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La época de Shinzo Abe

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Alejandro Guerrero Monroy
Politólogo, economista e internacionalista. Asociado del Comexi
Twitter: @AguerreroMonroy

 

“Haz todo lo que puedas y lo demás déjaselo al destino”.

Proverbio japonés

 

Fue el primer ministro con más años al frente de su país y marcó una era en la política japonesa. Tuvo un largo mandato con casi ocho años consecutivos a partir de 2012. Toda una hazaña si se toma en cuenta que en Japón es una constante la continua rotación de los mandatarios. Pertenecía a una familia de prosapia.

La dinastía política de que provenía era acérrimamente nacionalista. Su padre fue ministro de Asuntos Exteriores –entre otros cargos– y su abuelo materno fue Nobusuke Kishi, dos veces primer ministro en los años sesenta del siglo pasado. Fue una figura que influyó mucho en su nieto, particularmente en el propósito para revisar los pros y contras de la constitución pacifista a la luz de las nuevas amenazas de Corea del Norte, Rusia y China. Y es que Abe fue el primer jefe de Gobierno japonés nacido después de la Segunda Guerra Mundial por lo que estaba convencido que era imprescindible revisar la histórica cláusula de la Constitución japonesa que prohíbe la guerra y aumentar el gasto militar. Por ello, una de sus primeras medidas fue impulsar una legislación que permitiera misiones de combate en el extranjero –junto con tropas aliadas–, lo que derivó en protestas ciudadanas en las calles y críticas de la oposición. Tenía en mente –y sus cercanos así lo confirman– restaurar a su país como potencia militar. Para él, los tiempos eran otros.

Fortaleció la integración de Japón en Asía y trabajó por un Indo-Pacífico libre y abierto. Apostó por el multilateralismo como solución a los grandes desafíos globales. Creyó en la cooperación con países de América Latina y fue el primer mandatario nipón en visitar las islas caribeñas. De igual manera profundizó las relaciones con la Unión Europea y la elevó con Estados Unidos. Mantuvo una relación de respeto y amistad con los presidentes Obama, Trump y Biden. Con este último trabajó estrechamente desde que era vicepresidente.

En lo económico cambió la historia de la nación insular. Su reconocida estrategia Abenomics tenía el firme objetivo de reactivar la economía japonesa tras más de una década de estancamiento económico. Su doctrina tuvo tres componentes: política monetaria agresiva, política fiscal flexible y fuerte impulso al gasto público. Esta combinación de reformas integrales permitieron que durante sus ocho años de gobierno el desempleo disminuyera a mínimos históricos (de 4.3 a 2.4%) y el empleo femenino llegara a sus máximos históricos. Por su parte, entre 2012 y 2020 el PIB nominal creció de 498 billones de yenes hasta los 547 billones. Las exportaciones aumentaron de 14 a 19% entre 2012 y 2019 (según información del Banco Mundial) y la inflación permaneció por debajo del 1% durante todo el mandato de Abe. Las políticas económicas impulsaron los mercados bursátiles y de bienes raíces. Tras posponer por la pandemia los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio –que traería una significativa derrama económica– dimitió del cargo por motivos de salud.

“Los problemas que él no pudo solucionar, los haré míos”, expresó el actual primer ministro Fumio Kishida. Con el tiempo puede verse su sueño cumplido y poner fin al pacifismo impuesto por los vencedores de la II Guerra Mundial a una nación derrotada. Las elecciones del pasado 10 de julio le dieron una amplia mayoría a su partido, el gobernante Liberal Democrático (PLD), lo que abre la puerta para revisar la Ley Fundamental. Su partido y su socio de gobierno, el Partido de la Restauración y el Partido Democrático para el Pueblo –formaciones de corte nacionalista que respaldan la enmienda constitucional– suman 177 asientos en la Cámara alta. Son más de dos tercios (166) necesarios para aprobar la enmienda constitucional, que deberá ser sometida a un referéndum de la población.

“El camino del samurái es la muerte” recita el código escrito por Tsumemoto en el siglo XVII. El expremier fue un guerrero del Japón moderno que rompió tabúes en lo económico y lo militar. En un país en el que la posesión de armas de fuego se encuentra muy controlada resulta inconcebible su artero asesinato cuando estaba abocado a la labor de la democracia. Miles de japoneses lo despidieron en las calles de Tokio. En tiempos en los que primeros ministros de otras potencias renuncian y surgen crisis políticas, recordamos el legado y la resiliencia de Abe. La época de un estadista que hizo las cosas bien.

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