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Norteamérica, unida y fuerte

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Juan Sabines Guerrero

El pasado 1º de julio fue el primer día del nuevo Tratado México-Estados Unidos-Canadá. Que hace algunos años se pronosticó que este día no llegaría. Hubo incertidumbre en todo el proceso, no sólo en 2018, que se comenzó a formar este acuerdo, desde 2016, cuando el presidente Donald Trump, en calidad de candidato presidencial, amenazó con deshacer el TLCAN, llamándolo incluso “el peor acuerdo comercial en la historia de EU”.

El T-MEC estuvo en riesgo de no existir. El TLCAN influenció por mucho tiempo a México y sus vecinos del norte, pero tras dos décadas y media era urgente una actualización, del estilo de la que entró en vigor el miércoles.

El presidente Trump comentó en varias ocasiones su desdén por el NAFTA, y su intención de dejar a la región sin Tratado de Libre Comercio alguno, si no se llegara a uno que respondiera a los intereses de su administración. Apenas a finales de su segundo año hubo avances, con el inicio de las negociaciones, firmado en Buenos Aires en noviembre de 2018. Pero, en medio de una crisis política entre México y Estados Unidos, que auguraba más tensiones que soluciones a cualquier controversia del tratado, había un largo camino que recorrer, y una nueva transformación iniciando en nuestro país.

Las amenazas de Trump no se debían tomar a la ligera. Cuando amenaza con salirse de un acuerdo hay que creerle, porque ya lo hizo con el Acuerdo de París, el Plan Conjunto de Acción Comprehensiva con Irán, y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Por ello era tan importante llegar a un punto medio con estadunidenses y canadienses, por supuesto, teniendo todo el cuidado de no comprometer la soberanía nacional.

Para que se llegara a un acuerdo fueron necesarios varios años, tener múltiples reuniones y firmas, ser revisado por los tres jefes de Estado, el parlamento canadiense y los congresos de Estados Unidos y de México, con la opinión de empresarios, sindicatos, ambientalistas, productores del campo y grupos de especialistas, pero, sobre todo, se requirió de mucho oficio político.

El año pasado, el canciller Marcelo Ebrard entró al rescate de la relación política y diplomática bilateral con Estados Unidos, logrando beneficios tangibles, por ejemplo, que el primer país que la administración Trump apoyó con ventiladores para pacientes intubados al inicio de la pandemia de covid-19 fue México, algo impensable en otros tiempos.

En consecuencia, el trabajo de la SRE llevó al T-MEC a un punto donde las tres partes concordaran, con la precaución además de no volverlo en acuerdos bilaterales, que fue la intención de la administración Trump hace unos años. Y entre diciembre de 2019 y enero del presente año se concretaron, por fin, las firmas más importantes: la del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, el presidente estadunidense, Donald Trump, y el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

El acuerdo terminó siendo un win-win-win, incluso una de las mayores opositoras al gobierno del presidente Trump: Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, comentó: “No hay dudas, por supuesto, de que este acuerdo comercial es mucho mejor que el TLCAN… [pero ahora] es infinitamente mejor que lo que inicialmente había sido propuesto por el gobierno”. Republicanos y demócratas se pusieron, eventualmente, de acuerdo, lo cual no pasa muy seguido, salvo cuando la unidad nacional lo requiere.

Entre lo más destacado del T-MEC para México es la priorización de sus materias y productos para las cadenas de producción de los otros dos países por sobre el resto del mundo, y de beneficio para los obreros de los tres países, como la anulación de los aranceles para vehículos hechos, al menos en un 75%, en la región.

Mantener la relación comercial estrecha con dos de los mercados más poderosos, lo que convierte a Norteamérica en la región económicamente más fuerte del mundo.

El éxito del T-MEC (o el USMCA, por sus siglas en inglés) se hizo notar en apenas dos días, con la noticia de la nueva planta de vehículos en Ciudad Juárez, Chihuahua, un proyecto de la firma canadiense Bombardier Recreational Products (BRP), que creará, por lo menos, 1,000 empleos permanentes, y se tratará de una inversión de aproximadamente 136 millones de dólares americanos, anunciado por el gobierno federal.

Esto sólo es un ejemplo de lo mucho que beneficiará el tratado a México, destacando, además, el timing, ya que, en medio de una pandemia y una crisis económica mundial, tener de socios a dos potencias mundiales da una gran certeza, más aún con la balanza económica favorable para nuestro país.

Este tratado, logrado tras mucho esfuerzo y tiempo, y gracias al trabajo duro y liderazgo de la cancillería mexicana y sus contrapartes, fortalece la relación comercial, política y de cooperación de nuestro país con EU y con Canadá, y genera esperanza y certeza en el futuro de Norteamérica y sus habitantes en tiempos tan dolorosos y complejos en salud pública y en la macroeconomía e ingresos per cápita.

Un paso decisivo de esta nueva relación política será el encuentro entre los mandatarios de ambas naciones en los próximos días, el diálogo siempre debe ser inagotable, de lo cual hablaremos próximamente…

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