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El país del “por lo menos”

Cecilia Soto

Cecilia Soto

 

 

Escucho, atónita, la defensa de la presencia del Consejo Coordinador Empresarial en la cena convocada por el Presidente para invitarlos amablemente a comprar cachitos de la no rifa del no avión. “Yo celebro que lo hayan hecho a la luz del día, que todo mundo esté enterado. Estas reuniones ya se habían hecho en el pasado, siempre en lo oscurito, y se les pedía dinero a algunos, y en lo oscurito. Aquí fue abierto y el que quiso lo hizo y el que no quiso, no lo hizo”, declaró, con candor, Carlos Salazar, presidente del CCE.

¿Cuál es la referencia con la que medimos lo que queremos para México? Si la referencia es el pasado —como sugiere el dirigente empresarial—, basta con que se robe un poco menos que durante el régimen de Enrique Peña Nieto. Que haya “casas blancas” más pequeñas, que las extorsiones sean a la luz del día, que las adjudicaciones directas beneficien a nuevos actores, que los elaborados esquemas de desvío de los recursos públicos no deriven en ganancias para el primer círculo del Presidente sino de una élite empresarial en construcción, que ahora no sea Odebrecht, sino nuevas compañías, aliadas oportunistas del proyecto triunfador en las elecciones de 2018.

¿Con tan poco nos conformamos? ¿Hemos internalizado tanto el “sí, señor Presidente” como modo de vida inevitable que damos la bienvenida con fanfarrias a prácticas cuestionables, pero ahora a la luz del salón de la Tesorería de Palacio Nacional? ¿Es imposible que pensemos en un proyecto en el que la voluntad del Presidente no sea mandato imposible de rechazar? ¿Será cierto que todos las y los mexicanos nos sentimos huérfanos sin el Presidente-tlatoani?

“Por lo menos ahora sabemos de dónde viene el dinero”, responden en las redes sociales en referencia al cuestionado cheque de dos mil millones de pesos entregado por el fiscal general para el proyecto de la no rifa del no avión, recursos resultantes de un proceso en el que todavía no hay sentencia firme, pero que, sobre todo, no pertenecen al Ejecutivo sino al patrimonio de los contribuyentes del Infonavit. ¿Y su director hace mutis? ¿Y el fiscal general debe soportar estoicamente un espectáculo que no merece su estatus de titular de una Fiscalía autónoma, pero, sobre todo, su larga carrera como servidor público?

Yo no me conformo con un país del “por lo menos”. Mi referencia no es el pasado contra el cual siempre me rebelé y luché. Mi referencia, el ideal al que aspiro, es un México de pluralidades, de contraste fértil de las diferentes concepciones de democracia. Mi referencia es un país en el que la voz del Presidente sea una, respetable y de gran relevancia, pero una a la que se pueda decir no civilizadamente, sin temor a arriesgar el patrimonio de la empresa o el futuro personal. No porque el Presidente pueda tomar venganza sino por la arriesgada cultura entre los servidores públicos de adelantarse a los supuestos deseos del Ejecutivo. Mi ideal son caldeadas reuniones del gabinete presidencial en las que el Presidente pondere los argumentos contrastantes de sus secretarios, exige evidencia que los respalde y tome una decisión soportada por el consenso de los responsables. Reuniones en las que no haya temor a expresar disidencia, siempre y cuando se haga con respeto, debate profundo e información rigurosa.

Mi referencia es un país en el que el ciudadano tenga confianza en la ley y en los funcionarios encargados de aplicarla. No importaría así que el Presidente, por la imposibilidad de saberlo todo, pida algo que va en contra de la ley. Habría un encargado de hacérselo saber, pero, sobre todo, el o la presidenta tendrá como su deber más importante ser el primero en cumplir con lo que mandata la ley. Mi ideal es el de un/una responsable del Poder Ejecutivo que realmente se considere un Siervo de la Nación, de la nación y no necesariamente de las ideas con las que llegó a Palacio Nacional. Un siervo de una nación ruidosa con miles y millones de voces que claman justicia, compasión, legalidad, protección y lo hacen muchas veces en forma diferente, hasta contraria, a la idea original del o la candidata en campaña.

Pienso en un país en el que se escuchen, se tomen en cuenta y manden las voces de los rincones grandes y pequeños de la patria. Voces que digan “yo vivo aquí, ese puente está mal pensado, es mejor hacerlo así”. “La colonia se inunda así, no como tú dices”. “La presa está azolvada y la podemos arreglar así”. “Gracias por el dinero, pero de nada me sirve si no hay estancias infantiles. Quiero ir a trabajar sin estar angustiada”. Escúchame. No el país del “sí, señor presidente” —de eso ya estamos cansados—, sino el país del sí a las leyes, a las y los ciudadanos, a los más pequeños e indefensos. No el país del conformismo del “por lo menos”, sino el del por lo más.

 

Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y en fb.com/ceciliasotomx

 

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