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Entre Zozobra y Suave Patria

Clara Scherer

Clara Scherer

Obligado honrar a cien años de su publicación, Zozobra, libro de Ramón López Velarde. Poemas que traslucen ese sentimiento de tristeza, angustia, inquietud de quien algo teme: la zozobra. “En estos hiperbólicos minutos en que la vida sube por mi pecho como una marca de tributos onerosos, la plétora de vida se resuelve en renuncia capital y en miedo se liquida”. ¿Presagios de amenaza marca Trump? “No soy más que una nave de parroquia en penuria, nave en que se celebran eternos funerales…”. ¿México, donde hay más de 40,000 desparecidos y 20,000 cuerpos sin identificar en las morgues del país?

Mencionar al poeta evoca Suave Patria: “Tus entrañas no niegan un asilo… y nuestra juventud, llorando…”. ¿Retrato de realidad? Vivir en carne

propia la discriminación, que para decirlo rápido, es la desigualdad de trato, lo que supone un ejercicio de poder de un individuo sobre otro, (¿de un país sobre otro? ¿De un grandulón?) “en el que uno no reconoce a otro o lo excluye, ya sea de manera deliberada o implícita”. “Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario”. ¡No, por favor!

Sopa de nuestro propio chocolate. Aunque se pronuncie a cada momento (las mañaneras), el propósito de terminar con la desigualdad, ésta se ha reconocido sólo en una dimensión: la económica. Sabemos que aliviar el hambre, noble proyecto, urgente y necesario, no ayuda a igualar las condiciones. El trato entre las personas seguirá marcado por la raza, la etnia, la edad, el sexo, las preferencias, la religión, etcétera, si sólo se reparte dinero.

El derecho a la no discriminación se concreta en que todas las personas reciban un trato digno: respeto a su persona, autonomía, confidencialidad y privacidad, así como garantizarles la ausencia de abuso. Y la vivencia cotidiana es exactamente lo contrario. Desde la tribuna política, por citar ejemplos, el trato a las mujeres es ofensivo. No tienen la calidad de “personas”. Lo primero que se resalta es su condición de “mujer”, con todos los prejuicios que la palabra encierra. No ha importado la “paridad en todo”. De siete nuevos nombramientos para encarar la urgencia: siete hombres.

La representación política de quienes hemos nacido en México sigue colgando de los pantalones varoniles; no hay criterio alguno que rescate los méritos de la persona. La única forma de llegar a un cargo de representación es asumiendo unos bien determinados rasgos de identidad: ser hombre ligado a Morena, y mejor, a López Obrador. Lo mismo sucede con la administración pública. Aunque el poder cambió de partido, el cambio ha sido que en vez de blanco, hoy se prefiere moreno. No es cambio hacia la igualdad de trato.

Y hete ahí que un día amanecimos con la amenaza de un grandulón. Una amenaza terrible, que dejaría de facto, a un millón de personas sin trabajo. Un grandulón que puede hacerlo porque dirige el país más poderoso del mundo.

Un chantaje que, bajo las normas de la Organización Mundial de Comercio, es inaceptable, declaró Pascal Lamy, expresidente de la institución. ¿Hemos pagado un alto precio a cambio de sólo 45 días “de gracia”? “Yo despilfarro, en una absurda espera, fantasía y hoguera”.

Eso sólo aumenta el miedo y la zozobra a quienes migran con esperanza de una mejor vida y a quienes aquí habitamos. “Algo, muy hondo en mí se escandaliza y llora”. Trump: “Hemos firmado y registrado completamente otra parte muy importante del acuerdo de inmigración y seguridad con México, una que Estados Unidos ha estado solicitando durante muchos años. ¡Será revelada en un futuro no tan distante y requerirá de una votación por parte del Poder Legislativo de México!”. “Un día en que el payaso dio a probar su rastro de amazona al ejemplar señor gobernador de aquel estado, comprendí lo que es Poder Ejecutivo aturrullado”.

El exministro Cossío: “México está obligado a proteger a todas las personas que, habiendo cruzado por su territorio, hayan solicitado asilo en los Estados Unidos, independientemente de si su país de origen fue o no centroamericano. También, a hacerlo con la plenitud de las obligaciones provenientes de los tratados y la ley”. En primerísimo lugar, trato digno. Aturrullados hemos quedado.

 

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