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Estrategias diferentes

Clara Scherer

Clara Scherer

Ahora, cuando después de tantísimos años (cien recién cumplidos, pues el 2 de noviembre de 1902 se legisló el voto femenino en Estados Unidos), las mujeres de allá han logrado ser elegidas para ocupar cargos relevantes, muchos aducen que llegaron por sus capacidades sin necesidad de imponer las “ridículas” leyes de cuotas que logramos aquí. ¿En verdad lo creen?

En el mundo, particularmente en América Latina, las argentinas fueron las primeras en reglamentar este tipo de leyes, en 1991. La idea nació en Europa, en Francia, donde desde finales de los 70 debatieron el asunto y fijaron cuotas a los partidos para que postularan a mujeres. El 6 de junio del 2000, el Parlamento francés aprobó una ley que tiene por objeto favorecer la igualdad de acceso de mujeres y hombres a las funciones y cargos electorales, también conocida bajo el nombre de ley para la paridad. Estados Unidos se ha opuesto a estas medidas de “discriminación positiva” o acción afirmativa, protegiendo ese “gueto” sólo para hombres. No es en vano que de allá venga el famosísimo “club de Toby”.

La presión mundial ya es abrumadora contra la discriminación hacia nosotras. La evidencia de que las mujeres somos tan capaces de tomar decisiones como los hombres es ya imposible de
poner en duda. Menos en esta pandemia, donde únicamente las mandatarias han actuado de manera ejemplar.

Fueron siglos de opresión, pero, finalmente, el siglo XX vio derrumbarse, uno a uno, muchos prejuicios. No todos ni en todos los países ni en todas las personas, pero ya casi se cuentan con los dedos de la mano los que siguen con, como diría Salvador Díaz Mirón, “torpezas de los delirios de (sus) mentes locas”. Sí, los países árabes y su derecho familiar basado en la sharia, por ejemplo.

En Estados Unidos, aunque se ha luchado por lograr cuotas y tener una mayor participación femenina en los congresos, esto no ha sido fácil, entre otras razones por la muy escasa “masa crítica” que se requiere para poder accionar estas leyes. Es decir, en los partidos y en los congresos mismos debe haber al menos 30% de mujeres que apoye firmemente este mecanismo. Después de este proceso electoral, el Congreso tendrá 25%, 132 mujeres —casi una decena de ellas latinas—, las cuales formarán parte de la próxima legislatura, que será la de mayor componente femenino de la historia.

Y esto después de la marcha más espectacular —la del 21 de enero de 2017, un día después de que Donald Trump fuera investido presidente—, donde según algunos medios se superaron las quinientas mil asistentes. ¿Sería una señal de que ellas quieren participar y tienen derecho a ello? ¿Será que Biden y el partido demócrata supieron descifrar estas señales? Incluyamos Beijing+20, la CEDAW, etc. La presión internacional siempre está presente en los avances de las mujeres. Y ahora tenemos a Kamala Harris.

El tema de capacidades requiere mucho más espacio del que hay en este artículo, pero sorprende que quienes aducen este argumento no lo hayan hecho cuando sólo se elegían hombres que, y en verdad nos consta, eran de todo —muchísimos de ellos— menos capaces para ocupar el cargo para el cual eran elegidos, entre ellos, y de manera sobresaliente, Trump. Cualquiera hubiera preferido a Nancy Pelosi o a cualquier otra.

Muchas mujeres llegan por ser parte de las querencias de algún poderoso. Lo mismo sucede con muchos hombres. Para refrescar la memoria tenemos el caso de Julio Godoy, acusado de tener nexos con el cártel de la Familia Michoacana y hasta con órdenes de aprehensión, pero con un medio hermano poderoso.

Abogamos para que lleguen a esos cargos mujeres y hombres honorables. Sin embargo,  la cuestión no está en las personas, sino en las instituciones y los contrapesos para limitar sus atribuciones. Ya sabemos, hay quien se sube a un tabique y se marea. Pasa lo mismo con unos y otras. Por eso, urge que haya mujeres gobernadoras e instituciones autónomas que vigilen el actuar de quienes dirigen el destino de cada entidad federativa.

Con un profundo, amargo y triste pesar por las más de cien mil personas fallecidas este año, sin palabras para expresar el desamparo, abrazo a quienes sufren su pérdida. Ojalá tuviera algún consuelo efectivo para todas ellas. Nos hacen falta.

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