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La denuncia que no se acaba: Dani Alves

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

 

Por Catalina Monreal

 

Denunciar una agresión sexual es una de las cosas más difíciles que puede hacer una mujer. En su libro No es para tanto. Notas sobre la cultura de la violación, la notable escritora y feminista Roxane Gay recopila una serie de ensayos que muestran la complejidad a la que se enfrentan las víctimas de violencia sexual. Desde el proceso interno en que una debe de procesar lo que le pasó, porque socialmente se nos inculca que cuando a una mujer la violan es su culpa, y se tiende a minimizar el carácter de la agresión sexual hasta la serie de preguntas que siguen a este proceso interno. “¿Qué hacía a esas horas?”, “¿qué llevaba puesto?”, “¿por qué no se regresó con sus amigas?”, “¿por qué tomó?”. Son preguntas que, lamentablemente, seguimos oyendo constantemente cuando los casos de violación se discuten públicamente. Peor aún, son preguntas que las propias fiscalías y equipos de investigación realizan constantemente a las mujeres, independientemente de que existen protocolos sobre cómo llevar a cabo la investigación. No importa, la cultura machista prevalece y antes incluso de haber un juicio o proceso penal, la decisión está tomada en la mente de muchos: ella miente.

Ella miente porque se tardó mucho en denunciar. Ella miente porque no está trastornada, porque es capaz de relatar su violación sin perderse en el llanto. Ella miente porque la versión cambia. De acuerdo con expertos en traumas, es común encontrar inconsistencias en el relato de un trauma una y otra vez. Ella miente porque quiere arruinarle la vida a un hombre.

En el juicio contra Brock Turner, un joven nadador de Stanford, el juez que dictó una sentencia que fue francamente una burla, de seis meses de cárcel con la posibilidad de salir antes por buena conducta, lo hizo porque dijo que “no hay por qué arruinarle la vida a un chico por un error de un momento”. Ésa es la preocupación del sistema jurídico: arruinarles la vida a estos hombres. Rara vez se piensa en cómo el proceso le puede arruinar la vida a una mujer.

Por otra parte, se sabe que, aun cuando se prueba la violación o queda la duda razonable, la vida del perpetrador rara vez se acaba. Sobre todo, si se tiene poder. Brett Kavanaugh fue confirmado como juez de la Suprema Corte, aun después del desgarrador testimonio de la doctora Blasey Ford en su contra. Ahí se unió a Clarence Thomas, quien acosó sexualmente a la juez Anita Hill mientras era su subordinada. Roman Polanski y Woody Allen se mantienen como integrantes importantes en su comunidad profesional y muchas mujeres siguen haciendo fila por poder trabajar con ellos.

Denunciar la violencia sexual es una de las cosas más difíciles que puede hacer una mujer porque aún no hemos desmantelado los sesgos machistas en la justicia. Ni siquiera estoy hablando de la presunción de la inocencia, en los casos en que la denuncia se hace de forma social y no jurídica, o en que todavía no se determina el caso. Ésos son asuntos que le agregan complejidad.

El caso de Dani Alves es una muestra de la complejidad y el largo camino que aún nos toca resolver en este tema a nivel mundial. Se enfrenta a una denuncia de una joven de 23 años que asegura que la violó en una discoteca de Barcelona. El proceso le favorece poco, ya que, al parecer, ha dado tres testimonios contradictorios: primero afirmó no conocer a la víctima, luego que sí la vio, pero no la trató y, finalmente, que fue ella quien se le insinuó. Estos cambios en el testimonio han sucedido después de que se filtraran videos donde se prueba que estuvieron en el baño. Esto ha hecho que al jugador le dictaran prisión sin fianza y que Pumas haya decidido rescindirle el contrato.

Dani Alves no es el primer jugador de futbol que ha sido acosado por abuso sexual. Probablemente, no será el último. Y esto sólo es una muestra más del enorme camino que nos falta recorrer en materia de erradicar la violencia contra las mujeres.

 

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