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La abuela rebelde

Cecilia Soto

Cecilia Soto

No olvido el anuncio en camiones urbanos de Brasilia, en donde es frecuente que matrimonios o parejas estables visiten moteles: “Descuentos de 4 a 6 de la tarde a parejas de la tercera edad”. ¿Exagero? A lo mejor un poco, pero sirvan esos ejemplos para contrastar la imagen de la dulce abuelita que vive para sus nietos, cosiendo vestiditos para las muñecas, horneando galletitas y cantando canciones de Cri-Cri todo el día, evocada por el secretario Urzúa.

Al recortar en 50 por ciento el presupuesto para las estancias infantiles de la antigua Sedesol, el presidente López Obrador falta al compromiso explícito formulado el 1º de diciembre en el Zócalo, poco después de que diversas ceremonias indígenas “purificaran” la ceremonia de toma de posesión.

En el compromiso número 3 —no el 58 ni el 85 ni el 99—, el recién estrenado mandatario dijo: “Se mantendrán las estancias infantiles de la antigua Secretaría de Desarrollo Social y se regularizarán los CENDIS promovidos por el Partido del Trabajo, ambos programas tendrán recursos garantizados en el presupuesto y pasarán a formar parte de las secretarías de Bienestar y de Educación”. El Presidente argumenta que se han encontrado casos mayoritarios de corrupción, pero la Auditoría Superior de la Federación (ASF) sólo encontró 1.8 por ciento de irregularidades en el manejo de recursos. La razón para asfixiarlas económicamente es política: las estancias no están asociadas a su nombre y no contribuyen, por tanto, a su proyecto clientelar de poder.

La iniciativa de dar mil 600 pesos bimestrales a las abuelas (porque se olvidó de los abuelos) que cuiden a los nietos se ha presentado como parte de la llamada “economía de cuidados”, término que busca llamar la atención sobre la inmensa carga que recae especialmente sobre las mujeres que cuidan a niños, a personas con discapacidad y a adultos mayores de manera informal y sin remuneración alguna. Reconocer el valor de la economía de cuidados y compensar estos servicios es algo correcto y necesario, pero tal como está presentada se trata de un travestismo. Sin información adecuada, sin estudios previos, sin programas piloto, sin etapas de implementación y, sobre todo, destruyendo una red estable de estancias infantiles, que atiende a 350 mil niños, que sostiene decenas de miles de empleos y permite el trabajo o la continuación de estudios y capacitación para cientos de miles de mujeres, representa una violación flagrante al principio del “interés superior del niño”, contenido en el artículo 4ºde la Constitución.

La iniciativa de crear un programa de estancias infantiles para apoyar a las madres trabajadoras en regiones pobres o vulnerables surge durante la Presidencia de Felipe Calderón, precisamente, porque no hay suficientes abuelas, vecinas o parientes que puedan cuidar a niños muy pequeños. Las hay y colaboran, a veces, por una módica contribución, a veces, solidariamente. Pero 800 pesos al mes no multiplicará a este tipo de apoyos. Abuelas y abuelos, jóvenes entre 45 y 55 años de edad, están en plena edad productiva. Abuelos mayores pueden colaborar, pero serán los menos los que tengan la posibilidad de sustituir el horario completo de una estancia infantil. ¿Darle el dinero a las madres para que ellas elijan a quién pagar el cuidado de sus hijos? El modelo de estancias infantiles subsidiaba a cada niño, pero también obliga a las madres a pagar una cuota fija para incentivar el compromiso con el cuidado de sus hijos. Quitar o reducir dramáticamente el subsidio a las estancias amenaza su estabilidad y posibilidades de planeación e inversión en los niños.

Todos los estudios sobre desarrollo durante los primeros cinco años de edad demuestran que la estimulación temprana de calidad hace la diferencia para la vida adulta. Estudios longitudinales, publicados por el Premio Nobel, James Heckman, que siguieron a niños pobres o de familias desfavorecidas, que recibieron programas cuidadosos desde las primeras semanas de nacidos hasta los 35 años, comprobaron resultados sorprendentemente positivos. Una “inversión” de la sociedad que rinde frutos en mayor rendimiento escolar, menos conductas delictivas, seres más productivos. Un programa que premie los cuidados de abuelos y/o parientes es positivo como complemento a una política pública de más —no menos— estancias infantiles, CENDIS, guarderías, etcétera.

Desde hace tres años, mi esposo y yo somos abuelos. Una experiencia de amor transformadora. A mis nietos les ha tocado una abuela rebelde que se derrite cuando escucha que la llaman “abeba” y que cuando puede se da el gusto de ir por ellos… a una estancia infantil. Nos encontramos en Twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotomx.

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