Política de ficción

Federico Döring
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Los integrantes de la Asamblea Legislativa viven en un mundo imaginario en donde ejercen una política de ficción.

A unos cuantos meses de que dejen su cargo de representación popular, los legisladores siguen demostrando que para ellos el concepto de hacer política no es ser estrategas ni ver por el bien común de los ciudadanos que los eligieron, quienes confiaron en ellos y ahora son testigos de su mediocridad.

Para ellos, la política es hacer guerra al más puro estilo de House of Cards, aunque en realidad hasta en eso se quedan muy cortos.

En su subconsciente se ven a ellos mismos como un Frank Underwoord mexicano.

Les urge dejar de ver series de intriga política en Netflix y ponerse a trabajar, aunque de poco servirá, pues los periodos ordinarios de la legislatura han terminado.

Apenas esta semana, justamente el último día de trabajos del segundo periodo de sesiones, en los pasillos del recinto se armó una trifulca entre diputados y personal administrativo, la cual empezó con un simple choque, lo cual encendió los egos de los legisladores que, por alguna razón, se sienten superiores y creen que todo mundo debe apartarse de su camino para que ellos avancen.

Todo empezó cuando el colaborador de un diputado tropezó con un legislador, quien se sintió ofendido, pues, al parecer, está acostumbrado a que hasta el mar se parta en dos para darle el paso.

El hecho provocó la ira del priista y las disculpas no fueron suficientes, pues la ofensa demandaba un sacrificio.

El suceso bien podría ser aislado y excusarlo como un mal día. Pero la verdad no es así. Esta legislatura estuvo plagada de eventos escandalosos desatados por egos sobredimensionados, en donde los diputados se aferraban en convertirse en el centro de atención, mientras que la agenda legislativa de interés ciudadano quedaba relegada.

Por ejemplo, en la sesión solemne para recordar la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, la nota de los medios dejó de ser el trágico evento y los reflectores voltearon a los legisladores, quienes pelearon entre bancadas y convirtieron el recinto en un set de serie dramática con riñas, sobresaltos y giros de trama.

Entre las bancadas batallaban por su derecho a presidir la Mesa Directiva, sedientos de un poder simbólico que no les da derecho a nada, mientras que Morena sacaba altavoces para imponer su voz, pues así les han enseñado que se gana en la democracia.

La intriga, el despecho, el ego y la soberbia serán los grandes protagonistas de esta legislatura, la cual debía pasar a la historia por ser la última de la Asamblea Legislativa del DF, aquélla que entregaría la estafeta al primer Congreso de la Ciudad de México, la que cerraría un ciclo de siete legislaturas que son, en parte, responsables de la vanguardia que hoy vive la capital del país.

La ficción de tres años que montaron los diputados será el vago recuerdo con el que nos quedamos. Una endeble casa de cartas que se desmorona en sus últimos días de vida.

 

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