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Nadia

Clara Scherer

Clara Scherer

Nadia Murad y la historia de tantísimas otras. Nadia Murad con el Nobel entre sus haberes, por “arriesgar su propia seguridad para combatir con coraje crímenes de guerra y buscar la justicia para las víctimas”. No se confundan, ella no combate. Ese no es su lenguaje. Ella persuade, utiliza las palabras para denunciar a quienes creen que las mujeres somos botín de guerra, somos sus mujeres, somos su propiedad. Busca poner fin a la injusta e inhumana forma de tratar a las mujeres.

Siglos atrás, Octavio Augusto le impuso su nombre al mes que dio inicio al terror de Nadia: “Les pregunté ¿por qué hacían eso con nosotras? ¿Por qué mataron a nuestros hombres? ¿Por qué nos violan violentamente? Me contestaron: ‘Los yazidíes son infieles, no son un pueblo de las escrituras. Ahora ustedes son botín de guerra. Se merecen esto, ustedes son infieles. Los yazidíes deben ser destruidos’”. Integrante de la minoría yazidí en el norte de Irak, vivía con su familia en la aldea de Kojo. El ejército del Estado Islámico asesinó a muchas personas, entre ellas familiares de Nadia. La joven y otras menores de edad fueron secuestradas y utilizadas como esclavas sexuales; forma parte de la estrategia militar del Estado Islámico: son un arma en la lucha contra las minorías religiosas.

Las religiones y sus verdades eternas. Los religiosos y su impunidad. Las creencias que permiten a unos hombres desaparecer pueblos enteros, con crueldad y sin más afán que el sentirse poderosos. Y las mujeres de uno y otro lado, intentando pasar desapercibidas, acatando órdenes absurdas, dejando la alegría y la necesaria serenidad para honrar la vida. Urge alzar la voz, cambiar desde una misma, cambiar el lenguaje, educar para la paz.

“Mi sueño es que las pequeñas comunidades como los yazidíes y los cristianos  sean protegidas y no desaparezcan. La meta del Estado Islámico es erradicar esas pocas comunidades pequeñas. Mi objetivo es evitar que eso ocurra y mantener vivos a los seres humanos, independientemente de su color, su religión o su nacionalidad. La gente tiene que respetarlos tal como son”.

Y no es sólo cuando hay guerras, ni sólo cuando se entabla una batalla contra el narcotráfico, ni cuando hay cracks en la bolsa y la pobreza se extiende por los territorios. Arrancarle a las niñas la vida serena sucede en todos los países, los blancos y sin desarrollo, los negros y los desarrollados, entre los pueblos ancestrales y las novedosas urbes perfectamente planificadas. El abuso sexual contra las niñas es una de las torturas más crueles e inhumanas y no cesará por un premio Nobel otorgado a una muchacha valiente.

El hecho importa. Este Nobel marca de manera diferente el significado de la paz. Quizá denote un alto a las guerras, pero también un alto a la brutalidad de muchos hombres contra niñas y adolescentes. En México hay 99 víctimas de delitos sexuales por día. Los ilícitos tipificados como delitos sexuales, como abuso sexual y violación, son los que encabezan el listado de carpetas de investigación abiertas en el país. El embarazo adolescente es motivo de alarma y se estima que 16 millones de niñas de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años dan a luz en el mundo cada año, y 95% de esos nacimientos se produce en países en desarrollo. Virginia Woolf, en Tres guineas, reclama la educación para las niñas y el acceso a los mismos derechos, como condición para la paz.

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