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2021: para qué recuperar la Cámara

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Para resaltar la pobreza de la respuesta del gobierno mexicano frente a la covid en materia social, frecuentemente se comparan las cifras y naturaleza de las ayudas sociales de nuestro país con las de Brasil. Visite usted la página (https://dds.cepal.org/observatorio/socialcovid19/listamedidas.php?id_tme...) de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que compara las políticas públicas de todos los países de la región desarrolladas frente a la emergencia sanitaria. Es para sonrojarse. Pero lo que siempre resaltan estas comparaciones es el hecho de que un gobierno de extrema derecha, presidido por Jair Bolsonaro, un admirador explícito del golpe de Estado de 1964 y quien está por iniciar un ambicioso programa de privatizaciones, tenga políticas sociales más progresistas que México, presidido por alguien que se autodenomina de izquierda.

Es una comparación propia de los brasileñólogos hechos al vapor. Es cierto que el Presidente mexicano y el de Brasil tienen puntos de coincidencia: ambos son profundamente religiosos, ambos admiran al ejército y añoran su fortalecimiento, ambos despreciaron la gravedad de la pandemia, ambos son ajenos al feminismo y a los movimientos LGTB+. Pero hasta ahí creo que acaban las coincidencias.

La política social más llamativa implementada en Brasil desde abril del año pasado es el auxilio de emergencia (auxilio emergencial) dirigida a los trabajadores informales, que repartió durante seis meses, de agosto a septiembre, R$600, equivalentes a 2,280 pesos mensuales a 67 millones de personas. Hasta dos personas por familia pueden recibir el ingreso. De octubre a diciembre, la transferencia se redujo a la mitad (1,140 pesos). El auxilio de emergencia se combina con el otro gran programa: Bolsa Familia (equivalente a Oportunidades-Progresa), que beneficia a 14 millones de familias. El beneficiario se puede quedar, ya sea con Bolsa Familia o con el auxilio de emergencia, el que le dé más ingresos. El 14 de abril se aprobó la ley y, para finales de abril, 50 millones ya estaban recibiendo los recursos, gracias a un padrón único de programas sociales con el que cuenta el nuevo gobierno que decidió no destruir todo lo que había antes que él.

Una característica del auxilio debería haber alertado a quienes apresuraron conclusiones: el auxilio de emergencia duplica las transferencias a las madres solteras. El presidente Bolsonaro, que detesta las políticas con enfoque de género, nunca pudo haber mandado una iniciativa de ley con esa característica ni con las anteriores. La propuesta bolsonarista era entregar tres mensualidades de R$200 (MX $600 pesos) a 30 millones de personas. El auxilio de emergencia, tal como está diseñado e implementado, fue un triunfo del parlamento brasileño, al que tuvo que ceder el Ejecutivo. Aunque el presidente Bolsonaro tenía mayoría en el Congreso, ésta es muy inestable. La oposición al esquema del presidente vino de legisladores que nominalmente lo apoyaban. Pero la presencia maciza de organizaciones de la sociedad civil que cabildearon intensamente la tradición a favor de un Ingreso Básico Universal, aprobado (pero nunca implementado) en una ley desde 2004 y el trabajo de la oposición política hicieron el milagro. El precio político de oponerse al auxilio de emergencia era tan alto, que el gobierno tuvo que ceder.

Dos cabezas piensan mejor que una y cuando una está decidida a no pensar y sólo a imponer, es importante tener poder de decisión en el parlamento. Para ello necesitamos recuperar la pluralidad y la mayoría en la Cámara de Diputados en las próximas elecciones federales. Aunque al inicio de la pandemia se estimaba que el PIB brasileño caería entre el 8% y el 9%, ahora las predicciones rondan entre 4% y 6% y se estima un crecimiento de 3.2% para 2021, gracias al efecto de las políticas públicas impulsadas por el Parlamento contra la voluntad inicial del Ejecutivo. La caída en la economía mexicana ronda el 9%, el empobrecimiento de la población estimada por el Coneval indica un aumento de 10 millones de nuevos pobres y un aumento notable de los mexicanos que ahora sólo ganan el salario mínimo, mientras que en Brasil la estimación de la pobreza con el auxilio de emergencia se redujo en más de 10 puntos.

México no debe ser el país de un solo hombre, cuyas decisiones son aprobadas sin importar que no representen ni el programa con el que se eligió el actual Presidente ni garanticen el beneficio de las mayorías y, por el contrario, refuerzan las tendencias recesivas de la economía. Hay mucho por hacer para recuperar un crecimiento incluyente y ello pasa por ganar la mayoría en la Cámara de Diputados. Vámonos recio.

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