Dar la cara

Federico Reyes Heroles Sextante
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Es hora de definiciones: mirar al pasado o al muy anunciado mañana.

Qué paradoja: la encrucijada podría ser muy benéfica para México y obligarlo a corregir. “…recuperar la conducción…”, “…restituir al Estado…” y reservarle —por decreto— un coto de mercado, dice la iniciativa.

De ahí venimos. Al hoyo nos metió el PRI estatista que imperó hasta 1982. De ahí nos sacaron trabajosamente PRI y PAN cogobernando con principios económicos similares, aunque nos les guste admitirlo. Es su mérito histórico, modernizaron a México. Pero el “coco” de ser tildado de neoliberal amedrenta a muchos collones. Sin fantasmas, es momento de ratificar los principios básicos. El brutal estatismo llevó al país a tener unas finanzas públicas destrozadas. Los infinitos dineros para Pemex, CFE y muchas otras empresas estatales, produjeron un gasto insostenible, un terrible endeudamiento e inflación. Todo por defender falsos símbolos de fortaleza estatal. Aprendimos a la mala, nos empobrecimos. De la Madrid heredó un país en quiebra.

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Aprendimos que un Estado propietario no es un Estado fuerte, por el contrario, las propiedades pueden empobrecer. La fortaleza de un Estado se muestra en su capacidad para cumplir con sus funciones esenciales: seguridad, salud, educación, bienestar: primero las personas, después la propiedad. Pero hay insumos que afectan a todo un país. La energía condiciona la productividad general. Manipular precios es un engaño, es veneno. Pretender que el Estado produzca y controle todo —petróleo y derivados, gas, electricidad, etcétera— es desviarse de los fines esenciales. Es una trampa: el objetivo es el precio, no quién lo produzca. Cómo explicar la prosperidad de muchos países que carecen de hidrocarburos. México los tiene, pero —como lápida— impusimos dos empresas estatales brutalmente ineficientes. Resultado: tenemos que gastar en ellas ríos de dineros fiscales, para sostener los privilegios de sus sindicatos subsidiando así su falta de productividad. Donde otros tienen grandes utilidades, nosotros perdemos. ¿Por qué?

De ahí la reforma energética, para fomentar que las empresas productivas compitan, los precios sean adecuados para fortuna del consumidor y su bienestar. Todos somos consumidores, por qué debemos pagar indirectamente las canonjías de Pemex y CFE. Por qué quitar recursos a escuelas, a seguridad, a hospitales y doctores, y pagar canonjías. Eso sí es injusto, afecta a los más pobres, nos cancela un futuro mejor. Con la iniciativa, una vez más, la 4T quiere echar el reloj de la historia medio siglo atrás: “…que la CFE tenga el 54% de la generación…” y los particulares el 46%, es de risa. Desde cuándo los mercados se fijan así. No se trata de la distribución de acciones en una empresa, los mercados son dinámicos, deben serlo. Quien produzca a mejor precio conquistará el mercado. El problema es la ineficiencia de la CFE, no flota, como sus competidores. Ahora desean que la “nación” tenga en exclusiva la planeación y el control del sector, como si fuera un Plan Quinquenal de Stalin. Y por supuesto, para qué tener órganos reguladores.

Quizá lo peor es que, una vez más, la 4T muestra su capacidad de traición. Buscan “desaparecer los contratos de autoabastecimiento y otras figuras (contratos) derivados de la legislación previa”. Quién va a invertir en un país sin palabra, que no hace honor a sus leyes. Calculan que las demandas podrían llegar a 100 mil mdd, o sea 10 Texcocos.

PAN, MC y PRD la rechazaron de inmediato. Morena necesita al PRI, que no es monolítico. La modernización del país, lo mejor de las últimas décadas, fue autoría también del PRI. Algunos arribistas lo olvidan. ¿Pasado o futuro, qué pretenden?

De una vez por todas, que los cortesanos se entreguen a Morena, tan corrupta como el PRI, que se junten en definitiva. Los otros, los congruentes, los modernos, que los hay, de perder el logo, podrían fundar un nuevo partido, ¿el Liberal Mexicano?

Deben dar la cara con orgullo.

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