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Toreando la crisis

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Esta semana, la conferencia mañanera nos regaló el espectáculo bochornoso de dos altos funcionarios acomodando las cifras para satisfacer la visión binaria del Presidente. La secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, y el director del IMSS, Zoé Robledo, presentaron cifras que buscaban comprobar una naturaleza buena y solidaria en los microempresarios que no despiden a sus empleados y una fría y poco empática entre los dueños de empresas medianas y grandes que no se tientan el corazón en despedir o reducir el salario de sus trabajadores. Argumentaban que prácticamente no ha habido despidos entre las microempresas. Ambos funcionarios no pueden tener cifras de la verdadera tragedia entre las empresas familiares porque la mayoría de éstas son informales. Si entre las microformales ha habido menos despidos probablemente tiene que ver con que el negocio de tamales de doña Manuelita tiene poca o nula integración con las cadenas de suministro de la industria automotriz o de la industria de cruceros o la hotelera. En cuanto a las formales, sabemos que se perdieron 347 mil empleos, más que los que se crearon en 2019, y no por falta de solidaridad, sino por la obligación de continuar con sus gastos fijos al tiempo que sus ventas caen a cero. Y se estima que para fines de abril esa cifra se duplique.

Reforzar la visión blanco y negro del Presidente es una falta de lealtad hacia él y hacia el país, porque es inevitable que la realidad de la crisis económica de la pandemia nos alcance y golpee a la economía mexicana de forma intensa. Por varias razones: nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, ya ha alcanzado 17 millones de desempleados en unas cuantas semanas; mucho de lo que producían estos trabajadores representa insumos de cadenas de suministro en las que participa la industria mexicana. Ello explica el cierre de muchas empresas grandes y medianas en México y no una supuesta falta de solidaridad. La industria turística, que representa cientos de miles de empleos y casi 9% del PIB, está prácticamente parada. Las remesas que el año pasado superaron los 35 mil millones de dólares y fueron el principal ingreso en dólares, probablemente disminuirán este año, pues los paisanos que las enviaban podrían ser despedidos o procurar prevenirse ante una posible pérdida de ingresos. Restaurantes y servicios similares han reducido dramáticamente su actividad. Más aún, incluso si las medidas de distanciamiento social se levantaran pronto, no sabemos qué tan profundamente se verán afectados los hábitos de consumo de los ciudadanos. ¿Comprar carro cuando se estuvo a punto de perder la hipoteca? ¿Viajar tan profusamente como antes cuando se vio tan de cerca lo fugaz del bienestar? Preparémonos para dos años difíciles.

El jueves 16 el Presidente anunció que le pediría a la Junta del Banco de México que le adelantara el remanente de operación que se prevé para 2021. Como ha habido una depreciación del peso mexicano, el banco central ha tenido ganancias por recibir dólares y, por ley, debe entregarlas a Hacienda en abril de 2021. Se estima que este remanente podría estar entre 200 o 400 mil millones de pesos, dependiendo del tamaño de la depreciación de nuestra moneda. También por ley —y no por voluntad del Presidente— 70% de este ingreso inesperado debe dedicarse al pago de la deuda y el resto a fortalecer el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestales. Los legisladores podrían evaluar si esta proporción y estos destinos son los mejores no sólo para un momento de crisis sino para la economía del país.

La Junta de Gobierno seguramente explicó al Presidente por qué no era posible saltarse los procedimientos que marcan leyes y reglamentos. Sin embargo, dado que se trata de recursos que, con toda seguridad, ingresarán a Hacienda el primer trimestre del año próximo, el gobierno podría emitir deuda garantizada por ese remanente, cuyo monto se puede calcular en forma prudente.

La proporción deuda/PIB es relativamente sana, apenas por arriba del 50 por ciento. La combinación de un endeudamiento prudente, tanto interno como externo, y su inversión para asegurar servicios de salud suficientes y dignos para enfrentar la pandemia y recursos para garantizar ingresos para quienes, súbitamente, los han perdido, así como para impedir que se pierdan empleos en la economía formal, es una herramienta prudente y adecuada. La reasignación presupuestal mediante la suspensión temporal de obras que no son esenciales en este momento representa una fuente de ingresos superior a la rapiña de fideicomisos que financian proyectos de ciencia y cultura.

FINALMENTE. Santiago Arau, espléndido fotógrafo, publicó varias imágenes de los usuarios del Metro Pantitlán, Ciudad de México, a las 18:30 del pasado viernes. Cientos de ciudadanos apeñuscados buscando entrar a uno de los vagones, arriesgando su salud y la de los otros, pues no había ni sana distancia y escasos cubrebocas. Además de aumentar corridas del Metro y escalonar horarios de entrada y salida, es importante facilitar, mediante un ingreso temporal, que los ciudadanos que no realicen trabajos esenciales se queden en casa. Sí, pagarles para que se queden casa, ése sería su trabajo.

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