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Israel, en medio de la pandemia, sacudida política

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Al igual que un gran número de naciones del mundo, Israel enfrenta al coronavirus con severas medidas de prevención y aislamiento. Las cifras de contagiados llegan a los tres mil con 12 fallecimientos hasta ayer, mientras que en Cisjordania 82 palestinos han sido confirmados positivos y un puñado de casos han aparecido también en Gaza. Podría pensarse que en tales circunstancias el resto de las cuestiones ajenas a la salud y a la economía estarían relegadas a un segundo plano, pero lo que ocurrió el jueves pasado revela que no obstante la pandemia, hubo la suficiente agitación política para que en ese país la discusión pública regresara por un momento, con gran escándalo, a los temas electorales y de formación del nuevo gobierno.

Y es que el 2 de marzo pasado se celebró en Israel la tercera ronda electoral en menos de un año debido a que en las ocasiones anteriores no se logró armar una coalición de gobierno que pudiera tomar las riendas del país. A partir de esa fecha, y en coincidencia con el estallido de la pandemia del coronavirus, Benny Gantz, líder del partido Azul y Blanco (Kajol Labán), recibió el encargo de intentar integrar la coalición gobernante. Este partido, que conjunta miembros de diversas corrientes ideológicas, surgió apenas hace un año con la intención primordial de ser el instrumento para poner fin al dominio político de Benjamin Netanyahu, quien ha ocupado el puesto de primer ministro a lo largo de once años consecutivos. Ese propósito fue su cemento básico, más que ninguna otra consideración.

Para contextualizar, vale la pena anotar que las últimas dos semanas, durante las cuales el anterior gobierno provisional encabezado por Netanyahu pudo definir de manera exclusiva las políticas nacionales, incluso la dirigida a contener los contagios, no existió contrapeso alguno a las decisiones del Ejecutivo, ya que al principio no existía aún parlamento electo, y cuando éste inauguró sus trabajos el lunes 16 de marzo, de inmediato fue clausurado por el vocero y líder oficial del parlamento, Yuli Edelstein, el segundo hombre fuerte dentro del partido Likud de Netanyahu.

La justificación fue la inconveniencia de sesionar dada la instrucción de no congregar muchas personas en un mismo sitio a fin de evitar contagios. Justificación que, por cierto, esgrimió también el Ministerio de Justicia afín a Netanyahu para posponer hasta mayo el inicio del enjuiciamiento del actual premier que estaba fechado para el 17 de marzo. Una nueva tabla de salvación pues, para no enfrentar en lo inmediato, los cargos de los que ha sido formalmente acusado por la fiscalía general.

En tales condiciones, la encomienda de Gantz de formar nueva coalición gobernante se vio enormemente dificultada. Una de las alternativas que tenía era la de formar un gobierno de minoría apoyado desde la oposición por el Partido Árabe Unificado, cuestión que le significaba una cierta fragilidad. Por el otro lado, estaba la opción que ha rondado desde hace un año en el país sin lograr concretarse: la de integrar un gobierno de unidad nacional en el que participen las dos grandes fuerzas políticas, Kajol Labán y Likud, para terminar así con esa larga etapa de inexistencia de un gobierno formalmente establecido y capaz de funcionar a cabalidad. Sólo que esta alternativa significaba, tanto en 2019 como ahora, que Netanyahu seguiría estando como primer ministro rotatorio, alternando el puesto con Gantz. Y eso era algo que demolía el objetivo fundamental del nacimiento del partido Azul y Blanco: sacar a Netanyahu del poder.

Hasta que anteayer Gantz se venció. Mediante un complicado movimiento dentro del parlamento, quedó claro que Gantz tiraba la toalla y accedía a la integración de gobierno de unidad en el que presuntamente Netanyahu será primer ministro hasta septiembre de 2021, para asumir luego Gantz las riendas. La justificación esgrimida por éste es que en estos momentos de crisis por la pandemia, el país no puede permitirse más estar a la deriva y con una cuarta elección a la vista para dentro de unos meses.

Esto constituyó un terremoto político que hasta el momento ha significado una fractura de Kajol Labán en dos, ya que más de la mitad de su bancada, en desacuerdo con la decisión de Gantz, se ha desgajado y pasado a la oposición. Así que hoy los grandes protagonistas del debate público en Israel son el coronavirus y, por supuesto, el intenso resentimiento y enojo de los cientos de miles de israelíes que votaron por Gantz y su partido, básicamente en función de su compromiso de no posibilitar que una persona como Netanyahu, quien está bajo juicio por corrupción, quede al mando del país.

 

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