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Turquía, Irán e Israel: tres crisis simultáneas

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

 

No ha sido buena la semana que termina en el Medio Oriente, donde soplan vientos que anuncian tempestades adicionales a las ya conocidas de Siria, Yemen e Irak. En esta ocasión, y en el curso de unos cuantos días, se agregaron tres preocupantes desarrollos que complican todavía más el escenario regional.

En primer término está el caso de Turquía, país donde en las recientes elecciones municipales los resultados fueron sorprendentes. El AKP, partido del presidente Recep Tayyip Erdogan, perdió las ciudades de Ankara, Estambul, Izmir y Adana, lo cual constituyó un golpe monumental a la hegemonía absoluta a la que están acostumbrados el mandatario turco y su partido. La disputa por Estambul, en cierto modo “la joya de la corona”, fue especialmente ríspida, ya que la diferencia de votos por la cual triunfó el candidato de la oposición, de nombre Ekrem Imamoglu, fue tan sólo de 18 mil. Alegatos, recuentos y descalificaciones desembocaron a fin de cuentas en una decisión del Consejo Electoral Supremo del país de anular la elección con base en un extraño tecnicismo referente a los funcionarios que sirvieron en las urnas. Este evidente golpe a las prácticas democráticas, que se agrega a muchos otros similares perpetrados por el régimen de Erdogan ha sido recibido con protestas populares y condenas de diversos organismos internacionales.

En el caso iraní, también hizo crisis por estos días la turbulenta relación de Teherán con Washington. Tras la decisión de hace un año de la salida de Estados Unidos del acuerdo del G5+1, signado con Irán en tiempos de Obama, con objeto de conjurar el desarrollo nuclear bélico iraní, el presidente Trump impuso más sanciones al país persa mediante un boicot a su hierro, acero, aluminio y cobre. Esto se sumó a las sanciones secundarias ejercidas previamente por EU contra los clientes del petróleo iraní, cuestión que ha afectado notablemente a sus exsocios en el acuerdo, a saber, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia y China. La reacción iraní no se dejó esperar, y en días recientes, a pesar de la negación del presidente Hasán Rohaní de que se retira del acuerdo, anunció, sin embargo, su decisión de reemprender limitadamente el enriquecimiento de uranio y de abstenerse de cumplir con otros compromisos voluntarios referentes a la venta de su agua pesada. 

La llegada de un portaaviones norteamericano a aguas del Golfo Pérsico como medida de advertencia, sumada a la retórica de la Casa Blanca que sugiere que su actual política se encamina a promover un cambio de régimen en Irán, han agitado peligrosamente la zona desencadenando nerviosismo ante la posibilidad de una confrontación militar entre ambas naciones.

Por último, también en el frente Israel-Gaza se registraron altos niveles de violencia. Durante el fin de semana pasado, Hamas y la Yihad Islámica lanzaron cerca de 700 cohetes hacia territorio israelí, mientras que Israel respondió con cerca de 200 ataques aéreos. Cuatro israelíes y 25 palestinos perecieron en esa confrontación que repite los esquemas ya conocidos en los que la dinámica es la misma. Estos estallidos, después de cobrar vidas y sufrimientos para las poblaciones civiles de ambos lados, terminan más tarde o temprano con acuerdos de cese al fuego mediados por Egipto en los que casi siempre Israel se ve obligado a realizar algunas concesiones que alivien las condiciones de vida de los dos millones de palestinos que habitan en la Franja de Gaza.

En esta ocasión, el cese al fuego se consiguió relativamente rápido en razón de que, unos días después, Israel estaría celebrando sus 71 años de independencia. Las concesiones que se presume hizo Israel para poner fin a las hostilidades tuvieron que ver, al parecer, con permitir y agilizar la llegada de recursos económicos aportados por Qatar como ayuda a Gaza, y la extensión de las millas marinas en las que los pescadores de la Franja pueden realizar su actividad pesquera. Una vez más el fuego se apagó temporalmente, hasta el próximo round, porque nada ha cambiado en esencia. Lo cual sugiere la necesidad de que ambas dirigencias, la israelí y la del Hamas en Gaza, tendrían que buscar alternativas políticas creativas para no verse condenadas —como parecen haberlo estado estos últimos 12 años— a repetir como Sísifo, la misma escena macabra una y otra vez. Por desgracia, no parece asomar por ningún lado esa posibilidad actualmente.

 

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