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Los retos de Morena hacia una auténtica democracia

Citlalli Hernández

Citlalli Hernández

Nuevas narrativas

Poco se ha hablado del efecto que tuvo la hazaña ciudadana de julio de 2018 en el futuro de los partidos políticos en México. Si nos detenemos a pensar en la vida interna de los “grandes” partidos, no hay ni uno solo que se salve de la hecatombe del juicio popular. El mandato a ganadores y perdedores fue de cambio; un rechazo contundente a la corrupción política, al cinismo gubernamental; a lo “viejo”.

Crisis de legitimidad, falta de liderazgos, pérdida de confianza y de base social, aprietos por el crecimiento súbito de sus integrantes, por poner algunos ejemplos, son las nuevas realidades de los institutos políticos. Veremos cómo la libra cada uno; seguramente están preocupados y ocupados en ello de manera interna.

Sin embargo, en el caso de Morena, debido al mandato del Tribunal Electoral que le obligó a cambiar de dirigencia a través de una encuesta abierta, las diferencias internas quedaron expuestas. Nadie debería de asustarse ni sorprenderse porque las discrepancias en un partido plural, democrático, abierto y de crecimiento acelerado, son naturales.

Lo interesante será saber en qué acabará ese debate interno, es decir, el nuevo rumbo que tome el partido en el poder. Desde su nacimiento, la promesa de Morena fue ser diferente, por eso el juicio hacia sus actos es más agudo; la expectativa es alta. Al concluir este largo intento de renovar su dirigencia, Morena se coloca frente a grandes retos.

Además de reafirmar su fuerza social y liderazgo político en 2021, Morena tiene el mandato de cumplir con la esperanza de cambio, conservar su autoridad moral y asumir su papel en la historia democrática de México, para continuar con los objetivos que le dieron vida: acompañar el proceso de transformación nacional, hacer la política de manera diferente y generar un proceso de conciencia social.

Cuando un partido se funda mayoritariamente por ciudadanas y ciudadanos libres, se organiza como movimiento, crece mucho en poco tiempo, llega al poder con amplias alianzas y, con tan sólo cinco años de vida, la pluralidad y la disputa del poder se maximizan. En el resultado de esas visiones encontradas se definirá parte del futuro de Morena.

La clave es innovar, romper los códigos tradicionales y superar los vicios y errores de la izquierda. Es decir, alejarse del pragmatismo y del sectarismo para tomar el camino que le dé continuidad a lo que hace décadas iniciaron mujeres y hombres en la búsqueda de una auténtica democracia, donde el poder realmente se concentre en el pueblo y no en el dinero ni en las redes de intereses creados; donde la honestidad y la vocación de servicio sean las motivaciones de sus integrantes y no la ambición por el poder y el dinero. 

Si Morena replica los vicios contra los que ha luchado, habrá perdido la oportunidad histórica de iniciar un nuevo paradigma en la organización política y, por ende, de convertirse en el catalizador para que México avance con la conquista democrática que, heredada de las luchas de décadas, se ha ido materializando con su triunfo electoral.

Estamos frente a la posibilidad de romper las viejas “máximas” de que “todos son iguales”, de que es mejor “el que roba poquito” o de elegir “por el menos peor”; de elevar el nivel de participación ciudadana para votar por quien mejor nos represente y no por quien más dádiva ofrece. Lograrlo, provocará una etapa nueva en la organización política y un punto final a los hoy convalecientes partidos de siempre.

Lo que es un hecho es que, en este ambiente global de cambio, si los partidos no giran el timón, los barcos se hundirán y las nuevas narrativas, las nuevas prácticas, las nuevas demandas políticas y sociales tendrán otro cause y encontrarán otras representaciones. El cambio ya inició y no hay vuelta atrás.

 

                *Secretaria general de Morena

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