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Nuevos ingresos a la OTAN: Turquía exige

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

 

En la compleja urdimbre de acontecimientos y situaciones derivada de la invasión rusa a Ucrania, ha destacado esta semana la petición de Finlandia y Suecia de ser recibidas en el seno de la OTAN.

Ambas naciones han puesto sus barbas a remojar ante el escenario de un Putin desatado que ya sin disimular su ambición de restaurar las glorias del imperio zarista y de la difunta URSS, aparece en calidad de amenaza grave, ante la cual es necesario tomar las precauciones pertinentes. El ingreso a la OTAN es, en este contexto, el mejor seguro de vida e independencia para ambas naciones nórdicas y pretenden, por tanto, recurrir a él.

Sin embargo, hay un obstáculo serio que se interpone. Turquía, como miembro de la OTAN desde la fundación de esa estructura militar multinacional creada desde el inicio de la Guerra Fría, no está dispuesta en principio a aceptar a estos nuevos socios, y tiene la ventaja de que la reglamentación de la propia OTAN establece que cualquier nuevo ingreso exige un consenso absoluto de los estados miembros.

La primera objeción de Ankara se refiere al hecho de que tanto en Finlandia como en Suecia reside un cierto número de kurdos a los que el régimen de Erdogan señala como miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización a la que el presidente turco acusa de terrorismo. Sobre todo le reclama a

Suecia brindar su apoyo a los militantes de la independencia kurda, quejándose también del reconocimiento que ese país nórdico ha hecho del genocidio armenio en manos de los turcos en los albores de la Primera Guerra Mundial. Se agrega a los reclamos turcos la versión de que Suecia alberga asimismo a gulenistas en alusión al bando acusado por Erdogan de haber orquestado el fallido golpe de Estado en su contra en 2016.

Esas objeciones fueron dadas a conocer de inmediato cuando se hizo pública la solicitud de ingreso. Un día más tarde, los matices empezaron a aparecer en el discurso de la diplomacia turca cuando el vocero de la Presidencia, Ibrahim Kalin, declaró que la puerta no estaba totalmente cerrada por lo que una negociación con los suecos podría prosperar.

Se detonó entonces una intervención mediadora de Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos, cuyo desenlace es aún incierto.

La coyuntura de la petición de ingreso a la OTAN de Finlandia y Suecia le ha abierto al presidente Erdogan una oportunidad de oro para conseguir diversos objetivos, además de los arriba señalados. En lo militar, se abre de nuevo el tema del suministro a Turquía de los jets de combate F-35 producidos por EU, que en principio estuvo acordado, pero que se frustró como represalia de Washington porque Ankara adquirió a los rusos, en 2019, el sistema de defensa de misiles S-400, calificado por Occidente como una amenaza a su seguridad. Éste es un asunto que probablemente se pondrá también en la mesa de negociaciones, dentro del toma y daca en el que está envuelto el posible ingreso a la OTAN de los dos nuevos aspirantes ya mencionados.

Una negociación exitosa es casi siempre aquella en la que ambas partes obtienen ganancias, pero también se ven obligadas a hacer concesiones que les significan ciertas pérdidas a las que necesariamente se tienen que ajustar. Muy pronto sabremos en este caso cuál es el resultado del regateo en curso, y qué será capaz de dar a cada quien y a cambio de qué. Lo que de ahí resulte será determinante no sólo para los directamente involucrados, sino para la estabilidad global general.

La invasión rusa a Ucrania y la pandemia de la que el mundo no acaba de salir, se están perfilando como los puntos de arranque de una crisis mundial de proporciones inimaginables. De ahí la enorme relevancia de cada decisión tomada respecto a ambas realidades. Importa mucho lo que ocurra con los ingresos nuevos a la OTAN y sus repercusiones para la política imperialista rusa, como importa también el manejo de la pandemia en países como China, cuyo programa Cero Covid está incidiendo de manera desastrosa en el desarrollo y la economía y mundiales.

El domingo pasado se celebraron elecciones parlamentarias en Líbano. Hezbolá se apuntaba como muy probable ganador y así fue, ya que consiguió conservar las numerosas bancas con las que contaba en la legislatura saliente.

El único golpe que recibió la citada organización terrorista y también partido político, fue que los pequeños partidos aliados con él sí sufrieron una merma en cuanto a su representación. Con ese liderazgo al cargo se aprecia difícil o, más bien, casi imposible que Líbano pueda salir de la profunda descomposición en la que se encuentra.

 

 

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