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En torno al Día Internacional del Holocausto

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

El 1º de noviembre de 2005, la Asamblea General de la ONU decidió instaurar el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, eligiendo la fecha del 27 de enero, en recuerdo de la jornada en que el campo de concentración y exterminio de Auschwitz fue liberado de la barbarie nazi por las tropas del Ejército Rojo. En ese particular campo en territorio polaco fueron ultimados un millón de judíos y cientos de miles de gitanos y presos de diversas nacionalidades, así como homosexuales y disidentes políticos. Así, cada año desde 2005, se han llevado a cabo ceremonias solemnes en Auschwitz, con la presencia de sobrevivientes de las masacres y altos funcionarios políticos de diversas naciones, en especial de Polonia, Israel, Alemania y representantes de los países aliados que participaron en la Segunda Guerra Mundial.

Este año, al cumplirse el 75 aniversario de la liberación de Auschwitz, se registró un cambio notable en la forma y lugar de la conmemoración. Esta vez fueron dos las sedes en las que ello ha ocurrido, ya que, además, del tradicional evento en Polonia que se llevó a cabo hace unos días, encabezado por el presidente polaco Andrzej Duda, otro más se desarrolla en Israel, donde la convocatoria de invitados ha sido mucho más nutrida que en Auschwitz y que en cualquier otra ocasión en el pasado. Presidentes, primeros ministros, reyes, príncipes y un caudal de políticos de altos vuelos están reunidos en Jerusalén para rendir homenaje a la memoria de los millones de víctimas del nazismo.

Figuras como el presidente alemán Frank Steinmeier, Emmanuel Macron, Mike Pence, Nancy Pelosi, Alberto Fernández, de Argentina, el príncipe Carlos, de Inglaterra, el rey de España y numerosas personalidades de la política mundial han estado participando en las jornadas de recuerdo. Pero una figura en especial parece ser la clave para explicar que sean dos las sedes de las ceremonias. Se trata del presidente Vladimir Putin, quien está siendo una figura central en este ceremonial, con un protagonismo que contrasta con la inasistencia del premier polaco, Andrej Duda, a quien no se le dio el honor de participar como orador en este magno encuentro por lo cual declinó ir. Por otra parte, cabe recordar que en el aniversario 70, hace cinco años, conmemorado en Polonia, el presidente Putin no fue invitado. En cierta forma las tensiones entre Rusia y Polonia, desatadas desde la caída del comunismo y la incorporación de Polonia a la Unión Europea, siguen manifestándose en diversas áreas, no sólo en asuntos de actualidad, sino, incluso, en el tema de quién hizo qué en los tiempos de la aventura hitleriana.

No es extraño así que lo que está detrás del especial protagonismo de Putin en la conmemoración en Jerusalén y en la notable ausencia de Duda ahí, es una disputa entre Rusia y Polonia acerca de cuál debe ser la narrativa histórica “correcta y verdadera” tanto del Holocausto como de la participación de cada uno de estos dos países en la Segunda Guerra Mundial. Ambos se asumen como combatientes decididos contra el nazismo y por tanto se afanan en aparecer en eventos como estos en calidad de actores de innegable importancia. Para este propósito en ambos casos se da una exaltación del heroísmo de sus respectivos pueblos, efectivamente comprobable en un sinnúmero de gestas y episodios.

Sin embargo, no es posible obviar en este contexto lo que se calla. Cada cual carga con su zona oscura de la que es preferible no hablar. En el caso del actual gobierno polaco, que ha asumido un nacionalismo extremo colindante con un chauvinismo de mal gusto, las cosas han llegado hasta el extremo de promulgar legislación que prohíbe, y por tanto califica como delito, publicar o señalar que ciudadanos polacos fueron cómplices de las matanzas nazis de judíos, cuestión sobre la que hay amplia documentación histórica. En cuanto a Rusia, es también un dato revelador que desde la época de la URSS hasta la actualidad, casi no se menciona y de hecho se ha borrado u omitido de muchos de sus libros de historia, la alianza Stalin-Hitler, que perduró activa desde el inicio de la guerra hasta junio de 1941 cuando se puso en marcha el ataque nazi contra la URSS. Y fue en 1940 que se registró la atroz matanza de miles de ciudadanos polacos en Katyn, a manos de los soviéticos.

La historia se reescribe continua y permanentemente, y en este presente en que se registra un inocultable avance de la presencia rusa en los espacios que le está dejando libres el aislacionismo norteamericano, la centralidad de Putin en el evento de Jerusalén se enmarca dentro de la intencionalidad de apropiarse de una más heroica y humanista imagen que le reditúe en términos de sus aspiraciones imperiales.

 

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