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El Congreso: el 911 del suicida

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Una cosa es el suicida individual; otra son los suicidios que acarrean la desgracia para víctimas inocentes. Por ejemplo, el empleado de la línea alemana local que decidió suicidarse en marzo de 2015 piloteando un avión lleno de estudiantes que regresaban de vacaciones. Uno podría respetar la decisión del suicida individual, pero difícilmente puede permanecer indiferente ante el suicida que dirige la nave hacia la pared de una montaña sacrificando a inocentes. Y, sin embargo, el Congreso de la Unión, que tiene todas las herramientas para detener el curso suicida que lleva la economía mexicana ante la crisis agravada por la epidemia de covid-19, permanece indiferente o se atreve incluso a defender el curso de la nave piloteada en solitario desde Palacio Nacional.

La corrección del curso no va a venir del equipo del Presidente. Ante el decreto de reducción de 75% del presupuesto operativo del gobierno, no ha habido renuncias como protesta; más bien se multiplican las órdenes de usar menos el agua de los baños, apagar las computadoras, guardar los autos, despedir empleados, evitar la impresión de documentos y prohibir los minirefrigeradores y hornos de microondas, con los que los empleados ahorraban en comidas fuera de la oficina. En vez de intentar impedir que el suicida proceda a mutilarse, los titulares del gabinete dan instrucciones para cómo hacerlo mejor.

La razón de esta colaboración con la destrucción de las capacidades del sector público para salir airoso de esta crisis las tendrán que analizar siquiatras o sociólogos. Sin profesar ninguna de estas especialidades, aventuro una hipótesis, la más benigna. Por los rumbos del gabinete realmente creen en una recuperación rápida y duradera. En forma de V, en forma de √, de W, etcétera. Pero entre más se permita que la onda expansiva del desempleo y pérdida de ingresos abarque a un número mayor de trabajadores y de empleadores, más difícil e improbable será posible una recuperación duradera.

El Congreso no puede permanecer indiferente ante esta catástrofe. En los recuentos históricos sobre las dramáticas cifras de fallecidos por la epidemia y de mexicanos que pasaron a la pobreza, los líderes del Congreso pueden pasar como los mudos testigos conniventes con la tragedia o como los legisladores que tuvieron el valor civil de corregir el rumbo. Un ejemplo formidable lo acaban de dar parlamentarios progresistas brasileños que, aun aborreciendo al gobierno de Jair Bolsonaro, lograron un voto mayoritario a favor de la implementación de un salario de emergencia, un #IngresoVital, de 600 reales durante tres meses, para 66 millones de brasileños, medida que se acaba de prorrogar por otros tres meses, con 500, 300 y 200 reales. En México, políticamente sería más fácil, pues las mayorías, tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, consideran un honor apoyar el Presidente. Honorablemente pueden dedicarse a acompañar musicalmente el naufragio, como el cuarteto del Titanic, o pueden utilizar las formidables herramientas que una democracia da a los Congresos para examinar descarnadamente las cifras reales de la catástrofe, que proveen instituciones con gran credibilidad como el Inegi, el Coneval y el Banco de México, discutir las soluciones y poner manos a la obra.

Antes de que deje de leer aquí con el argumento de “que no hay dinero”, permítame decirle lo siguiente: el #IngresoVital, que ha sido apoyado por legisladores de todos los grupos parlamentarios en un punto de acuerdo en la Cámara de Diputados y que ahora ha ingresado por Movimiento Ciudadano como iniciativa formal en el Senado, es sólo una de las herramientas para paliar la crisis y garantizar un bien público sin precio: que millones de personas se queden en casa. Es cierto, tal como se reflejan las prioridades gubernamentales en el presupuesto, no hay dinero para un #IngresoVital. Pero si se reconoce que el rumbo que se sigue no facilitará una recuperación por más letras que tenga el abecedario, entonces se pueden cambiar prioridades, reasignar partidas y tal vez recurrir al endeudamiento negociado en mejores condiciones. Todo esto no sólo para la implementación de alguna modalidad del #IngresoVital, sino también para otras medidas fiscales y de otro tipo que se han presentado por diversos grupos de especialistas. La mayor dificultad no estriba en el raquítico estado de nuestras finanzas, sino en la dificultad —parafraseando al gran Keynes— “de escapar de las viejas ideas que colonizan cada célula de nuestras mentes”.

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