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La sumisión, la decencia y la crueldad

Clara Scherer

Clara Scherer

Sumisión, sometimiento de una persona a la voluntad o al juicio de otra. Imposición a las mujeres, considerada por siglos casi la esencia misma de lo femenino. Para decirlo cantando: de “sigo siendo el rey” a “la llorona”. Y parece virtud contagiosa. Vemos por doquier sumisión de mujeres y hombres con cargos públicos.

Manon García, filósofa francesa, en un artículo en El País, afirma que “La sumisión es más una renuncia al combate que a nuestra libertad. Requiere una energía enorme no someterse. Y esto es muy importante a la hora de condenar a las mujeres por ser sumisas. Si comprendemos que no es que sean débiles y pasivas, ni que hayan renunciado a su libertad, sino que no ser sumisa exige un combate constante y agotador, y que no siempre se disfruta de las condiciones sociales y materiales adecuadas para librarlo, seremos más justos con ellas, con todas”. ¿Será?

La sumisión trae beneficios, “pero filosóficamente estoy convencida de que lo que hace que los seres humanos sean seres humanos es una inclinación hacia la libertad”. Eso es lo que cuesta someterse. Añade: “Sumisión implica un mínimo de capacidad de acción. No puede hablarse de sumisión a menos que las mujeres tengan más o menos los mismos derechos que los hombres en el plano legal. No podemos decir que una mujer que no tiene ninguna existencia jurídica esté sometida a un hombre: es su esclava. No tienen la libertad de consentir su sumisión”.

A las mujeres nos han dicho que someterse, protege. La violencia doméstica demuestra lo contrario. Que permite “ser buena” y culpar siempre a otros. Pero ninguna escapará al acoso y hostigamiento sexual, escolar, laboral y las culpables serán ellas mismas (por ser mujeres). Pueden aparentar rebeldía, pero con esa actitud, serán acusadas de vándalas. Más valdría hacer “el esfuerzo agotador” de sostener la libertad.

Quizás haya que recuperar una palabra del abandono, decencia. Significa actitud y hechos dignos, merecedores de respeto al obrar y expresarse. Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de la persona (Gran Diccionario de la Lengua Española, 2016, Larousse Editorial, SL).

Rosa Regás, en La canción de Dorotea, historia parecida a la película Parásitos, hace decir a una de sus protagonistas: “Usted no sabe lo que nos cuesta a los pobres parecer decentes”. Una amiga la corrigió: A todos nos cuesta una enormidad parecer decentes. Pero, nadie quiere ni ser ni parecer decente. En política, tiene que ver con una conducta responsable y respetuosa, digna, que se asume ante los ciudadanos, el país y ante la propia conciencia. Trump, ejemplo de lo opuesto.

La crueldad es la falta de misericordia hacia el dolor ajeno. La educación siniestra en la que estamos envueltos en este país, es, concepto de Rita Segato, una pedagogía de la crueldad. En su primer paso, hace desaparecer la empatía. Repetir el horror de las noticias diarias produce escalofrío y resulta cada día en menos empatía, menos dignidad.

Hablar de feminicidios provoca que, ante el espanto, autoridades y medios aparezcan a un monstruo, no un delincuente. Olvidan que lo que hace temible al monstruo es el poder, y el poder es mandato de la masculinidad. Ellos tienen que usar la violencia para hacerse respetar. ¿Recuerdan o conocen la canción El preso número 9?

De la violencia sexual sobre el cuerpo femenino, lo sabemos todos. El tráfico de mujeres con fines de explotación sexual, está ligado a industrias con gran cantidad de empleados masculinos. Minería, explotación de petróleo, o a los ejércitos desplegados, o a las obras de construcción pesada, aisladas de centros urbanos.

En política, mientras unas siguen en el loable empeño de paridad, hay quienes quieren instalar el premio Miss Sumisión para mujeres convencidas de ser el mejor adorno. Tres presidentes, entre otros, Trump, Bolsonaro, Temer pelean por el trofeo.

¿Asombran las manifestaciones feministas en universidades públicas y privadas? ¿Cerrar refugios causa el aumento de feminicidios? Entre que sus ojos transmitían la crueldad de su alma, y el difícil camino: espera asombrar con cariño a quienes cuidó, el “éxito” prefiere la primera frase. Nada decente.

 

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