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Apuntes

Clara Scherer

Clara Scherer

 

La casa de Bernarda Alba, García Lorca. 1938. España. Retrato del patriarcado encarnado. Cualquier persona autoritaria usa el consabido grito: “¡Silencio!” y “Menos gritos y más obras”. Así se presenta Bernarda, la madre, hablando de sus tribulaciones: ¡Cuánto hay que sufrir y luchar para hacer que las personas sean decentes y no tiren al monte!

Sus 5 hijas están sometidas a un luto de 8 años, impidiéndoles salir de la casa. La mayor, Angustias (nombre revelador de los sentimientos filiales) más rica por herencia, decide casarse. Nada original el matrimonio como escape: “Afortunadamente, pronto voy a salir de este infierno”. “La familia mexicana es la institución más importante de seguridad social”.

A las mujeres nos encanta estar comadreando, platicando sobre asuntos sin importancia. Un chisme entre dos de las hermanas: Martirio (¡uf!): Su novio no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes era alegre; ahora ni polvos se echa en la cara. Ya no sabe una si es mejor tener novio o no. Martirio: Es lo mismo. Amelia: De todo tiene la culpa esta crítica que no nos deja vivir. Martirio: Le tiene miedo a madre. Es la única que conoce la historia de su padre y el origen de sus tierras. Su padre mató al marido de su primera mujer para casarse con ella. Luego la abandonó y se fue con otra que tenía una hija y luego tuvo relaciones con esta muchacha, la madre de Adelaida, y se casó con ella después de haber muerto loca la segunda mujer. Amelia: Y ese infame, ¿por qué no está en la cárcel? Martirio: Porque los hombres se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de delatar. El famoso pacto de caballeros. Abril Pérez Sagalón. ¿Las “falsas” llamadas de auxilio?

 

  • Cómo se apoderan de los derechos: Bernarda: No os hagáis ilusiones de que vais a poder conmigo. ¡Hasta que salga de esta casa con los pies adelante mandaré en lo mío y en lo vuestro! Y cómo la experiencia pretende justificar el machismo: Poncia (vieja “empleada doméstica”) A vosotras, que sois solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre, a los quince días de boda, deja la cama por la mesa y luego la mesa por la tabernilla, y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón. Los bríos juveniles incrementan la violencia: Amelia: Tú te conformaste. Poncia: ¡Yo pude con él! Martirio: ¿Es verdad que le pegaste algunas veces? Poncia: Sí, y por poco le dejo tuerto. Magdalena: ¡Así debían ser todas las mujeres!

El patriarcado encarnado en mujeres: Poncia: Hace años vino otra de esas (fulanas) y yo di dinero a mi hijo mayor para que fuera. Los hombres necesitan estas cosas. Adela: Se les perdona todo. Amelia: Nacer mujer es el mayor castigo. Magdalena: Y ni nuestros ojos nos pertenecen. La bondad materna y la devaluación de las mujeres.

Hay que resguardar las jerarquías. Poncia: Bernarda, aquí pasa una cosa muy grande. No te quiero echar la culpa, pero no has dejado a tus hijas libres. A Martirio ¿Por qué no la dejaste casar con Enrique Humanas? Bernarda: ¡Y lo haría mil veces! ¡Mi sangre no se junta con la de los Humanas mientras yo viva! Su padre fue gañán. 

Cada quien tiene, por su nacimiento ¿? un lugar inamovible en el mundo. Poncia: En el pueblo hay gentes que leen también de lejos los pensamientos escondidos. Bernarda: ¡Cómo gozarías de vernos a mí y a mis hijas camino del lupanar! Poncia: ¡Nadie puede conocer su fin! Bernarda; ¡Yo sí sé mi fin! ¡Y el de mis hijas! El lupanar se queda para alguna mujer ya difunta. Poncia: Mejor será que no me meta en nada. Bernarda: Eso es lo que debías hacer. Obrar y callar. Es la obligación de los que viven a sueldo. ¿Lealtad ciega?

Poncia: No es toda la culpa de Pepe. Es verdad que el año pasado anduvo tras Adela, pero no debió provocarlo. Un hombre es un hombre. Me gustaría cruzar el mar y dejar esta casa de guerra. Son mujeres sin hombre, nada más. En estas cuestiones se olvida hasta la sangre. 

Bernarda: ¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! ¡Las lágrimas cuando estés sola! Nos hundiremos en un mar de luto. Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio! Una verdadera tragedia eso del patriarcado.

 

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