor de una persona, familia o linaje”. ¿Cuál es el límite? Las personas, las familias, las naciones también viven de sus orgullos. Hasta dónde puede un solo individuo mancillar a todo un país sin provocar hartazgo y repudio.

La recuerdo con añoranza, pasillos repletos de jóvenes, adultos y viejos con los ojos brincando de un sitio a otro, buscando sin buscar, encontrando sin haber buscado, gozando los miles de guiños que salen de los sitios de venta. Cientos de miles de mexicanos y cientos de extranjeros que se dan cita anual alrededor de las ideas que se plasman en un objeto de comercio, el libro, algo que encierra mucho más. Convoca el libro en español y gracias a un monumental esfuerzo de décadas desde la Universidad de Guadalajara y de su visionario líder de aquel entonces, de su equipo, hoy la FIL es un evento mundial. “Los libros hacen que las mentiras tengan fecha de caducidad”, así arrancó el gobernador de Jalisco que sabe que la FIL es un espacio de liberación de las ideas. Mancillarla es un atentado a la libertad.

¿Por qué mancillarla desde la presidencia tildando al encuentro de “conservador”? Es público y conocido el innegociable troquel libertario del encuentro, su convicción profunda de apertura como actitud de aprendizaje. En más de tres décadas, buena parte del mundo ha venido a México, a la FIL. ¿Conservadora? Dejemos de tergiversar las palabras, conservador el que ataca a un gran encuentro cultural que es orgullo de los mexicanos, conservador es quien no tiene interés por conocer lo que se dice en otras latitudes, desde otras trincheras de pensamiento, conservador tratar de ocultar la verdadera pluralidad que pasea por esos pasillos.

¿Por qué mancillar a México todos los días? Con todos nuestros problemas, los mexicanos tenemos mucho de qué estar orgullosos. Hace un siglo teníamos la décima parte de la población y el 70% vivía en condiciones muy precarias en las zonas rurales. La esperanza de vida era de menos de 30 años, hoy es 75, en promedio. Dos de cada tres mexicanos eran analfabetas, hoy son 5 de 100. La mortalidad materna e infantil eran un horror. El nivel educativo no llegaba a los dos años, hoy oscila los 10. La PEA era la décima parte de la actual y la gran mayoría de los mexicanos era campesina, el 70 por ciento. Hoy somos una sociedad de clases medias, industrializada, con un fuerte sector de servicios; somos uno de los principales exportadores del mundo. Por qué mancillar lo que hicieron nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros mismos. Ya no es tolerable.

El país que trabajosamente salió del autoritarismo, con pendientes muy serios frente a la diversidad cultural y los derechos humanos, pero que fue creando instituciones para construir una vida democrática, el mismo país que abrió su economía, dio autonomía al banco central, puso a flotar el peso y atrajo inversión, es el país moderno que hoy nos puede sacar del horror de caer 10%, de la pauperización de millones. La esperanza hoy surge de la modernidad construida. Mancillar por sistema, incluida ahora la FIL, toca las fibras del orgullo. Con todas nuestras lacras de impunidad, de maltrato a las mujeres, de violencia familiar, de injusticia en la distribución del ingreso, de una débil defensa de las minorías, con todo lo negro incluido, mancillar por sistema lo único que provoca es confusión, pues no se reconocen los logros que hubo en el pasado. Mancillar provoca encono hacia nosotros mismos.

Mancillar a la FIL desnudó una permanente intención aviesa de borrar nuestra historia para reinventarla como caricatura. Quizá sea el punto de inflexión. No más maledicencias, no más insultos, no más intrigas, no más generalizaciones, no más diatribas.

Exijamos al gobernante que respete a nuestros abuelos y padres, exijámosle que no mancille. Cuidemos de nuestros orgullos. Cero tolerancia.

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