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A 100 años del fascismo, ¿está de regreso?

Enrique Villarreal Ramos

Enrique Villarreal Ramos

Contrapunto político

Ante el avance electoral de la ultraderecha, cobra relevancia la resolución del Parlamento Europeo sobre la importancia de la memoria histórica común, y hace obligado recordar el centenario del fascismo. En marzo de 1919, Benito Mussolini fundó los Fasci Italiani di Combattimento, las camisas negras que aterrorizaban a opositores políticos y sociales, especialmente de izquierda. El Manifiesto Fascista (junio) presentó objetivos que parecían progresistas (sufragio universal y voto de la mujer, jornada de ocho horas, “sueldo mínimo elevado”, reducción de la edad de jubilación, entre otros), pero sólo fue un ardid político para aglutinar sectores antiestablishment (clase media, trabajadores, jóvenes, adultos mayores, etcétera), que eran temerosos de una revolución bolchevique. Aunque la perorata de Mussolini y el programa fascistas eran evidentemente demagógicos, su éxito se debió a la creencia en su mesianismo, y que su nacional-populismo apareció como una tercera vía al liberalismo y al comunismo, además de ser apoyada por las élites. En 1921, Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista, y con la marcha de Roma tomó el poder en 1922.

De similar forma en Alemania, después de la guerra, la bancarrota económica, financiera, social, política y moral fue caldo de cultivo para la anarquía y la agitación revolucionaria. En 1919, el ejército derrocó al gobierno comunista de Baviera, y al cabo Adolfo Hitler se le encargaron labores de inteligencia militar, en especial la de investigar a los izquierdistas de dentro y fuera del ejército. Como parte de su espionaje, se infiltró en el Partido Obrero Alemán, fundado en enero de ese año por Anton Drexler, y que era un grupúsculo (no mayor de 100 integrantes) de línea nacionalista. De mero informante, Hitler se destacó orador, se unió al POA, fue designado jefe de propaganda, y en 1920 lo refunda como Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, con un programa que incluyó la creación de una Gran Alemania; la abrogación del Tratado de Versalles; la exclusión judía de la ciudadanía; la nacionalización de industrias; la expansión del sistema de pensiones, entre otros puntos que también buscaban atraer electores de clases medias y bajas. En 1921, Hitler era el líder del partido, creó un grupo paramilitar, las SA (camisas pardas), y aunque los nazis se contaban por miles, fracasó su putsch de Múnich (1923), y su líder fue a prisión un año, donde escribió Mi lucha. La crisis del 29 agudizó la situación política y social, y abrió el camino de Hitler a la cancillería en 1933 e implantó el totalitarismo.

Actualmente, el malestar social contra el establishment prospera en muchas partes, y las clases medias y trabajadoras han hecho crecer electoralmente a la ultraderecha, incluso en naciones que fueron víctimas directas o indirectas del fascismo y de la guerra, y que eran ejemplo de desarrollo político como Alemania, España, Francia, Holanda y Noruega o, peor aún, donde ya están en el poder, en Rusia (Putin), Hungría (Orban), Polonia (Duda), Reino Unido (Johnson), Estados Unidos (Trump) y Brasil (Bolsonaro), o donde cogobiernan (Italia, Austria). Así, en un principio minoritarios (al igual que los fascistas), los ultras han crecido (en España, Vox ya ingresó al Congreso, y en noviembre puede afianzarse) y, de producirse otra recaída económica, será mayor la xenofobia y el racismo, la eurofobia y globalifobia, el autoritarismo y la intolerancia, y la ira antisistémica, y de nuevo repetirse la historia de hace 100 años o que sea peor aún.

 

ENTRETELONES

Mauricio Buitrón, candidato fuerte para la presidencia de la CNDH.

 

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