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John Lennon en Culiacán

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Para que una estrategia de disuasión sea exitosa se requieren dos elementos: capacidad, y voluntad para utilizar esa capacidad. Una aplicación moderadamente exitosa de esa estrategia es la de la contención del huachicol. El Estado tenía capacidades de fuerza para combatir ese delito, pero no las usaba o lo hacía apenas simbólicamente. Forzado por las circunstancias de la falta de previsión en el almacenamiento de combustible, el gobierno entrante hizo de la debilidad una fortaleza. No sólo utilizó esas capacidades, sino demostró una voluntad inquebrantable para utilizarlas: ni la muerte de 135 civiles en Tlahuelilpan lo hizo flaquear. El mensaje disuasor para los responsables del huachicoleo como para los civiles que lo usufructuaban fue muy claro: para el Estado lo más importante es combatir ese delito; arriesgas tu vida bajo tu responsabilidad.

Hay regiones en el país en las que hay una insurgencia de los violentos. Parecida a la que sufrió Colombia con las FARC y con cárteles como el de Pablo Escobar. El diagnóstico público del que parte la Estrategia Nacional de Seguridad para contener, disuadir y disminuir esta insurgencia parece equivocado. Digo público y parece porque es posible que tanto el diagnóstico como los 8 ejes de esta Estrategia –con la excepción del que se refiere a la política de drogas–, no sean ni el diagnóstico ni los ejes fundamentales de los que se parte realmente. Esta posible discordancia me recuerda el comportamiento de los subalternos del fundador de Apple, Steve Jobs. Al presentarle proyectos, conociendo su forma neurótica de reaccionar, le decían lo que quería oír para conseguir su aprobación y luego proceder a presentar el verdadero proyecto.

Doy un ejemplo tomado del documento Estrategia Nacional de Seguridad Pública. “Si la persistencia y el incremento de la pobreza, la marginación y la falta de servicios educativos y salud, están en la base del auge delictivo que enfrenta el país, la corrupción prevaleciente es la razón primaria de su descontrol, de su crecimiento y de la imposibilidad de contrarrestarlo”. Si este diagnóstico fuera cierto, entonces el auge delictivo, en forma de insurgencia, estaría concentrado en los estados más pobres del país y con los peores servicios de educación y salud. Hay estudios que demuestran que no hay una relación de causalidad directa entre pobreza y delincuencia. Imposible que no los leyera el equipo de expertos de la SSP.

Por el contrario, la delincuencia organizada, que parte de motivaciones económicas, requiere de regiones con renta que capturar. A la inversa, la mayoría de los casos de éxito en reducción de la violencia no reportan un cambio significativo en los niveles económicos de la población antes y después de la intervención que disminuyó los índices delincuenciales. Monterrey, con el segundo lugar en mejor escolaridad y primer lugar en ingresos por habitante, mantuvo las mismas estadísticas antes, durante el auge delictivo y después de contenerlo. Ejemplos internacionales similares sobran: Manhattan, Boston, etc.

Más pobre, más corrupto y con menos capacidades policiales y de fuerza, el fenómeno delincuencial en México no explotó exponencialmente sino hasta que EU tomó la decisión de interrumpir las vías de exportación de droga de Colombia vía el Caribe y Miami y éstas fueron sustituidas por rutas mexicanas. La oportunidad, no la pobreza, creó a los cárteles.

Para disuadir hay que tener prioridades. Por ejemplo, disuadir a los migrantes centroamericanos con la Guardia Nacional debe ser una prioridad menor a la de disuadir con saturación de elementos las regiones en las que gobierna la insurgencia criminal. Los delincuentes deben percibir que el Estado está dispuesto a usar las insuficientes pero significativas capacidades de fuerza que se han construido. Por supuesto no vale la pena detenerse en el discurso de la “violencia indiscriminada”. Los mejores ejemplos de reducción de homicidios dolosos y otros delitos como Tijuana, Monterrey y Ciudad Juárez registran masacres más por el lado de la delincuencia organizada que por parte de una estrategia exitosa en la que la sociedad civil, los tres niveles de gobierno y las fuerzas de seguridad actuaron en forma coordinada. Mandar a nuestras fuerzas de seguridad  a disuadir a los delincuentes con una camiseta que diga Todo lo que necesitas es Amor, es una receta segura para el fracaso.

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