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El verbo emerger

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua española, el verbo emerger quiere decir: “Brotar, salir a la superficie del agua u otro líquido”. Otras fuentes agregan significados: sobresalir, aparecer, flotar, asomar, surgir. Un volcán emerge en el océano y forma una isla, chorros de petróleo y gas emergen de un pozo descontrolado. Emerger da la idea de un evento súbito, casi mágico, que hace su aparición sorpresiva: aparece, flota, surge. Pues éste es el verbo que el canciller Marcelo Ebrard escogió para describir la guerra en Ucrania en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU): “…cuando parecía que vendría la recuperación de los graves efectos por la pandemia de covid-19, emerge la guerra en Ucrania, con el riesgo de un accidente nuclear…” ¿Emerge?

¿Por qué el temor a decir la verdad? A ver, canciller, reformule su discurso e incluya: “La invasión de Rusia a Ucrania”. La guerra no emergió como un fenómeno inesperado y súbito. Rusia inició el transporte masivo de equipo militar hacia la frontera con Ucrania desde marzo de 2021, casi un año antes de la invasión. Desde entonces, Putin mentía argumentando que se trataba de ejercicios militares. Para diciembre de ese año, tenía cien mil tropas amenazando territorio ucraniano. Para febrero 24, día de la invasión, había reunido a 200 mil soldados. Pero nada de esto es ignorado en las oficinas de la Cancillería. Por tanto, debemos suponer que el argumento para no llamar a una invasión, invasión, es querer conservar alguna autoridad para impulsar la propuesta del presidente López Obrador. Nada más equivocado.

 Aparecer como temeroso de ofender al agresor le quita autoridad ante éste.  António Guterres, secretario General de la ONU, inició así su discurso: “La guerra de Rusia en Ucrania no muestra signos de ceder”. No dijo “la guerra emergida en Ucrania”. Y fue él quien negoció el acuerdo para permitir la exportación de cereales de Ucrania por el Mar Negro. Turquía y Arabia Saudita han negociado con éxito el intercambio de 250 prisioneros y el presidente turco pide que Rusia devuelva los territorios ocupados incluyendo Crimea, no pide una tregua de cinco años, que consolide la ocupación rusa, como lo hizo el presidente mexicano. El presidente francés, Emmanuel Macron, que mantiene un canal de comunicación y negociaciones con Rusia desde antes de la invasión, dijo así: “Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad, fracturó nuestra seguridad colectiva con un acto de agresión, de invasión y de anexión”.

El presidente López Obrador dilapida la autoridad de la diplomacia mexicana en materia de defensa de la paz con un pacifismo de pacotilla. Muchos mandatarios pidieron el fin de la guerra en Ucrania, ninguno pidió una tregua. El fin de las hostilidades requiere cumplir condiciones establecidas en el sistema de justicia internacional: Retiro del agresor hasta fuera de las fronteras reconocidas internacionalmente, reparación de los daños causados al país invadido y un Tribunal internacional que juzgue y castigue los crímenes de guerra. Y hay lecciones claras de cómo no negociar con un ánimo vengativo, como sucedió en el Tratado de Versalles en 1919, que llevó indirectamente a una Segunda Guerra Mundial.

Los efectos de la agresión rusa y su uso de los energéticos como otra arma de presión han sido devastadores para la economía y las cadenas  industriales y de comercio globales. Pensando sólo en el daño que esto haría a su proyecto,  el presidente mexicano propuso insensatamente, ceder. El canciller eliminó las partes más irracionales del plan presidencial —la tregua de cinco años y la condena a la ayuda económica y en armamento a Ucrania—, pero no las sustituyó por propuestas cuidadas y consensuadas, más allá de formar una comisión.

El nuevo discurso del presidente Putin, con su llamado a la movilización de 300 mil reservistas y la celebración de referendos bajo la amenaza militar en las zonas del Donbás que busca anexarse —siguiendo el guion que ensayó con éxito en Crimea— muestra una situación extremadamente delicada. Putin busca socavar el apoyo de Estados Unidos, la Unión Europea, así como Gran Bretaña a Ucrania e intentar una nueva ronda de ataques militares. Cualquier intento valioso de negociaciones, de mantener los canales de comunicación abiertos y de explorar posibles esquemas de solución, deben realizarse con la mayor discreción. El ánimo de protagonismo, correctamente calificados como ejercicios de relaciones públicas por el negociador ucraniano, M. Podolyak, nada tienen que hacer en un intento franco y sincero por contribuir a lograr la paz.

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