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La justicia a la picota

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Para diciembre, sí o sí, habremos superado los 100 mil fallecidos por covid. Si además consideramos que, como lo han demostrado estudios que comparan la mortalidad de años sin pandemia con los de 2020, las muertes son casi tres veces más que las oficiales. Para quien se considera estar haciendo historia y calcula todos sus actos pensando en el escritor del futuro libro de texto que llenará páginas de los libros de historia con el recuento de sus hazañas, esta cifra resulta muy incómoda. ¿Pasará a la historia por el récord de familias enlutadas durante su gobierno? ¿O por el récord mundial de trabajadores de la salud fallecidos en la atención de la pandemia? ¿O por los primeros lugares en muertes por millón de habitantes?

Un estudio de la investigadora pionera en estudios de pobreza en América Latina, Nora Lustig y su Instituto Compromiso con la Equidad, concluye que la población afectada por la larga cuarentena probablemente será mayor que la prevista por otros estudios. El suyo se distingue porque no aplica a todos los segmentos de la población el mismo promedio de pérdida de ingresos que se calcula perderán México, Brasil, Colombia y Argentina. La pérdida de ingresos será diferenciada. Para el caso de México, los indígenas y los más pobres —aunque severamente castigados— tampoco serán los más afectados gracias al “colchón” que representan los programas sociales presentes desde hace 25 años. Los más afectados serán los que habían logrado salir de la pobreza para incorporarse a la clase media. Un número importante de ellos, varios millones, irán de regreso a la pobreza. Y muchos de la clase media más consolidada conocerá la incertidumbre de pagar la renta, renunciarán a la ilusión de la compra de una casa y, en fin, pasarán a lo que se denomina clase media baja. Las pesadillas de 1995 y 2009, reloaded.

El caso de México es más dramático que el de Argentina, Brasil y Colombia, porque, como dice Lustig, a diferencia de estos, México “no ha hecho nada” por paliar los efectos devastadores de la pandemia en los ingresos y fuentes de empleo de las familias. Sólo adelantó dos programas existentes, la pensión para los adultos mayores y las becas escolares, e implementó un miniprograma de microcréditos que ha llegado a 750 mil personas, cuando son millones los afectados.

¿El Presidente pasará a la historia por tener el peor récord mundial en materia de apoyo a los afectados por la pandemia?

Para salvar ese lugar anhelado en el panteón de las figuras consagradas en la historia de México hay varias alternativas. La primera: hacer un alto, analizar los datos, pedir ayuda a toda la sociedad y cambiar de prioridades. Menos contagios, menos muertes, menos trabajadores de la salud sacrificados, menos alumnos que abandonan los estudios, menos empleos perdidos, menos negocios cerrados. Y si ésas son las nuevas prioridades, entonces aquellas que él escogió antes de la pandemia deben posponerse y repensarse porque no hay recursos para ambos proyectos. Y porque, como decía el gran economista John Maynard Keynes, cuando cambian los datos, cambio. La segunda alternativa —la que al parecer ha escogido el primer mandatario— es intentar pasar a la historia inaugurando la ruta estridente de las “primeras veces”. “Primera vez que se pregunta a la gente si se juzga a tres expresidentes”.

En realidad, se trata de linchar a la justicia. No me refiero a los exmandatarios o a quienes risiblemente acusa de conspirar con el extranjero contra el Tren Maya, sino a la justicia misma. El convencimiento de un destino manifiesto glorioso exige excepciones. La seguridad de la existencia de un bien mayor que espera a la nación en un futuro cercano, con un brillo cegador, justifica destruir tribunales y debido proceso; el excepcionalismo heroico del que está imbuido este gobierno no debe detenerse ante molestos códigos, denuncias, presentación de pruebas, testimonios. ¡Oh no! La grandeza no puede esperar. Preguntémosle a la gente si se ha de aplicar la justicia. Canoa a nivel nacional.

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