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A 65 años del golpe a Árbenz

Enrique Villarreal Ramos

Enrique Villarreal Ramos

Contrapunto político

El célebre escritor Mario Vargas Llosa presentará el 8 de octubre Tiempos recios, una novela sobre el golpe de Estado al presidente guatemalteco Jacobo Árbenz, acaecido el 27 de junio de hace 65 años, y que interrumpió la “revolución de Octubre” de Juan José Arévalo, iniciada en 1944.

Arévalo llegó con gran respaldo a la presidencia (85% de los votos) y pudo llevar importantes cambios, destacando una nueva Constitución (que reconoció derechos políticos y sociales, como el seguro social obligatorio, el voto de la mujer y el fin del trabajo forzado), el Código del Trabajo, la Ley de Arrendamiento Forzoso de las Tierras Ociosas, la reorganización del ejército, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, el Instituto de Fomento de la Producción, entre otras leyes e instituciones que buscaban una Guatemala moderna, democrática e incluyente (que dejara el estatus de “república bananera”). Sin embargo, el arevalismo encontró fuerte oposición (inclusive en el ejército), no se diga de la United Fruit Company (UFCO) y de Estados Unidos, cuya doctrina Truman veía en cualquier reformismo una avanzada comunista dentro del “mundo libre”. Arévalo enfrentó exitosamente la conspiración del jefe del Ejército, Francisco Javier Arana (fue asesinado), el coronel Jacobo Árbenz, ministro de la Defensa, sofocó a los golpistas y con la expectativa de seguir impulsando las reformas, fue electo para la presidencia en 1950.

Desde un inicio, Árbenz impulsó una ley de Reforma Agraria para expropiar las tierras ociosas y repartírselas a los campesinos pobres, mayoritariamente indígenas. El reparto de tierras no afectó a las fincas que estaban trabajadas (incluso si eran grandes), pero a la UFCO, dueña de la mitad de las tierras cultivables del país, se le expropió el 40% del total, por estar improductivas, además de que el plan de modernización gubernamental pretendió reducir el enorme poder que tenía la bananera por el control de los ferrocarriles, barcos, puertos, generación de electricidad, entre otros rubros. En la distribución agraria, casi 140 mil familias campesinas (500 mil de tres millones de habitantes) fueron beneficiadas, y más de la mitad obtuvieron créditos agrícolas; el gobierno fomentó la organización campesina con comités agrarios locales (se apoyó en el izquierdista Partido Guatemalteco del Trabajo) y presionó a los propietarios para que invirtieran en salarios y se abandonaran formas de trabajo esclavizantes. En este periodo mejoraron las condiciones de campesinos y trabajadores.

La reforma agraria de Árbenz trazaba una ruta modernizadora, con fuerte orientación social, pero enfrentó serias irregularidades, conflictos sociales, politización, radicalismos, choques entre los tres poderes del Estado y, sobre todo, fuerte rechazo de las élites locales (incluida la Iglesia), las transnacionales y el gobierno estadunidense. En el contexto de la Guerra Fría, la política de contención y el macartismo, el reformismo de Árbenz era una “amenaza comunista”, y Estados Unidos logró que en la X Conferencia de la OEA (Caracas, 1954) se contemplara una declaración “contra la intervención del comunismo internacional” como una cobertura política previa a su intervención armada en Guatemala. La CIA preparó la invasión y, en junio del 54, tropas del coronel Carlos Castillo Armas consiguieron el apoyo de altos mandos del ejército, que obligaron a renunciar a Árbenz, quien partió al exilio. Comenzó la contrarrevolución y le siguió una sangrienta guerra civil de 30 años.

 

ENTRETELONES

El Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje pone trabas a la Reforma Laboral.

 

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