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Solidaridad con la democracia americana

Cecilia Soto

Cecilia Soto

En su libro The Disciplined Mind, el autor de la hipótesis de las inteligencias múltiples, Howard Gardner, plantea que, en la educación básica, más que multiplicar el número de materias, la labor pedagógica debería centrarse en tres temas: la verdad, la belleza y el bien. Estudiar, analizar, escribir ensayos, debatir, investigar ejemplos de estas tres categorías. Para la verdad sugiere el estudio de la evolución y, por tanto, descubrir la falsedad del creacionismo. Para la belleza sugiere poner a los estudiantes en contacto con la música de Mozart y el gran arte. Y para el bien, el estudio serio del Holocausto y así dar instrumentos a los estudiantes contra el negacionismo. En Francia, el documental de Claude Lanzmann, Shoah, de 9 horas de duración, que entrevista sólo a sobrevivientes de los campos de exterminio y de los Sonderkommandos (los prisioneros judíos que eran obligados a llevar a otros prisioneros a las cámaras de gas y eran eliminados cada tres meses para no dejar testimonio), es materia obligatoria en la preparatoria. En Alemania, y por razones obvias, todos los estudiantes habrán estudiado el fenómeno del nazismo y visitado un campo de concentración antes de terminar la secundaria.

Pensaba en esto mientras escuchaba las excusas del presidente López Obrador para no manifestarse en contra del violento intento del presidente Trump para desconocer el resultado de las elecciones, perpetuarse en el poder y coronarse como tirano apoyado por los supremacistas blancos. “No tomamos postura”, dijo el Presidente. Pero precisamente lo que enseña la historia de todas las condiciones que facilitaron la llegada y el ascenso de Hitler en Alemania fue que las naciones vecinas decidieron “no tomar postura” frente a la demolición de la democracia y las ominosas leyes contra los judíos. Agregó el Presidente: “Deseamos que siempre haya paz, que prevalezca la democracia, que es el poder del pueblo y que haya libertades”. Pues la sede de la democracia en el país vecino, el Capitolio, estaba siendo asaltado por una turba azuzada por el presidente Trump y el presidente mexicano comía palomitas frente a la tv.

Es cierto que comparar a Trump con Hitler es reconocerle ideas que no tiene. Como dice Timothy Snyder (The American Abyss, NYT), el programa de Trump se acaba en el espejo. Es él y solo él. No es la llegada del fascismo, sino el desmonte de la democracia y el fortalecimiento del racismo más rancio, aquel que no sólo victimiza a la población negra, sino a los compatriotas y paisanos nuestros avecindados en EU. No, no es el fascismo, pero no es tan distinto. El putsch en Washington fue un aviso relampagueante de que nada es para siempre, de que a la democracia hay que cuidarla, fortalecerla, nutrirla, defenderla. En México y en el mundo.

El camino ensayado por Trump desde su primer día de gobierno hasta el pasado 6 de enero fue el de mentir sistemáticamente y el de tratar de burlar el Estado de derecho en toda oportunidad que se le brindara. Mentir en Trump es una compulsión y al mismo tiempo resulta en una pedagogía. Por oportunismo, porque les redituaba, la mayoría del establishment republicano calló y dejó pasar el ataque sistemático a la verdad hasta que fue demasiado lejos y el techo amenazó con desplomarse sobre ellos. Como lo ha dicho tanta gente después de ser testigos del intento de toma del Capitolio, las palabras importan. Las palabras son las herramientas del pensamiento y también de las emociones. A las fallas y fracaso de la democracia americana para resolver el reto de una sociedad multirracial, Trump aportó el adoctrinamiento por más de 4 años —desde su campaña— con palabras que incitan a la división, al odio racial (en especial a los mexicanos), al “ellos o nosotros”. A demonizar la figura de sus adversarios políticos creando el terreno para que teorías conspirativas como QAnon, que no tendrían más que un éxito minúsculo en una sociedad con mejor educación, crecieran como fuego en pasto seco.

El apoyo solidario a la democracia en Estados Unidos no es intervenir en asuntos internos, es un asunto de sobrevivencia para México. El debilitamiento de sus movimientos extremistas racistas protegerá a nuestros conciudadanos y les brindará nuevas oportunidades. El fortalecimiento de la representación política en las cámaras de Representantes y del Senado asegurará mejor escucha y resolución a los múltiples asuntos y problemas que definen la relación bilateral. La fortaleza del Poder Judicial, que tanto hizo para frenar las locuras de Trump, es una señal luminosa en tiempos tan oscuros. La prensa, medios y las ONG que durante cuatro años defendieron la verdad frente al embate trumpiano merecen toda nuestra solidaridad. Así, en voz en cuello.

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