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Quinceañero

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

 

Antier, lunes 22 de marzo, se cumplieron 15 años de que salió de la imprenta el primer ejemplar de Excélsior en su nueva época. Me cayó en suerte que ese día fuese miércoles, el día que el equipo inicial asignó para mis artículos. No me considero nostálgico, soy un hombre del presente, pero de cualquier manera guardo memoria de momentos pasados. Uno de los más gratos fue mi primera pieza en estas páginas.

No era por completo novel en el asunto; había tenido colaboraciones esporádicas en varios periódicos nacionales y mantuve una columna en La Crónica de la Educación Superior. Antes, en mis años mozos publiqué artículos en periódicos estudiantiles de escasa circulación y corta vida. En 1975 colaboré con una columna en La Voz de Durango. Fueron 10 entregas de Lunes universitarios, que suspendí porque salí al extranjero a estudiar el posgrado.

El nuevo Excélsior me brindó la oportunidad de tener un espacio semanal y permanente. Que desde hace casi tres años se extiende a una participación, también en miércoles, en la Primera Emisión de Imagen Informativa, con Pascal Beltrán del Río de conductor.

Titulé Pupitres, política y poder aquel primer artículo, del 22 de marzo de 2006. Expliqué el significado que quería darle a cada uno de los sustantivos y el porqué de ese orden.

Resumo: el título indicó la valoración —a la que sigo fiel— que hago del sistema de educación. Primero, los pupitres; ello encierra el propósito de disponer la atención a lo más importante: las implicaciones de las decisiones políticas en las aulas y los actores internos del sistema educativo, estudiantes y docentes los más importantes. Segundo, la política; su análisis privilegia las relaciones entre personas e instituciones, entre fines y medios, entre propósitos y resultados. Tercero, el poder; hago juicios con el fin de esclarecer qué hay detrás de una determinada política, cómo se toman las decisiones, a quiénes pretende beneficiar y a quiénes favorece en realidad.

Esa es, pienso, la esencia de mi trabajo periodístico, que no se aleja mucho de mi labor académica. Ambas faenas se alimentan entre sí; a veces publico en el periódico pequeños avances de mis proyectos y, con frecuencia, en mis textos extensos tomo trozos de algún análisis de coyuntura que propalé en estas páginas.

No obstante, en ocasiones expongo temas que no caben en los fines de la columna. El periódico me permite poner de vez en cuando anuncios de mis libros, tocar un asunto personal, escribir la necrología de un colega distinguido o un amigo que nos abandonaron.

En los dos o tres primeros años hice eco de denuncias que docentes o padres de familia me hacían llegar a mi correo. Unas legítimas; narraban malos tratos, corrupción o cobro de cuotas indebidas. Otras que me parecía querían usar mi columna para calumnias o venganzas. Todavía de vez en cuando llegan a mi buzón acusaciones de ese tipo.

Sin embargo, un requerimiento captó mi atención y me proporcionó una veta de investigación que pude seguir, documentar en estas páginas, en revistas de la profesión y en libros. Una maestra —que rentaba una plaza— me pidió apoyo para convencer a la “propietaria” que se la vendiera a un mejor precio. Su petición me impulsó a emprender una campaña personal contra la herencia y venta de plazas en el magisterio. Uno de los fragmentos de la contienda por la educación.

El rito es una parte importante de la profesión. Las ceremonias forman parte de una racionalidad simbólica que provoca emociones y escarcela al cerebro. El nuevo Excélsior es quinceañero.

Pandemia obliga; mi esposa y yo nos guardamos, trabajamos en casa, no salimos a festejar. Pero despacho un abrazo a colegas y amigos.

 

  • RETAZOS

El título de aquella primera colaboración no fue una ocurrencia. En mi mente carburaban esos conceptos que dieron título al libro que escribía y que luego vio la luz, aunque en orden diferente: Política, poder y pupitres: crítica al nuevo federalismo educativo (México: Siglo XXI Editores, 2008).

 

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