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¡Cuidado!

Clara Scherer

Clara Scherer

Palabra materna para despedir a hijas, hijos, marido, todas las mañanas de todos los días. ¡Cuidado!, recomendación desde la Secretaría de Salud, reiterada millones de veces por la pandemia de covid-19. ¡Cuidado!, deseo ferviente de quienes practican deportes extremos (entre otros, ser mujer en México, según afirman diversas profesionales).

Tener cuidado con los sentimientos de nuestro prójimo o prójima. Tratar con cuidado a niñas, niños, mascotas, medio ambiente. Aprender con cuidado las etapas de muy diversos procesos. Aplicar con cuidado, las medicinas, las vacunas, los procesos de mantenimiento de estructuras complejas, como las del Metro. ¿Por qué Florencia no lo hizo?

La Cámara de Diputados aprobó un Sistema Nacional de Cuidados. Falta que el Senado la apruebe. Las mujeres reclaman que los hombres se hagan cargo del 50% de las tareas de cuidado que les corresponde por ser padres. Pero, la sociedad requiere del trabajo remunerado de las mujeres y de los hombres, por lo que la sociedad también debe participar activamente en estos menesteres.

El cuidado, dicen las feministas, es una urgencia que hay que politizar. El cuidado es, al parecer, algo más que sólo una recomendación. Una tarea de vida, que da vida. Debiera ser considerada “esencial” y ser incluida en indicadores de una sociedad que tiene la obligación de procurar el bienestar de sus integrantes.

“La economía feminista politiza los cuidados a partir de las ideas de vulnerabilidad universal e interdependencia. Todas las personas tienen necesidades de cuidado durante toda la vida, aunque varíe la intensidad con que se requiere a lo largo del ciclo vital. La resolución de una necesidad universal de la que depende la vida humana es, sin duda, una cuestión política y requiere una solución colectiva” (https://www.economiasolidaria.org/noticias/hacia-una-agenda-feminista-de...).

Sí, todas las personas requerimos de cuidados. Y, también, de esa inagotable necesidad de afecto, de dar y recibir afecto. Es en ese dar y recibir afecto que se tejen los lazos, los vínculos que van construyendo y dando sentido a la vida de cada quien. Hay cuidados sin afecto, pero es imposible imaginar un afecto sin trabajo de cuidado. Por eso, declarar cariño sin que se haya sentido, aunque sea un ligero afecto, suena y resuena a falsedad. Lo hemos atestiguado demasiadas veces.

Aprender a cuidar implica muchas capacidades de atención, de interesarse, de memorizar, pensar, interpretar, gestionar, creatividad. Implica también dejar de lado el ego, el yo, para buscar comprender al otro a partir de la empatía. ¿La 4ª transformación? Tristeza profunda por Tláhuac.

La primera obligación del cuidado es la persona misma. Si una, uno, no se cuida, imposible cuidar a otra, otro. Y en ese cuidado de sí, desde las palabras hasta las acciones cobran relevancia. Y en un sistema jerárquico, las palabras y las acciones de quienes tienen poder, afectan de manera contundente a quienes dependen de ese personaje. Lamentable.

Igual de lamentables son quienes suponen que no requieren cuidados, porque lo que en realidad están haciendo es despreciando lo que, casi seguro, otra hace para que él, ella, se sienta bien. Ejemplo sin igual, el famoso Adam Smith, quien nunca reconoció el trabajo de su madre para incluirlo en sus tesis sobre economía: ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, libro de Katrine Marçal.

Agradecer el cuidado que nos prodigan personas cercanas, es cuestión de “nobleza obliga”, pero felicitar a “las madres” por ser quienes, sin reconocimiento, sin horario ni calendario, sin derechos, sin vida propia, negándose a sí mismas, resulta, en verdad, “pura hipocresía”. Tortura para muchas, asistir a los anuales festivales escolares del Día de las Madres.

Cuidemos nuestro voto. INE independiente y Suprema Corte ¡también!

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